Sus herederas, Bárbara Bengolea y Amalita Amoedo, la despidieron en el cementerio de la Recoleta junto a sus íntimos. “Vivía siempre pendiente de los demás”, dijeron
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Hacía poco más de cuatro meses, María Inés de Lafuente Lacroze (71), la única hija de Amalia Lacroze de Fortabat, la empresaria más poderosa de la historia de nuestro país, había atravesado uno de los momentos más dolorosos en la vida de una madre: la muerte de un hijo. El martes 21 de abril pasado, Alejandro Bengolea, su primogénito, murió tras haberle dado batalla al cáncer durante varios años. Quienes conocían y querían a la heredera de una de las fortunas más grandes de Argentina (valuada en mil trescientos millones de dólares, según la revista Forbes) dicen que si bien había decidido no hablar más de su queridísimo Ale, no logró recuperarse de la partida de quien fuera uno de los grandes pilares de su vida.
Ciento cuarenta y un días después de aquel tristísimo momento, Inés encontró la muerte por sorpresa. Fue el viernes 11 de septiembre, a las diez y media de la mañana, el día en que su hijo Alejandro hubiera cumplido 51 años. Las causas: "Una insuficiencia respiratoria aguda, secundaria a una enfermedad pulmonar obstructiva crónica y asociada a una insuficiencia cardíaca e hipertensión arterial", según confirmó a ¡Hola! Argentina su médico clínico, Cristián López Saubidet.
Adiós , "Mamama"
"Decía que no estaba triste, pero tenía el corazón destrozado. Era una maravilla de persona, muy querida y muy buena. Por suerte, se fue mientras dormía y en paz", contó el padre Carlos Barreiro –su gran confesor y amigo íntimo de toda la familia– después de la misa que rezó en memoria de Inés el sábado 12, a las nueve y media de la mañana, en el dúplex de "Mamama" (como la llamaban sus nietos). Hasta allí se acercó un grupo muy pequeño de seres queridos para acompañar a sus hijas, Bárbara Bengolea (48), fruto de su matrimonio con Julián Bengolea, y Amalia Amoedo (39), la única hija que tuvo con Julio Amoedo, y a sus nietos: Sofía y Alejandro (h) Bengolea (hijos de Alejandro y Zelmira Peralta Ramos); Marcos, Tomás e Ignacio Ferrari (hijos de Bárbara y Esteban María Ferrari); e Isabella y Angelina Camerucci (hijas de Amalita y Mauro Camerucci).
A las once en punto el cortejo fúnebre partió de su casa, en Libertador y Ugarteche, hacia el cementerio de la Recoleta, donde la esperaba una guardia de honor conformada por cadetes de la escuela de la Policía Federal, institución que Inés amadrinaba. Su deseo era ser enterrada en el panteón de la familia Reyes –el apellido de su abuela materna, a quien adoraba, según explicaron sus allegados– y sus hijas respetaron el último pedido. "Decía que el panteón de los Lacroze [donde su madre fue enterrada en febrero de 2012] estaba muy lejos y que prefería estar cerca de la puerta", le confesó a ¡Hola! una persona muy cercana a la familia. "Además de ser buenísima, Inés era muy especial y es entendible que haya querido conservar cierta independencia. ", agregó la misma persona.
Últimas horas en Petit Comite
Dueña de una generosidad y de una lealtad sin límites, las últimas horas de Inés fueron felices. La noche anterior comió en El Burladero, su restaurante preferido, adonde solía ir cuatro noches a la semana. Como tantas otras veces, fue una velada tranquila, que compartió con su gran amigo, Gino Bogani, y con Martín Cabrales. Pidieron croquetas de bacalao, guiso de mondongo y arroz con leche "con mucha canela", los platos preferidos de Inés, y hablaron, como siempre, de todo. Esa noche, ella contó que por primera vez no estaba de ánimo para presidir el "beneficio" de la Policía Federal porque había tenido un año muy complicado. Además, compartió sus impresiones sobre los estrenos en el cine y sus ideas respecto de la actualidad del país. "Mamá era graciosa, intuitiva al punto de pescar todas las mentiras y nada snob –contó su hija menor, Ama–. Le encantaban la política, el tango y el box", agregó.
"Es muy difícil decir qué voy a recordar de ella porque todavía sigo en shock", explicó Gino Bogani. "Me dejó en casa a las doce y media de la noche y me desperté con la terrible noticia. Voy a extrañar todo de Inés: su personalidad, su altruismo, su inteligencia, su bajo perfil y la claridad con la que se manejaba en los afectos. La verdad es que me va a hacer mucha falta", agregó el couturier.
Marina Dodero, otra de sus almas gemelas, la describe así: "Era una mujer bárbara, con un perfil muy bajo que se la pasaba haciendo cosas por los demás sin que nadie se enterara. Su corazón era demasiado grande y no pudo soportar la muerte de su hijo Alejandro. Vivió a la sombra de su mamá, pero para mí fue mucho más grande que ella. A Inés le debo lo más lindo de la vida: una amistad incondicional. Fue puro amor".
Un corazón delicado
Si bien nadie pensó que su partida iba a ser tan repentina –los últimos años se la veía más "libre", cuentan sus allegados–, lo cierto es que la salud de Inés sufrió varios reveses, que se agudizaron en el último tiempo. En julio, el doctor Ignacio López Saubidet, hijo de su médico, viajó hasta Barcelona para buscarla después de que pasara varios días internada en terapia intensiva tras sufrir un cuadro de insuficiencia cardíaca con una hipertensión pulmonar asociada. Desde hacía tiempo, de hecho, contaba con un tubo de oxígeno que la ayudaba a respirar y se movía en sillas de ruedas. Sus últimas fotos, en el entierro de Alejandro, dan prueba de ello.
"Era cuidadosa en todos los aspectos de la vida, salvo con el cigarrillo, su punto débil. Fumaba dentro del auto, donde siempre viajaba en el asiento del acompañante, y hasta cuando veía Las mil y unas noches, su telenovela preferida", confía otra persona allegada a Inés, que también destaca lo buena madre que fue para sus tres hijos, a quienes adoró. En el último tiempo, Inés había confiado que extrañaba muchísimo a su madre y que, a diferencia de ella, que vivió hasta los 90, prefería morir joven.
El viernes 11 a la mañana, sus pulmones ya frágiles y su corazón, que cargaba con una profunda tristeza, claudicaron. "La voy a extrañar siempre y la recordaré con todo su amor, que ahora es mío. Mi madre vivía pendiente de los demás, y siempre preocupada por los otros. Fue la mejor mamá del mundo, una hija ejemplar y una abuela incondicional", le confesó emocionada a ¡Hola! Argentina su hija Bárbara. "Fue el amor de mi vida. La mejor madre y la mejor amiga. Era discreta, bondadosa, auténtica, audaz", dijo Amalita, la menor, la luz de sus ojos.
Texto: María Güiraldes
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