En Madrid y previo a una nueva presentación en el teatro Gran Rex de Buenos Aires que se convertiría en la última, Charles Aznavour habló con LA NACION –en febrero del año pasado– de todo, de su extensa trayectoria, de su emblemática "voz rota", de Edith Piaf y de Bob Dylan. A continuación la cálida charla.
Es domingo por la tarde. La ciudad parece un desierto. El Parque del Retiro y los bares están vacíos. Los madrileños descansan en sus casas. Se guarecen del frío polar y de la lluvia. La escena contrasta con la hiperactividad y el calor del sexto piso de un hotel del barrio de Salamanca. Los vitraux del hall están empañados. El vapor lo crea el trajín de asistentes, fotógrafos y periodistas que entran y salen de la habitación donde se encuentra Charles Aznavour. Acaba de regresar de probar sonido y se presta a dar entrevistas a medios internacionales. El turno de recibir a la prensa local fue su tarea del día sábado. No hay fines de semana ni feriados para el cantante de 92 años. Mito y leyenda, dueño de una voz única, lleva más de 100 millones de discos vendidos, más de 600 canciones grabadas y más de 60 películas como intérprete en su haber.
Hace algunos años había iniciado una gira mundial para "despedirse" de su público, pero le sobran vitalidad y ganas y decidió emprender un nueva travesía. Ya no asegura que ésta sea su despedida, por las dudas de que dentro de unos años quiera regresar al ruedo. Tras su reciente paso por Canadá, los Estados Unidos y Europa tendrá una escala en Sudamérica -el 9 de marzo se presenta en el Gran Rex- y luego volará a Australia.
Mientras tanto, un flamante presidente lanza bombas y restringe el acceso a extranjeros e inmigrantes. La encargada de prensa exige no preguntar a Aznavour -hijo de madre armenia nacida en Turquía y de padre armenio nacido en Georgia- por cuestiones de política internacional. Shahnourh Varinag Aznavourian, su verdadero nombre, es embajador de Armenia en Suiza y mientras está de gira como artista, prefiere no hacer declaraciones. Sin embargo, en su recital, entre todo su extensísimo repertorio elegirá un tema para dar la bienvenida y también para dejar clara su posición: "Les Emigrants".
—¿De dónde saca tanta energía?
—Algún día estaré muerto, así que mientras esté en este mundo quiero ser feliz y mi modo de serlo implica estar siempre en actividad. Ya tendré tiempo de dormir. Me hace feliz salir al escenario. No me gusta tanto meterme en un estudio de grabación. Prefiero estar cerca de la gente.
—¿Cuánto lo ha ayudado tener una disciplina para construir su carrera?
—Cada mañana, me despierto y me gusta nadar. Ése es mi ejercicio para el cuerpo. Y también escribo, siempre. Nunca lo dejé de hacer, cada día de mi vida. Siempre llevo conmigo un cuaderno.
—¿Se cansa a veces de cantar las mismas canciones?
—Sí, claro, entonces lo que hago es cambiar el repertorio. Es el único modo de no aburrirse.
—¿Cambia el repertorio según los países que visita?
—No, pero, por ejemplo, cuando voy a Buenos Aires me gusta cantar temas en español, casi la mitad de ellos, y el resto en francés.
—¿Tiene alguna canción favorita?
—No, porque tampoco tengo un hijo favorito.
—¿Va a recitales a escuchar a otros artistas?
—Sí, y en especial a los jóvenes. Creo que hay que respaldarlos. Somos el mismo tipo de gente, haciendo el mismo trabajo. Pero posiblemente no los conozcas, y tampoco quiero hablar de favoritos, porque no quiero que se enojen conmigo los que no nombro.
—Entonces le pregunto por ejemplo por Zaz, con quien grabó un dúo...
—Todos están hablando de ella. Es genial.
—¿Cómo cuida su voz?
—Mi voz está muerta desde hace mucho tiempo, así que trabajo con esta voz rota...
—¿Su voz está rota? ¿De verdad?
—¡Sí! Y no puedo hacer nada al respecto, pero el público lo ha aceptado, y eso es lo más importante. No soy un cantante, soy alguien que canta letras. La voz no es lo importante, sino lo que digo.
Aznavour no se va por las ramas. Responde de modo conciso y queda a la espera de la próxima pregunta. Se excusa y confiesa que está triste. Ese mismo día ha fallecido un gran amigo. "A menudo recibo una noticia de esta. Es así la vida, no lo puedo evitar y trato de estar siempre de buen humor".
—¿Teme a la muerte?
—No. Vivo el presente y lo hago sin tener planes para el futuro. Vivimos y nos olvidamos de disfrutar el hoy.
Edith et moi
Compositor infatigable, acaba de terminar la partitura y las letras de My Paris, un musical que posiblemente pronto debute en Broadway. Aznavour llegó a la música como compositor, pero él quería estar sobre el escenario. Los productores no imaginaban que pudiese lograrlo. Algunos consideraban que le faltaba carisma y otros que no tenía una voz que pudiese seducir. Pero su persistencia les ganó la batalla a quienes no apostaban por él. Fue como ilustre desconocido, en un festival, donde conoció a la diva Edith Piaf. Comenzó así una serie de colaboraciones entre los dos (él escribió siete temas), además de una gran amistad. "El gorrión de París" lo puso bajo su ala y luego lo dejó volar. Fueron amigos inseparables y vivieron juntos 8 años. A pesar de haber compartido innumerables escenarios con ella esas presentaciones nunca se registraron.
Bob Dylan, Liza Minnelli, Julio Iglesias, Ray Charles, Elton John, Plácido Domingo y Sting figuran entre los artistas que compartieron escenarios con él. Es el último mohicano de la chanson française y a él se le atribuye ser el autor de la frase "El show debe continuar". Aznavour ríe y admite que no sabe si él es el responsable, pero que en un recital -fue hace tanto tiempo que olvidó el nombre de la sala y el país donde se presentaba- se desmayó sobre el escenario. Su hija acudió de inmediato, pero mientras se levantaba, con la música aún sonando, le dijo: "Volvé al lugar donde estabas. El show debe continuar".
Fue Jean-Joachim Goriot en la versión para TV del clásico de Honoré de Balzac, Papá Goriot, trabajó bajo las órdenes de François Truffaut, en Disparen sobre el pianista, y también en la adaptación de El tambor de hojalata, de Günter Grass. "No extraño la actuación. En realidad no extraño nada en la vida, solo a mi familia, a mis amigos. Solo ellos nos salvan".
—¿Cómo era vivir con Edith Piaf?
—Era muy loco. Y era justamente por eso que me gustaba tanto hacerlo. Tenía que ser bueno cada amante nuevo que tenía.
—¿Qué fue lo más importante que aprendió de ella?
—Si querés ser amado por el público, tenés que amarlo. Tenés que ser honesto con él y aunque hayas escrito o no las canciones, tenés que haberlas elegido vos para poder cantarlas, si no, no las sentís.
—¿Cómo lidió con la fama internacional? ¿Le hubiese gustado ser anónimo?
—Tuve mucha suerte porque la gente no se acerca a mí como lo hace a otros artistas, no me arrancan la ropa (risa). Se acercan muchos y me dicen: "Crecí con sus canciones". También están los padres que me señalan a sus hijos y saben mis canciones.
—Usted le escribió una canción a Bob Dylan, ¿qué opina del Premio Nobel que le han dado?
—Es un gran autor y gran hombre y además canta uno de mis temas ["Times We've Known"]. Es algo inusual para un autor de su talla que cante un tema que no es propio. Es algo muy raro y muy generoso lo que ha hecho.
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