Hernán Cattáneo: "Vamos a hacer algo inédito, tenemos que merecer estar en el Teatro Colón"
Vivió más de una década en Europa (trece años: primero en Londres, luego en Barcelona), base de operaciones de sus vueltas por el universo; escaló hasta el top five de los competitivos rankings especializados; lo persiguieron fans de y por –literalmente– los cinco continentes. Hernán Cattáneo, 52 años, casado, tres hijas, DJ, apasionado por la música desde que tiene memoria, está de vuelta de todo. Recién llegado tras 30 horas de vuelo desde Australia, después de presentarse en febrero en Jakarta, Bali, Auckland, Melbourne, Sydney y Brisbane, este mediodía es pura predisposición. Al fin y al cabo, en un avión no hay WhatsApp y la soledad premium de un pasaje en business class le regala tiempo y concentración suficientes no solo para dormir cómodamente, sino también para meterse a trabajar con la música que traslada en su computadora, mucho más tranquilo que cuando tiene los pies en la tierra.
Aquí y ahora, lo siguen las cámaras de un documental que está registrando este momento que a él lo enorgullece que sea “histórico”: de su mano llega el primer desembarco de la música electrónica, en versión sinfónica, en el Teatro Colón. Le piden una foto de prensa y después una selfie. Le pregunta una periodista y atrás repregunta un coro de curiosos. Hasta acepta grabar un video para la amiga del chico de la boletería, que sacó entradas para la primera función de Connected: fila 8.
“Todo esto es bueno”, exclama, con habitual carisma. En otro momento, dirá que él es el arquitecto y no el constructor de estos shows sinfónicos, metáfora que va de la mano de una afirmación que no deja lugar a chistes fáciles ni ironías: “Yo no soy ni quiero hacerme pasar por músico”.
Lo que empezó con dos funciones terminó en cuatro shows con localidades agotadas en la sala mayor, más un concierto de las mismas características al aire libre programado para el 3 de marzo en el neurálgico parque de Figueroa Alcorta y La Pampa. Él es, sin dudas,el más taquillero de todos los artistas que contrató Únicos, un festival donde artistas de diferentes géneros presentan en el Colón propuestas sinfónicas de música popular. La chispa ya prendió entre habitués y artistas del ambiente lírico que, como buenos guardianes de la sala y en nombre de la famosa acústica, alzan la voz cada vez que hay uso de amplificaciones o se alquila a terceros.
–Llegar con este espectáculo al Colón no parece algo de la noche a la mañana. ¿Cómo llega?
–Arrancó hace dos años, con la dirección anterior del teatro. Darío Lopérfido nos contactó, conversamos sobre las opciones de show y empezamos a trabajar. Después él se fue del Colón y el proyecto quedó en la nada, pero yo ya tenía la programación en la cabeza, y con Oliverio Sofía y Paul Baunder [los músicos electrónicos que trabajan con él] ya habíamos avanzado. Hasta que a mediados del año pasado, Gerardo Gardelín, el director de la orquesta, nos cuenta sobre la posibilidad de participar de este Festival Únicos, un contexto bastante lógico para nosotros. Entonces seguimos: por un lado Gerardo para hacer las versiones sinfónicas de todas las canciones, y Oliverio, Baunder y yo, con las versiones electrónicas. Todo, en un ida y vuelta constante.
–¿Cuál es el desafío musical entonces?
–Mostrar que la música electrónica es mucho más que un golpe de bombo (kick). Siempre estuve convencido de que está buenísima y lo que me trajo hasta acá es mi pasión y ser cabeza dura. “Esta música no le gusta a nadie”, me decían hace muchos años, y yo respodía: “porque no la escucharon bien”. Es como un griego, imaginate, que te invita a comer sus platos porque cree que son lo mejor del mundo; no te lo dice por arrogancia, sino porque está convencido y quiere que vos también los pruebes, que experimentes algo bueno. Así empecé yo a los 10 años, cuando invitaba a mis amigos a casa porque quería compartir con ellos un disco nuevo. Para mostrar que la música electrónica es más que ese preconcepto de algo banal, Gerardo nos ayudó un montón a traducir la lista de temas en partituras para 50 músicos, y sumó arreglos. Sé que el traspaso de lo que hacemos los DJ en nuestro ambiente habitual al Teatro Colón y el mundo sinfónico genera un montón de peros y cuestionamientos.
–No se trata de tres DJ que ponen una base electrónica y la orquesta toca arriba. ¿Cómo es?
