Contrafarsa: la vuelta de un clásico de la murga que, en tiempos de pandemia, llegará a la Argentina por streaming
Contrafarsa nació en 1980, en un barrio de Montevideano como una murga infantil llamada El Firulete. Cuando esos niños se hicieron grandes (o un poco más grandes) decidieron jugar en las ligas mayores del carnaval y para participar en el concurso de murgas debieron cambiar su nombre (ya había en competencia otra llamada Firulete) por el de Contrafarsa. Pasaron los años y los éxitos hasta que en 2006 salió por última vez por los tablados uruguayos del carnaval. En esa historia, de la que este año se cumplen cuatro décadas, existe un hito; se trata de un espectáculo que llamaron El tren de los sueños y que se convirtió en un recuerdo muy especial para su público. No sólo para el uruguayo, también para el argentino fanático de la murga uruguaya que los iba a ver a escenarios como el de La Trastienda. Antes de cumplirse los 20 años de aquel estreno, dos productores de shows decidieron buscar a los murguistas para reagrupar a Contrafarsa y concretar un espectáculo aniversario.
La pandemia no los amedrentó, siguieron con sus planes, aunque tiene protocolos por cumplir. Las tres actuaciones programadas en la sala montevideana Sodre se convirtieron en nueve, para no superar el 30 por ciento de la capacidad. Además, este martes, a las 20, la función será transmitida por streaming. Aunque el Uruguay es un país con bajo nivel de contagio de Covid-19, la murga le tiene respeto.
"Las restricciones están. Por eso se decidió repartir en nueve días unas 4800 entradas. La única forma para que la gente no se quede sin ver el espectáculo era esa", dice Pitufo Lombardo, músico y artista integral de la cultura del carnaval, que fue director musical de Contrafarsa en sus años gloriosos.
-¿Cómo es para ustedes trabajar con protocolos sobre el escenario, siendo tantos murguistas?
-Estamos con las reglamentaciones impuestas y por suerte eso nos permite cantar. Este es un escenario amplio y nos brinda esa posibilidad. Ya se han hecho obras de teatro en Sodre, donde hay más acercamiento. Es un tiempo raro no sólo para la murga. Ya en el solo hecho de abrir el telón y ver 600 personas distanciadas en una sala de 1800. Vamos a ver qué sucede con nosotros cuando se abra el telón. Y con el streaming, la ventaja que tenemos es que en esa función también vamos a tener público en la sala. Ojalá que ese calor se transmita.
-¿Por qué El Tren de los sueños fue un espectáculo tan especial que hoy vuelven a recrear?
-Está en la memoria colectiva de la gente. Se da que hay gente que lo vio y está el caso del abuelo que se lo contó al nieto. Quizás sabe una canción pero nunca la escuchó en vivo y va a tener esa oportunidad. Evidentemente es otro el contexto político, social y cultural, pero revisando el espectáculo, en un porcentaje muy alto sus textos tienen vigencia. El cuplé del consumista tiene un planteo que sigue vigente. Luego están los temas universales como el ser humano en sus características y cómo reacciona ante diferentes situaciones. La actitud. El comportamiento. Los vínculos, por ejemplo. Y esas cosas no pierden vigencia.
-¿Y por qué puede ser una bisagra en el mundo murguista con tradición y evolución?
-En primer lugar, se lo adjudico al trabajo colectivo, aunque no fue el único que hizo la murga. Mucha gente de otras áreas entró a la murga: maquillaje, puesta en escena, vestuario. Y mantenemos a todos los que estuvimos en ese año, eso genera una cosa muy linda. Ese año varios compañeros empezaron a escribir y hubo una búsqueda musical. Hay cosas tradicionales, otras que no. También hubo resistencias a cambios de vestuario, de maquillaje, a parte del contenido que es la columna vertebral de un espectáculo. Hubo muchos meses de elaboración para llegar con madurez. Sacamos muchas, dejamos la esencia de lo que queríamos.
-¿Fue un punto de inflexión entre ese carnaval finisecular y el encuentro Murga Joven, que surgió por esos años y se visibilizó más con la aparición, ya en ese siglo, de trabajos como el de Agarrate Catalina?
-Creo que todo es parte de un proceso. A lo largo de las décadas hubo influencias de la música popular. Hubo gente que se ha incorporado de otras áreas al carnaval y al género murga y eso hace que el género vaya mutando. Pero también, la gente que sube al escenario hace al cambio porque la visión de un grupo de veinteañeros no es la misma, dentro de un contexto político y social, que la de un grupo de cincuenta, que tiene otro recorrido. Así como El tren de los sueños pudo haber sido un espectáculo bisagra, seguramente hay otros en 100 años de carnaval. La primera presentación de una murga no fue cantada hasta que a una persona se le ocurrió cantar. El bombo se tocaba con una mano sola hasta que a otro se le ocurrió colgárselo. Así se desarrolló la primera célula rítmica. La Contrafarsa habrá agregado un granito de arena.
-¿Cómo se ven sobre el escenario, veinte años después?
-No es lo mismo porque uno va agarrando oficio, en el conocimiento y en el ejercicio de hacerlo en vivo. Por otro lado, trabajamos muy duro porque los cuerpos y las gargantas son otros. De todos modos, hay algo que me gusta mucho del sonido de la garganta añejada. Estamos poniendo en forma el sonido grupal que hay que empastar.
-Supongo que la pandemia habrá acotado los proyectos
-En ningún momento pensamos en salir en carnaval. La idea siempre fue festejar los 40 años de la murga y los 20 de este espectáculo. Y poder estar todos y todas. Ese es nuestro fin. No hablamos de otra instancia.
-¿Cuál es la expectativa para el carnaval del próximo año?
-Habrá que ver qué pasa con los aforos. Todo está en conversaciones. Para sostener los tablados se necesita [autorizar] al menos un cincuenta por ciento de la capacidad. En su gran mayoría los grupos ya están ensayando. Habrá que ver qué pasa con la cuestión sanitaria.
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