El día que Roger Waters derribó “su” Muro en Berlín: desencuentros, celebraciones y una inversión monumental
Se cumplen 35 años del concierto que el ex Pink Floyd ofreció en Alemania, ante 300.000 personas
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Si en la década del ochenta se había producido el descenso de varias estrellas del pop y el rock de sus torres de marfil para atender problemas sociales, el comienzo de la década del noventa tuvo una especie de bis, que fue el concierto encabezado por Roger Waters, que se realizó por la caída del Muro de Berlín. Este lunes 21 de julio se cumplen 35 años de aquel hito.
El contexto estaba dado, no solo por los acontecimientos políticos, sino por varios antecedentes que se convirtieron en hitos. Veamos. A mediados de la década anterior, los cantantes Bob Geldof y Midge Ure se embarcaron en un proyecto denominado Band Aid, con la consigna de reunir a figuras del pop y el rock, del Reino Unido, en su mayoría, para la grabación de un tema que resultara, por su venta de discos, un ingreso de dinero para ayudar a combatir la hambruna en Etiopía. Se grabó un tema llamado “Do They Know It’s Christmas?”, que realmente se convirtió en un éxito de ventas. Meses después, al otro lado del Atlántico un grupo de músicos intentó algo similar, que fue la canción escrita por Michael Jackson y Lionel Richie “We are the Word”. Ya avanzado 1985, se produjo el famoso Live Aid, donde, otra vez, decenas de músicos famosos se reunían para una causa benéfica. Solo que esta vez fue en forma de concierto. No era una propuesta novedosa, el ex Beatles George Harrison ya se había puesto sobre los hombros, 15 años atrás, el famoso Concert for Bangladesh, que se realizó junto a su amigo Ravi Shankar, en el Madison Square Garden de Nueva York, para recaudar fondos para refugiados de Pakistán del Este (hoy Bangladesh. Finalmente, fueron dos los conciertos que organizó Harrison, en 1971.
En cambio, el Live Aid fue un festival de un solo día, pero con dos escenarios montados en estadios deportivos, a miles de kilómetros de distancia. Uno en Inglaterra, el otro en los Estados Unidos. Cumplidos 40 años de aquel hito, Geldof conversó semanas atrás The New York Times: “Lo que aprendí es que no sirve de nada andar por ahí cantando ‘Todo va a estar bien’, porque no va a estar bien. Con cantar la canción no basta. Las canciones de protesta son solo canciones de protesta. La música puede ser un llamado a la acción, pero la música en sí misma no cambia nada. Si no estás dispuesto a actuar en consecuencia, hasta ahí llegás. Las bandas en Live Aid eran los Pied Pipers (grupo vocal norteamericano de los años 30 y 40), y el público se reunió alrededor del hogar electrónico de la televisión y la radio. El simbolismo de todo esto perduró durante 20 años de presión política”.
Tres años después, Amnesty Internacional hizo una campaña de derechos humanos con la ayuda de músicos. Si la comunicación funcionaba con este tipo de artista, había que volver a golpear sus puertas. Y así fue que se creó un tour (incluso llegó a la Argentina, con conciertos en Buenos Aires y Mendoza) con Sting, Peter Gabriel y Bruce Springsteen a la cabeza, con el fin de concientizar a las poblaciones sobre la violación de derechos humanos y la condición de “presos políticos” de muchos activistas alrededor del globo.
La caída del Muro
Con todos esos antecedentes, la caída del Muro de Berlín (en la noche épica del 9 de noviembre de 1989), que fue uno de los acontecimientos políticos a nivel global más importantes del siglo XX, también tuvo, meses después, una especie de “celebración” que terminó de coronar el momento.
El mega recital nació de una broma que había hecho Roger Waters durante una entrevista en un programa radial. Allí dijo que la única manera de que él podría volver a salir de gira con las canciones del disco The Wall era si caía el Muro de Berlín, cosa que sucedió meses después.
Quizá valgan estos datos para los no iniciados en el mundo The Wall. Para finales de la década del setenta, Waters formaba parte del grupo Pink Floyd, para el que había creado esta obra conceptual. El suceso fue tal que la gira de presentación llevó unos dos años y para 1982 se estrenó la película inspirada en el álbum, esa que convirtió las situaciones de la historia en algo más palpable. Waters grabó un último álbum con el grupo, en 1983, y luego emprendió un camino solista, tras una partida que no había sido en los mejores términos. The Wall no habla del Muro de Berlín, tampoco refiere concretamente a divisiones, aunque puede tener puntos de contacto con aquel hecho tan trascendental de la historia europea. Fue por esto que renació en forma de espectáculo para aquella ocasión, sin Pink Floyd, pero con Waters a la cabeza de un elenco que incluyó a Sinéad O’Connor, Cyndi Lauper, Marianne Faithfull, Joni Mitchell, Paul Carrack, Thomas Dolby, Scorpions y Bryan Adams, entre otros que, el 21 de julio de 1990 subieron al escenario montado la Potsdamer Platz.