–Pongamos un ejemplo. Hay que interpretar un tema de Underworld, “Cups”. Gardelín reescribe las melodías para la orquesta que dirige y nosotros tres todo lo que es electrónico: disparamos efectos, acapellas, vocales, hacemos los interludios. No toda la música electrónica puede ser interpretada por una orquesta, porque por distintas razones, técnicas o musicales, hay cosas que no suenan. Los instrumentos de percusión y rítmicos de la electrónica son muy particulares y cuando los reemplazás por una orquesta no quedan tan bien, en cambio, la parte melódica se multiplica por cien y toma una dimensión increíble. Desde el primer momento tuve muy claro un tema técnico de volumen: en el teatro hay una limitación de decibeles. Entonces maximizamos lo melódico y le quitamos peso a lo rítmico, que acá no hace falta porque la gente está sentada, no viene a bailar.
–Junto con el bombo, los bajos son el otro elemento clave de la receta electrónica… que aquí se teme.
–Los bajos son mayormente electrónicos, pero vos podés hacer que tengan el mismo lugar musical y menor en lo sonoro. Es un tema de ecualización. Pueden sonar y que vibren o, en cambio, que suenen y los escuches, como pasa acá, donde priorizo lo sinfónico.
–Hablas de interludios. ¿Es un espectáculo dividido en secciones?
–Siempre me costó explicar por qué pongo tal tema atrás de otro, aunque para mi es sentido común. No hay un concepto cronológico, sino musical: arranca suave, va subiendo, tiene un pico, se pone melódico y termina como para mí tiene que terminar. Cada track tiene su lugar. Gerardo nos contaba las dificultades de que una orquesta toque 90 minutos sin parar, que es lo que a mí me hubiera gustado, entonces cada 20 minutos hay breves interludios, más ambientales donde puede sonar acapella de un texto de una película. Si me hubieras dado todos esos discos para que yo los pusiera en una fiesta estarían en el mismo orden. ¿Pero si esto no es una fiesta? No, pero para mí es obvio.
–La traducción sinfónica no es literal, entonces, estos clásicos del género se oyen reconocibles o son versiones libres?
–Recontrareconocibles. El asunto no era cambiarlos sino interpretarlos de la mejor forma. La versión de “Porcelain” de Moby es casi igual. Un DJ está enfrente de doscientas o dos mil personas solo con su música y se arregla para poner y sacar lo que quiere, pero acá no hay lugar prácticamente para la improvisación. Tenemos más libertad con los efectos, o en los interludios,pero en los cuatro minutos promedio que dura una canción no puedo cambiar nada.
–Alan Parsons Project, Frankie Knuckles, Underworld, Moby, Way Out West (con Nick Warren como invitado), Moby, Massive Attack, Depeche Mode. Este repertorio requiere cantantes.
–Hay. Zuker y Richard Coleman cantan un tema de The Chemical Brothers. Leandro Fresco hace “Porcelain”, de Moby, y luego “Cups”, de Underworld. La soprano Oriana Favaro, que ya grabó en un disco mío, Massive Attack… [deja sonar en su celular un demo de “Unfinished Simphaty”], y hay más invitados.
–Un espectáculo sinfónico de música electrónica no es una novedad en el mundo, pero sí acá. De las experiencias conocidas, como la de inglés Pete Tong o Jeff Mills, ¿cuál se asemeja más?
–Son bastantes distintas, pero tienen cosas interesantes. Pete Tong, probablemente el DJ de radio más importante de la historia con John Peel, hizo el año pasado con el apoyo de la BBC un show basado en clásicos de Ibiza con una producción increíble que presentó en el estadio O2 de Londres, y de gira también. Más mainstream de lo que a mí me gusta, pero un show muy impresionante.
–¿En salas de ópera?
–No, en salas como ésta, no. Jeff Mills produjo un espectáculo todo con música de él, demasiado underground para lo que yo creía que había que hacer en el Teatro Colón.
–Uno muy comercial, otro muy underground.
–Es un poco lo que yo soy como DJ, siempre estuve en el medio. Tengo claro que este es un show para todo el mundo, no para fans, y que si venís a un escenario como el Teatro Colón es para mostrar la música electrónica a un montón de gente. Los clásicos no son clásicos de casualidad, son grandes composiciones, y por eso tienen lugar acá. Para presentar por primera vez la música electrónica en versión sinfónica en el escenario máximo del país esta es la selección que había que hacer.
