Antes de una nueva visita a Buenos Aires, el guitarrista Steve Turner reflexiona sobre el legado de la escena grunge
En el rock, al igual que en cualquier otro terreno, la historia la escriben los que ganan, y los que no fueron derrotados pero tampoco pueden jactarse de alguna victoria, pasan a segundo plano. A la hora de repasar la cronología del grunge, los nombres que pisan fuerte no escapan la obviedad: Pearl Jam, Soundgarden, Alice in Chains y, qué duda cabe, Nirvana. Esta jerarquización deja fuera del cuadro a Mudhoney, un grupo que en algún momento jugó en la misma liga que los artistas antes mencionados (o incluso antes), pero al que le tocó verla pasar mientras sus colegas subían a romperla con ganas.
Liderado por Mark Arm y el guitarrista Steve Turner, el grupo fue a fines de los 80 uno de los mascarones de proa de Sub Pop, el sello clave de la escena, que supo darle una oportunidad a todos aquellos grupos a quienes las multinacionales estaban ignorando. Con el tiempo, Mudhoney tuvo lo que sus demás colegas habían conseguido antes: un contrato con una discográfica internacional. La experiencia llegó tarde y horadó su cantera creativa durante la última etapa de los 90. La única solución posible era volver a casa, y así fue como la banda de Seattle volvió a su primer sello para continuar con una carrera que se traduce a diez álbumes de estudio en veinticinco años y una cantidad similar de EP’s y discos en vivo.
Su relación histórica con su sello hace que tenga sentido que su próxima presentación en Buenos Aires (en Niceto, el domingo 11 de mayo) sea en el marco de un festival de Sub Pop, en donde compartirán cartel con los canadienses METZ, uno de los nuevos fichajes del sello. Antes de viajar a Argentina, Steve Turner repasa algunas de las cosas por las que ha pasado su banda, y por qué está conforme con el lugar que les toca ocupar dentro de la historia del rock.
Van a estar tocando en un festival que celebra a Sub Pop, ¿cuál pensás que es el aporte que tuvo el sello a la escena rockera?
Fueron una parte muy importante de la escena de Seattle cuando empezamos junto a Nirvana y Soundgarden, y obtuvieron una buena reputación. Nos apoyaron mucho y le dieron un foco a la escena, y creo que eso fue lo que atrajo la atención en el resto del mundo. A través de los años mantuvieron una actitud muy alegre respecto a las cosas que publicaron, y eso es bastante atractivo. Siempre encuentran cosas copadas para publicar en cualquier género, y tienen gente que realmente ama la música en vez de alguien que esté tratando de encontrar a la próxima gran cosa. Después de la explosión de Nirvana tuvieron un par de años en los que perdieron un poco el rumbo, pero se reencauzaron cuando se dieron cuenta de que nunca iban a ser un sello multinacional.
Lo irónico es que cuando eso pasó ustedes decidieron pasarse a Reprise, que pertenece a una multinacional...
Sí, nos mudamos porque nos parecía que ellos no tenían muy en claro qué querían hacer, pero lo corrigieron relativamente rápido. A finales de los 90 ya eran de vuelta un sello bastante bueno. No me gusta todo lo que sacan, pero tampoco tiene que hacerlo.
Una vez dijiste que después de la muerte de Kurt Cobain hubo una reacción negativa hacia ustedes por parte de la prensa, como si se burlaran porque todavía siguieran en actividad. ¿Qué pasó?
Me dio esa impresión más que nada en Inglaterra. Allá tienen esos semanarios musicales y revistas que tienden a agarrar algo y venderlo como la mejor cosa en todo el mundo, solo para pisotearla un par de años más tarde. Me la veía venir y fue muy obvio, así que no puedo culparlos, a decir verdad. El gran público estaba un poco cansado de toda la escena grunge, y para mucha gente eso terminó de una manera trágica, con su héroe máximo muriendo de manera confusa. Parecía que era un callejón sin salida para mucha gente, literalmente. Nunca fuimos así de grandes, de todos modos, pero creo que después de un par de años gran parte del público ya no quería tener que saber más nada con nosotros, ja. Lo que haya sido lo superamos, seguimos sacando discos y nos divertimos haciendo nuestras cosas.
Conociste a Mark Arm cuando tocaba con su primer grupo, Mr Epp and The Calculations, y lo describiste como la peor banda del mundo: ¿qué te llevó a querer sumarte a ese proyecto?
La respuesta más sincera que encontré a lo largo de los años es que me gusta mucha música de mierda. Ellos apenan sabían tocar, y la única persona que sostenía todo eso era Tayla Christian, el baterista. Mark no podía tocar la guitarra, y John Smitty se daba maña con cantar, tocar el saxo y cualquier otro instrumento que se cruzara en su camino. Era algo bastante vago y divertido, tenían un muy buen sentido del humor, y les gustaba desafiar a los punk rockers. Yo ya me había dado cuenta que muchos punks eran tontos y de mente cerrada, y fue algo que me sorprendió porque esperaba que fuera una cosa en la que todos nos alejásemos del pasado para crear algo nuevo. Además, ellos eran bastante nerds y yo también, así que no dudé en sumarme a la banda.
El suicidio de Kurt Cobain es para varios el momento en el que finalizó el grunge. ¿Cuál creés que fue el legado de la escena, veinte años después?
Es una historia mayor dentro del relato global del rock and roll y de la cultura popular en general. Lo de Kurt es una tragedia, y no sé qué se puede aprender de eso. La historia está llena de gente torturada que se suicida, y es algo muy triste. Hubo muchas otras tragedias en la escena de Seattle, como en todos los aspectos de la vida. Al margen, creo que la música se sostiene por sí sola. Me puso muy contento ver a Soundgarden de vuelta en actividad, y que Pearl Jam siga girando, con quienes tocamos bastante seguido. Es una parte muy importante de mi vida, así que me gusta volver a ver sobre un escenario a la gente con la que crecí tocando.
Tanto los miembros de Nirvana como los de Sonic Youth eran grandes fans de Mudhoney, ¿no te resulta irónico ser admirado por bandas que se volvieron más grandes que ustedes?
Sonic Youth ya era más grande que nosotros cuando empezamos, y nos ayudaron bastante. Nos llevaron a Inglaterra en 1989 y eso fue un empujón enorme porque hizo que mucha gente nos prestara atención porque para muchos ellos definían el gusto. Nunca pensamos que íbamos a durar veinticinco años, así que jamás pensamos que podríamos ser una banda bastante grande. Nunca podés saber qué es lo que la vida tiene deparado para vos, y nosotros sabíamos muy bien qué lugar ocupábamos en el cuadro general. Quizás deberíamos haber sido más ambiciosos, pero eso podría haber cambiado la música en sí, así que no sé.
Hace unas semanas salió una biografía oficial del grupo, The sound and the fury from Seattle. ¿Te resulta extraño haber llegado a un punto en donde escriben un libro sobre ustedes?
Está bueno. No es algo que hubiéramos pensado que podría llegar a pasar, pero me honró que Keith Cameron (periodista de la revista inglesa Mojo) quisiera escribirlo. Nos conoce hace mucho, pero así y todo fue algo que nos dejó atónitos a todos. Era como pensar "Man, hicieron una película sobre nosotros, ahora un libro... parece como si hubiéramos muerto en un accidente de avión o algo así", ja.
Por Joaquín Vismara
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