Mark Fisher y Jonathan Park fueron los encargados de diseñar la producción de un escenario sobre el que se montó un muro de 170 metros de largo por 25 de alto. La mayor parte de esa pared se armó antes del inicio del espectáculo y el resto durante el concierto. Luego, en el último tramo del show, el muro fue derribado. Este esquema es al que muchos años después Waters recurrió cuando realizó las giras mundiales como solista de The Wall, donde ha tenido récords de público como le pasó en nuestro país, en donde realizó nueve funciones en el Estadio de River Plate.
En aquella ocasión, por tratarse de un contexto fuertemente político, la producción se realizó para apoyar a la Memorial Fund For Disaster Relief. Al concierto de Berlín asistieron unas 300.000 personas, hubo transmisiones a decenas de países y para finales de ese año se publicaron versiones en CD y video del multitudinario concierto. La música generó los fondos necesarios para cubrir los costos (con ganancias a medida que se vendieran copias del disco, ya que todos los artistas donaron sus regalías): Polygram adelantó 3 millones de libras, las ventas televisivas garantizaron al menos la misma cantidad, Waters aportó los 500.000 dólares negociados como anticipo editorial y se esperaba que la venta de entradas, a unas 15 libras, cubriera la diferencia.
Como en muchas otras apuestas artísticas de Waters, el conflicto también estuvo presente: era la primera vez que se hacía una versión concierto de The Wall a gran escala sin los integrantes de Pink Floyd. David Gilmour, Nick Mason ni Rick Wright fueron invitados, aunque Waters dijo que Gilmour sí había sido convocado para interpretar con su guitarra una canción. Por otro lado, se despegó del grupo lo más que pudo: “Será gratificante que más gente entienda que The Wall es mi obra y siempre lo ha sido. Pink Floyd no tiene ni la más remota idea de qué trata”, había dicho el compositor.
Por otro lado, cuando comenzó a gestarse el proyecto, Waters tenía en mente la convocatoria de figuras de la talla de Peter Gabriel, Bruce Springsteen, Eric Clapton, Rod Stewart y Joe Cocker. Sin embargo, en algunos casos prefirieron no participar y en otros no lograron asistir por problemas de agendas.
En la reseña que en ese tiempo hizo la Q Magazine se podía leer comentarios sobre problemas técnicos, la espectacularidad de la producción y la importancia política del concierto: “(...) el primero y el peor de una serie de contratiempos y fallos. Las pantallas estelares captaron a Waters en una postura suplicante y rezando cuando el sonido se apagó de nuevo durante unas pocas docenas de latidos palpitantes en medio de la emotiva versión de Sinéad O’Connor de “Mother”. Pero en vivo, en las 14 hectáreas de polvo que es la Potsdamer Platz, The Wall se convierte en una imponente obra de teatro. En cualquier otro momento y lugar habría parecido irrisoriamente exagerada, pero en Berlín, en 1990, no podría haber habido un símbolo a gran escala más apropiado de la represión que se opone a la libertad en todos los niveles, desde el psicológico hasta el político".
“Si este concierto celebra algo, es que la caída del Muro de Berlín puede verse como una liberación del espíritu humano”, le dijo Waters a la revista Q, durante los ensayos del show.
Tiempos que no volverán
Hay mucho para analizar y debatir sobre estos espectáculos benéficos. Volvamos al presente, a lo que uno de sus grandes abanderados comentó días atrás a propósito de los 40 años del Live Aid. Según él, no se podría ver con tanto optimismo. “No creo que sea posible hoy en día un Live Aid –comentó Geldof en la reciente entrevista-. La sociedad ha cambiado. Internet es una tecnología aislante. Sabe quién sos, te impulsa, te da lo que cree que querés, y a medida que te vas acostumbrando, te ofrece versiones cada vez más extremas de eso. Hoy la música es gratis y la gente recibe las noticias que quiere ver. Internet es una cámara de resonancia de nuestros propios prejuicios, así que nos hacen escuchar solo la música que cree Internet que nos gusta. Es un silo del yo. Así que no creo que la música siga siendo la columna vertebral de la cultura como lo fue en su momento”.
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