–¿Por qué en el Colón, que es una sala lírica, y no en otro teatro?
–Porque nos invitaron a hacerlo acá y todos entendimos que era una oportunidad única. En mi infancia y mi juventud el gran escenario argentino era el Luna Park, donde pasaban todas las cosas importantes: el boxeo, Holiday on Ice o Frank Sinatra. Cuando en 2003 toqué en el Luna Park, nuestro Madison Square Garden, en ningún momento pensé que tendría una oportunidad de venir al Colón. El día que te llega una invitación así solo pensás en qué hay que hacer para estar a la altura. Se lo transmití a todo el equipo: haremos algo inédito y tenemos que merecer estar acá. No tengo un gran ego, pero sí tengo mucha dignidad; me moriría de vergüenza de hacerlo mal.
–¿Qué sería hacerlo bien?
–Que suene bien. Si lo que tengo hoy en mi computadora, con los instrumentos de Gardelín virtuales, en vivo suena igual… Eso me quita el sueño, me genera ansiedad. Si mañana tuviera que tocar en una cancha de fútbol sabría ya cómo suena mi música ahí, porque si ponen los parlantes de tal marca ubicados en tal lugar yo solo tendría que encargarme de hacer lo que sé hacer desde hace 40 años todos los días de mi vida. Pero esto es completamente diferente. No lo hicimos nunca: ni la orquesta tocó con electrónicos ni nosotros con ellos. Hay que dar una talla altísima. Creo que a los fans les va a encantar, aunque a algunos podrá parecerle que faltó. El interrogante es qué va a pasar con tanta gente que jamás viene a mis shows y que va a estar.
–Tus hijas por ejemplo
–Además, sí, ¡también!. Mis hijas [son tres, la más grande de 10 años] fueron por primera vez a verme ahora, en enero, en Punta del Este, porque era a la tarde en la playa. Vine con ellas el año anterior al ciclo Colón en familia, les encantó el teatro y les conté que yo iba a estar acá, pero no entendían bien. No entienden mucho todavía; sí que pongo música, pero no que me vengan a pedir una foto. ¿Viste el mural que pintaron en Palermo? Me preguntaron si yo le había pagado a alguien para que pusiera mi cara en una pared.
–Está servida la discusión sobre la apertura del Teatro Colón a la música popular. ¿Cómo lo ves?
–Mientras se haga con respeto, con cuidado, teniendo en claro en qué lugar se está, no me parece mal. Por supuesto el teatro está construido y preparado para la lírica, el ballet, expresiones que no podrían funcionar en otro lugar donde sí lo popular funciona. Está claro que nadie debería venir a quitarle el lugar o el espacio a los artistas para los cuales este teatro fue construido. Esta es una semana especial. Gracias a la música electrónica vendrán al Colón miles de chicos por primera vez.
–¿Pensás que esos chicos después van a volver al teatro?
–Va a depender de lo que haga el teatro para interesarlos. Hay un tema con la cultura… pareciera que cultura es solo alta cultura. En Berlín, el gobierno les da plata a las discotecas porque las considera parte de la cultura de la ciudad. Estamos lejos.
–Sin embargo, el nuevo ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro, declaró que la apertura del Colón a nuevos públicos es un debate interesante y que hay que dar. Y dijo también que estamos en un siglo en el que ya no existe la lógica de la alta y la baja cultura.
–Estoy totalmente de acuerdo. Cuando yo era chico un grafiti ensuciaba una pared y ahora es una obra de arte. Si no te gusta, no lo mirás. Yo trato de ser abierto y darle lugar a todo lo que está hecho con respeto, calidad y seriedad. Supongamos que hay un montón de gente que no está de acuerdo, también hay un montón de gente que sí, porque compraron los tickets de cuatro funciones. Venimos con respeto, con humildad, agradecidos de que podemos hacer lo que sabemos hacer, adaptado al teatro. La diferencia es de repertorio…
–Y el sonido electrónico, que no debe superar los 90 decibeles.
–Me contaron que en Twiter decían que yo quería transgredir ese límite. A mí un sonidista del Colón me dijo que hay un nivel de decibeles. No vi ningún contrato, pero si dice 70, serán 70, y si dice 90, serán 90. ¿A quién se le ocurre que voy a querer imponerle mis reglas al Teatro Colón?. No soy un hereje, no vengo a profanar un escenario. Esto es una vez en mi carrera, una oportunidad, una invitación imposible de rechazar y estoy feliz. El que no quiere que no venga ese día, no pasa nada.
