La historia de Keiko, la orca que protagonizó Liberen a Willy, pero no tuvo el final feliz de la película
Tras conocerse la noticia de la muerte de Kshamenk en Mundo Marino este fin de semana, los cinéfilos asociaron lo ocurrido con la famosa película de 1993
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El domingo 14 de diciembre desde Mundo Marino informaron la muerte de Kshamenk, la última orca en estado de cautiverio en América del Sur. Había sido rescatada en 1992 luego de un varamiento y según explicaron, falleció a causa de un paro cardiorrespiratorio debido a su “avanzada edad”. Tras conocerse este hecho que conmocionó a los amantes de la vida silvestre, muchos recordaron el final que tuvo Keiko, protagonista de la película Liberen a Willy. A continuación, enterate de su desenlace fatal que asociaron con el mamífero argentino.

Fama, mentira y muerte: la verdad de Keiko fuera de los reflectores
Un inicio lamentable
El 5 de noviembre de 1979, Keiko, una orca macho de dos años, fue capturada en Ingólfshöfði, al suroeste de Islandia y separada de su familia. Junto a él atraparon a otro integrante del grupo de mamíferos al que llamaron King. Al día siguiente y luego de una gran maniobra, trasladaron a los animales a un acuario en Hafnarfjörður donde los reunieron con otros de su misma especie. Permanecieron allí por un breve período.
Un mes antes de su captura, el acuario Marineland de Canadá había encargado cinco orcas y el 30 de noviembre de ese año enviaron en avión a los cetáceos King, Kiska, Caren, Keiko y otra de la que nunca se reveló el nombre, según informó la página Killer Whales.

En su llegada a Ontario, repartieron a las orcas en diferentes acuarios. A Keiko le dieron la bienvenida en el Estadio King Waldorf junto a Kiska. Ahí empezó el destino del mamífero con el propósito de animar a los seres humanos. Aprendió poco a poco a dar vueltas, saltos y piruetas que más tarde le darían fama internacional, solo que, para su desgracia, contrajo un tipo de papilomavirus y su piel comenzó a lastimarse.
En 1985 fue vendido por 350.000 dólares (de acuerdo a lo mencionado por Orca Network) a un parque temático en la Ciudad de México, Reino Aventura. Ya entrenado y con habilidades especiales, conquistó al público desde el principio y eso generó mucho dinero a las arcas del centro de entretenimientos.
De hacer piruetas en un estanque al cine
En 1993, un grupo de cazatalentos cinematográficos se vio atraído por un mamífero que causaba encanto en el público de Reino Aventura. Con la idea de hacer una película que retratara el lado oscuro de los acuarios es que dieron con Keiko. En ese contexto nació Liberen a Willy, un largometraje que tenía como protagonista a un niño que luchaba porque su amiga, una orca en cautiverio, volviera al océano con su familia.
El éxito de la película fue tal que se hicieron dos secuelas y una serie televisiva, pero mientras todos disfrutaban en las salas de cine, Keiko seguía cautivo en México. Los niños y familiares que lo conocían pedían por su verdadera liberación y así es como surgió un importante movimiento para devolverlo al mar.

Claro que sería casi imposible que la orca se contactara con su madre, pese a que estos mamíferos viven 90 años, el océano Atlántico es grande, sería una tarea ardua y la manutención de Keiko costosísima mientras tanto.
Incluso Michael Jackson quiso comprarlo para su parque de diversiones Neverland, pero cuando viajó hasta Reino Aventura supo que Keiko estaba enfermo de la piel y no quiso asumir el costo de los medicamentos. Por ende desistió, aunque su decisión de querer obligarlo a vivir en otro acuario en lugar de liberarlo enfureció a los proteccionistas.
Libertad, dulce libertad
En 1996 la orca macho fue trasladada a Islandia. En ese entonces ya residía en un parque temático en Oregón, Estados Unidos. Para el viaje de regreso se escogió un avión C-17 de la Fuerza Aérea, con dimensiones capaces de instalar una piscina. Según lo relatado por The Guardian, en medio de la travesía, los veterinarios colocaban hielo en el cuerpo de Keiko a medida que el agua se calentaba por el calor corporal.
Viajó bien, tranquilo y sin manifestar nerviosismo. “Quizás sintió que regresaba a sus aguas”, dijo al medio británico el ambientalista David Phillips, director emérito del Earth Island Institute, que viajó en diversas ocasiones a Reino Aventura con la intención de liberar a la orca.

Cuando el cetáceo llegó a Islandia iniciaron un proceso para que aprendiera las cuestiones básicas de supervivencia, ya que nunca las había adoptado. Era incapaz de comprender que un cardumen era comida y cuando atrapaba a un pez, de inmediato se lo acercaba a uno de sus cuidadores.
Lo colocaron en un corral con acceso al mar y todos los días lo obligaban a nadar varios kilómetros para que su capacidad pulmonar se reforzara y aumentara. Pese a que tenía una aleta doblada y la enfermedad en la piel avanzada, eso no le impidió practicar con un barco que se alejaba más de 100 kilómetros lejos de la costa a diario.

Aunque tenía herramientas, todavía se sentía afín al ser humano, dependía de su cuidado y afecto. Hasta que un día de tormenta de 2002, Keiko no pudo seguir al barco que lo entrenaba y se perdió. Nadó y nadó hasta que llegó a Noruega. Según los especialistas, en el camino cazó, lo que le permitió llegar con energías hasta el país europeo.
De pasar sus últimos días en los fiordos noruegos a establecer un legado
Cuando arribó a Noruega se topó con un padre y una hija que pescaban cerca de la orilla. No tardó en hacerse amigo de ellos y los siguió hasta casa. En los siguientes meses se mantuvo activo entre los fiordos. Jugaba, cazaba y se acercaba a los seres humanos.
El 12 de diciembre de 2003, Keiko falleció de una neumonía. Tenía para ese entonces 27 años. Era imposible percibir la enfermedad, según los expertos, las orcas manifiestan las afecciones de salud casi al final, cuando la muerte los acecha.

El legado de Keiko como Willy se volvió internacional
En todos lados conocían su historia y surgieron a raíz de ello diferentes movimientos y organizaciones que lucharon y aún lo hacen para impedir que los mamíferos acuáticos o cualquier animal sea objeto de entretenimiento.
Su historia es casi comparable a Kshamenk, a diferencia que la orca argentina no tuvo la oportunidad de vivir en libertad. El cautiverio la volvió dependiente de las personas y solo sabía hacer piruetas. Su final es un mensaje claro y evidente. Los animales nacieron para vivir en su propio hábitat y la responsabilidad de las personas es de conservarlos adecuadamente.
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