A días del lanzamiento de la colección de ropa que intervino con su arte, la heredera de Marcelo Tinelli abre su corazón y revela sus sueños más personales
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Por mucho que lo intente, es difícil que pase desapercibida: linda, canchera, cálida y talentosa, esta escorpiana brilla con luz propia. A los 22 años, Candelaria Tinelli, segunda heredera del mejor conductor de la televisión argentina y de Soledad Aquino, se destaca como artista plástica. Por su arte –que a pesar de su timidez ya se animó a exponer en tres oportunidades–, la marca de ropa Muaa la convocó para que interviniera una serie de prendas. El resultado de su trabajo, alegre y muy colorido, saldrá a la luz en pocos días. Y habrá que ver cómo lidia ella, la reina del perfil bajo, con la inevitable exposición pública a la que deberá someterse.
–¿Qué fue lo que más te interesó de esta propuesta?
–Que me permite mostrar el arte desde otro lugar, de una manera más masiva y original, y con posibilidad de llegar a la gente más joven. Yo trato de mantener un perfil muy bajo y tengo claro que esto es como salir con todo, pero no apareciendo con cualquier excusa, sino mostrando lo que hago. Yo no sabía mucho de los procesos de producción en la moda, así que, además, pude aprender algo.
–¿Cómo fue el proceso creativo?
–Muy divertido. Usé acrílicos, que es mi material favorito, y trabajé con distintas técnicas, como salpicados. Muchas de las prendas, que me dejaron elegir con total libertad de acuerdo con lo que yo me pondría, las intervine directamente. Fue un proceso muy lúdico.
–¿Le pediste consejos a tu hermana, Micaela, que es diseñadora?
–No, porque lo que ella hace con Ginebra, su marca, es completamente distinto y tiene otro público, así que se mantuvo al margen. Pero por supuesto que le fui mostrando todo lo que creaba porque somos muy unidas y compartimos un montón de cosas, como la moda, que nos encanta y de lo que estamos muy al tanto. De hecho, alguna vez pensamos en hacer algo juntas, pero por ahora cada una está recorriendo su camino y haciendo su propia experiencia.
–De un tiempo a esta parte se te ve más relajada frente a los fotógrafos. Y esta alianza te va a obligar a mostrarte. ¿Con qué tiene que ver ese cambio?
–[Piensa]. Es una mezcla de estar más grande, de que no me pesa ser hija de, y de que me voy acostumbrando. Pero yo no busco exponerme sino mostrar mi trabajo y cuánto lo disfruto. Muchas veces uno se guarda por miedo; otras puede ser que sienta mucha responsabilidad frente a la mirada ajena. Yo sé que al estar un poco más expuesta puedo llegar a recibir muchas críticas negativas. También sé que me falta crecer mucho y no me creo más que nadie, pero confío en mi trabajo y me preparé para hacerlo. Eso me da seguridad.
–También protagonizaste un video para la campaña que ya circula en las redes sociales y estás supersuelta.
–[Se ríe]. ¡Pero lo que se ve fue después de miles de tomas! Al principio no estaba nada relajada, pero cuando entró la pintura en escena, me aflojé. Yo no sirvo para actuar ni me interesa. Solo lo hice porque me muestran en lo mío. No sé si me relajé, pero llegó un momento en que me di cuenta de que ya está, me tengo que acostumbrar a que me miren. No puedo vivir escondida y tampoco tengo por qué. Digamos que de a poco le fui sacando dramatismo y estoy mejor. Pero tampoco sería justo decir que me hinchan o se meten mal conmigo, para nada. No sé qué pasará ahora.

–¿Estás preparada?
–No. Pero sé que voy a tener la contención de toda mi familia y de mis afectos, como siempre.
–Hablando de familia, ¿cómo lo ves a tu papá este año, que no está en la tele?
–Lo veo muy bien y más relajado. Es cierto que tiene más tiempo, así que estamos compartiendo un montón de cosas y lo disfruto un montón. El siempre dice que se siente muy orgulloso de todos nosotros, es muy tierno. Y me acompañó especialmente en este desafío, fue un placer.
–Y parece que está muy contento con Guillermina [Valdes], con quien se ve que vos y tu hermana se llevan muy bien. ¿Eran amigas de ella desde antes?
–No, pero pegamos muy buena onda. Me encanta lo que hace, de hecho fui al lanzamiento de la nueva colección de zapatos que hizo. Y ella también respeta mi trabajo.
–¿Qué es lo que te cayó tan bien de ella?
–Que es un amor, muy buena persona, sensible y sencilla.
–Y comparten salidas con ella y tu papá…
–Sí, la pasamos muy bien. Y le hace muy bien a papá, que es lo más importante de todo.
De amores y pasiones