–Contame tu experiencia en la Catedral de Liverpool.
–Un día estaba reunido el cura de la catedral con unos jóvenes. Se quejaba de que no iban a la iglesia. Liverpool tiene una catedral impresionante y muchos no la conocían. Es como si me dijeras que acá los chicos no conocen el Colón. Y un productor le dijo en broma: “Dejame hacer una fiesta y vas a ver cómo vienen todos”. Pero el cura picó, porque los anglicanos son –somos– más relajados. El tema es que dijo que sí, pero quería algo más que una fiesta: hubo workshops con personas de la industria, fuimos a hablar sobre música. La diferencia es que ahí yo tenía que poner música como DJ.
–Hace más de dos años que no te presentás en Buenos Aires. ¿Cuánto tuvo que ver con tu ausencia la tragedia de Time Warp?
–Todo. Yo estaba en Londres, pero podría haber estado acá, y de haber sido así tendría que haberme vuelto a vivir a Europa. Soy DJ, nunca fui parte de ninguna empresa, por lo que judicialmente no habría tenido ningún problema, pero mediáticamente me hubiera llevado un montón de palos. La sociedad entera tiene que aprender de lo que pasó, Cuando un evento así ocurre, (no me refiero a una tragedia, sino un evento de esa magnitud ya sea de fútbol, de electrónica o de rock), está involucrado el gobierno, la policía, la gente que concurre, los que organizan y todos tienen que hacer algo para que funcione mejor. En Europa y los Estados Unidos se toman un montón de medidas, hay control de daños. Acá todavía van con “esto está prohibido y de eso no se habla”. Nos guste o no la gente toma drogas y toma alcohol, y se muere si lo hace mal. Persigan a los narcos, pero también ocupémonos de controlar el daño.
–Tu visita el martes próximo a la Villa 31 tiene que ver con separar esa idea asociada de música electrónica y drogas.
–Como mínimo soy un buen ejemplo de que podés dedicar tu vida a la música y tener éxito sin drogas, sin alcohol ni nada. Personalmente atento contra el cliché. Luego, soy un tipo criado en una familia de clase media, sin problemas económicos, que en esto arrancó con casi todo en contra: con la música que yo quería poner (house) me echaban de las discotecas. Sin embargo, terminé logrando lo que quería. Supongo que puedo ser un espejo desde ese lugar. La idea es llevar un mensaje a los chicos del Barrio 31 y es probable que haga una demostración con unos equipos. Igualmente lo que importa en este caso no es cómo yo engancho dos discos sino cómo llegué hasta acá, como logré con los años salirme con la mía con la música sin transar en ningún sentido.
–Cumplís 53 años pronto, seguís viviendo buena parte de tu tiempo en un avión, ¿hasta cuándo?
–Me encanta lo que hago. La pasión de compartir la música con los demás la tengo desde antes de saber lo que era ser DJ. De chico no me compraba ropa para comprarme discos, y andaba con coches rotos, que se quedaban en el medio de la ruta, pero tenía el último vinilo. Esa es la pasión de los que estamos locos por la música y te lleva. A mí esa pasión me trajo hasta acá.
–¿Después te vas a retirar a hacer música de películas?
–Me gustaría. Pongamos que fueran cinco años más… luego seguiré trabajando con la música, en un estudio. Y haré radio, por supuesto, otra gran pasión. Cuando era chiquito me iba a dormir escuchando Modart en la noche, con la radio apretada entre la oreja y la almohada. Me encantaría hacer algo así.
El programa de "Los Unicos"
Serrat, el primero
El catalán abrirá la saga de shows sinfónicos el 20 y 21. Entradas entre $300 y $5500, en Tuentrada.com
Connected, el taquillero
Hernán Cattáneo, con músicos invitados y una orquesta de 50 músicos, se presentará a las 22 ( a las 19 y a las 22), el 23 (a las 19) y el lunes 26. El 3/3 hará un espectáculo al aire libre, en F. Alcorta y La Pampa
"Despacito" y elegidos
El 25, a las 21, será el turno de Luis Fonsi; antes ese día están los dios de Argentinas y Españolas (Lali Espósito y Bebe, Elena Roiger y Lamari, Karina La Princesita y Vanesa Martín y mas), que habrán tenido una fecha solas (el 24)
Tango, pianos y más
Gardel por Ardit y Piazzolla por Jairo (el 23); mientras que Horacio Lavandera y mieguel Angel Estrella tocarán el día de ciere, el 2/3.
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