En el show de apertura del Personal Fest 2011, el rockero yanqui se presentó ante 15 mil personas en GEBA; antes, tocaron Beto Cuevas y Déborah de Corral
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Antes de darle el definitivo nombre de Black and White America, Lenny Kravitz iba a bautizar a su noveno álbum como Negrophilia, un término utilizado para hablar del amor o la pasión por la cultura negra. Y después de la noche de ayer, el concepto cierra mucho mejor. Porque Kravitz –ese eterno joven que ya tiene 47 años, al que pareciera fácil juzgar mal por caer en ciertos lugares comunes de la música, y por su marcada tendencia al autohomenaje- supo condensar como nadie todas sus influencias funk, soul, R&B y rock en 90 minutos de show a puro hit, con una banda de un groove impecable, que no dejó huecos donde deslizar la más mínima crítica.
Kravitz es uno de esos artistas que puede darse el lujo hacer una lista de temas con 15 canciones que pueden ser reconocidas al instante, y dejar otras tantas afuera. El recorrido por su discografía fue amplio -desde su primer álbum Let Love Rule hasta el último- pero obvió por completo las canciones de discos como Circus y Lenny, a pesar de incluir temas que parecen haber sido compuestos especialmente para los estadios. Otra virtud: lograr que una canción ignota como "Where are We Running" sea mucho más atractiva en vivo que en sus versiones grabadas.
La banda merece un párrafo aparte. La sangre tira, y esa mezcla ruso-judío-afro-americana se traslada a los músicos que lo acompañan, con los que Kravitz es muy poco egoísta. La bajista Gail-Ann Dorsey (que acompañó a David Bowie durante sus últimas giras) y el baterista Franklin Vanderbilt forman una base con demasiada onda. Craig Ross, el guitarrista e histórico compañero de Kravitz, aportó sus yeites rockeros armados a fuerza de Hendrix y Page. El color fue agregado por el resto de la formación: tecladista, trío de vientos y la impecable voz de Lenny.
Aún así, el público recién demostró un poco de pasión en la sexta canción, "American Woman", el cover de los canadienses The Guess Who. Después, sí, todo se hizo cuesta abajo, directo, sin excentricidades, simple y divertido. Es muy difícil imaginar un público que no se mueva con temas como "Always on the Run", "Fly Away" o "Are You Gonna Go My Way"; o chicas que no mueran en gritos ante cada movimiento sexy o sonrisita que acompaña con baladas como "Believe", "I Belong to You" y "Again". Kravitz, más entertainer que nunca, sabe el efecto que produce y lo explota al máximo, con oficio, sin despeinarse demasiado, pero con una entrega que sorprende. Tanta como regaló hacia el final, cuando se dio el baño de pueblo que todo artista cómodo y consagrado necesita, se acercó hasta las vallas y corrió por entre ellas hasta la mitad del campo, tocando a la gente como político en campaña. Todo mientras la banda seguía tocando esa oda al amor que es "Let Love Rule". Aunque no necesitaba hacerlo, porque a esa altura la noche ya era suya.
Por Leonardo Ferri
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