En septiembre de 2010, Cande, o "Lelé", como la llaman cariñosamente, conoció a través de amigos en común a Ignacio Lecouna (hijo del productor Raúl Lecouna y hermano de Agustina, que es actriz). Desde entonces, nunca más se separaron y hoy, dos años y medio más tarde, se los ve muy afianzados en su relación.
–¿Ya hablan de casamiento o tienen proyectos juntos?
–La verdad es que estoy muy bien con mi novio, pero los dos compartimos la idea de que tenemos mucho tiempo por delante para hacer todo lo que queramos.
–¿Pero hay planes, al menos, de irse a vivir juntos?
–Sí, pensamos un montón de cosas, claro, pero todo a nuestro tiempo.
–¿Y te gustaría ser madre joven?
–No, olvidate. No tengo esa fantasía, al menos por ahora. Antes de pensar en la maternidad, a mí me falta crecer más, hacer más cursos, viajar, abrir más la cabeza…
–¿Hay alguna obra que le hayas dedicado especialmente a Nacho o a tu papá?
–Sí, todo el tiempo. Y si no se me ocurre a mí, me compran los bastidores y ahí me hacen el pedido. ¡Creo que ya están abusando! Nacho tiene como un museo mío en su casa. ¡Si hasta le pinté una puerta! En casa también hay muchos cuadros, reparto entre mis amigos y algunos los presto porque no tiene sentido que estén guardados en el taller.
–¿Desde cuándo viene ese amor por el arte?
–Desde siempre. El abuelo de mi mamá, Luis Aquino, fue un artista muy conocido, así que quizás haya algún factor genético. De todas maneras, en algún momento quise estudiar Veterinaria pero no le capté la onda. Después hice un taller con Juan Doffo, entre otros, y más tarde me largué sola, que es lo ideal, porque si bien es bárbaro tener a alguien que te guíe y explique la técnica, está bueno jugar, probar. Hasta tiré cuadros o los pinté de negro porque no me gustaban. De eso también se aprende. Y estudié Fotografía, que tiene que ver con afinar la mirada.

–¿Cuál sería tu máximo sueño?
–Exponer algún día en el MOMA de Nueva York o en el Pompidou de París, que son dos de mis museos preferidos. Por lo pronto, en Buenos Aires, es muy posible que cuelgue mi obra en una galería. De hecho, me lo propusieron en Zavaleta Lab. Pero quiero esperar a terminar con este trabajo porque ya acordamos que voy a intervenir la ropa de la colección de invierno de Muaa y pronto voy a pintar algunas de sus vidrieras. Hago una cosa por vez porque quiero ir despacio, dando pasos seguros.
–También sos una gran jineta, que es una pasión que compartís con tu mamá.
–Sí, nos encanta, es muy lindo tener una cómplice en eso. Tanto el arte como la equitación me hacen sentir muy libre. El camino del arte no es muy fácil, hay que remarla mucho. Y la equitación es un deporte, así que también hay que entrenarse y dedicarse un montón. Yo me tomo muy en serio las dos cosas. Soy adicta a los caballos y me hace muy bien estar en contacto con la naturaleza porque siento que respiro mejor, me relajo y arranco de buen humor la mañana. Me encantaría dedicarme a las dos cosas a fondo, pero no planeo muy a futuro.
–¿Es verdad que te encanta la música?
–Sí, siempre quise tocar algún instrumento porque es otra manera de expresarme. Ahora estoy aprendiendo batería. Y antes estudiaba piano. Pero son cosas que hago para mí, como hacer gimnasia.
–¿Te cuidás mucho?
–Sí, bastante, soy coqueta y tengo algunas rutinas, como ir cada tanto al dermatólogo. También hago una gimnasia especializada para montar, dos veces a la semana. Hace poco me caí con un caballo nuevo que tengo y me abrí la pera, pero enseguida me volví a subir porque hay que afrontar los miedos.
–Las manos veo que tampoco las descuidás. ¡Tenés una obra de arte en las uñas!
–Me las viene a hacer una chica a casa, Melania Soldo, que también se las hace a Calu Rivero. El diseño lo pensamos entre las dos y muchas veces tiene que ver con alguna obra mía. Como son muy cargadas y, además, cuando pinto no hay forma de tenerlas lindas, es un gustito que me doy cada tanto.
Llega el momento de la despedida. Se apaga el grabador y Cande sonríe, aliviada. "No fue tan terrible. Muchas gracias", dice, con educación perfecta. Agarra su celular con funda de Spider Man, da un beso y se va tranquila y alegre, tal como dicta su espíritu
Texto: Lucila Olivera.
Fotos: Paul Roger.
Producción: Georgina Colzani
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