Gabriel Corrado: la condecoración italiana que recibió, el “renacimiento” de la pareja y su presente en la TV Pública
El actor habló con LA NACION de su fuerte conexión con Italia, su historia de amor con Constanza Feraud, la distancia con sus hijos y los desafíos de su faceta como conductor
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Orgulloso de sus raíces italianas y de la fuerte conexión profesional que forjó en esas tierras, Gabriel Corrado (64) vive con mucha emoción su reciente condecoración con la Orden de la Estrella de Italia, otorgada por el presidente Sergio Mattarella por su contribución a la promoción de la cultura de ese país en el mundo. “Para mí fue un halago muy importante. Si bien yo no soy italiano, soy nieto de italianos por parte de mi madre y de mi padre, así que lo vivo como una caricia al alma, es lindo que te den un reconocimiento”, asegura el actor y conductor a LA NACION en una cálida charla en la que recuerda las largas mesas familiares de su infancia, la euforia con la que lo recibieron en Italia después del éxito de La extraña dama y el día en que conoció el pueblito de su bisabuelo materno. Además, habla de su historia de amor de casi 40 años junto a su mujer, Constanza Feraud, la vida de sus hijos en el exterior y su presente laboral en la TV Pública en medio de los “ruidazos” y paros de los trabajadores que están reclamando por sus salarios.


-Siempre honrás tus raíces italianas. ¿Qué recuerdos tenés de tu infancia y las costumbres que te inculcaron tus padres y abuelos?
-Siempre me sentí argentino e italiano. Me crie en una familia de tradiciones italianas, tanto del norte, del Piemonte, por parte de mi mamá, que el apellido es Corrado, el que uso artísticamente, como del sur, de Calabria, por parte de mi papá, que el apellido es Andreacchio y no lo uso porque es difícil de pronunciar [se ríe]. Entonces, además de criarme escuchando el acento italiano, también aprendí a hablar el dialecto. De chico recuerdo la comida, el afecto, las mesas largas con muchos primos y tíos [su padre tenía diez hermanos], la música de Mina, Lucio Dalla o Rita Pavone y la gestualidad. Cuando las ficciones argentinas empezaron a exportarse a Italia, los coproductores de allá nos decían que nuestra gestualidad sincronizaba perfecto con el doblaje italiano.
-¿Habías ido a Italia antes de que allá se estrenara La extraña dama, que fue un suceso al igual que en la Argentina?
-Había ido a los 25 años como turista con mi mejor amigo. Todavía no trabajaba en televisión, había hecho algunos bolos, pero no vivía de esto y recién me habían dado el carnet de actor. Volví unos años después del éxito de La extraña dama y cuando llegué al aeropuerto pensé que estaban esperando a un futbolista o a un rockstar, pero me estaban esperando a mí. Aparte, como a mi personaje le habían cambiado el nombre y le pusieron Gabrielle, en el aeropuerto me decían “Gabrielle” y yo no lo podía creer. Pensaba “qué bárbaro”, pensar que un día mis abuelos salieron de acá y se fueron a la Argentina, y para mí era como cerrar un círculo. Fue muy fuerte y lo sigue siendo. Gracias a esa ficción me empezó a salir mucho trabajo en coproducciones italianas [también como conductor], algo que no imaginé cuando empecé a trabajar como actor. Mi sueño no era tan grande y esto superó mis expectativas.
-Viviste allá por trabajo y solés viajar todos los años, pero recién hace dos años conociste el pueblo de tu bisabuelo materno. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Hace dos años fui jurado de un festival de cine que se hace en el Piemonte. Una escritora italiana que sabe mucho sobre las raíces de los piamonteses en el mundo me contactó y descubrió el pueblo de mi familia materna, Castelnuovo Bormida, que yo no sabía. Fue de donde salieron mi bisabuelo con mi abuelo cuando era chico. Esta mujer se ocupó de todo, me mandaron un auto, me llevaron hasta el pueblo, que es muy chiquito, y me recibió el síndaco, que sería el intendente, con cuatro familiares míos, Corrado, que no conocía. Fue muy emocionante. Les recité un versito piamontés que sabía de chiquito y me lo contaban para tomar la sopa, y ellos se emocionaron y me abrazaron, no lo podían creer. Me miraban las facciones y la verdad es que teníamos algunos parecidos, como el hoyuelo que tengo en la pera, que es como una marca de mi familia, y los ojos claros.


“Reconociéndonos juntos”
-¿Cómo llevás la distancia con tus tres hijos, que viven en el exterior?
-Lucas vive en Ámsterdam, Lucía en Alemania y Clarita en Nueva York. Para las fiestas de fin de año nos juntamos acá en la Argentina, y con Constanza viajamos una vez por año y nos reunimos con ellos en algún lugar. Si me pongo a pensar en la intimidad, con una mano en el corazón, es duro tener a los hijos lejos porque te perdés el día a día. Pero la tecnología te acerca, es como teletransportarse, y estamos realmente muy conectados. Lo vivimos con alegría porque ellos se están desarrollando y están bien, con un poco de melancolía, pero nunca con tristeza. Cuando tenés hijos, realmente querés lo mejor para ellos, y creo que están haciendo su camino y siempre hay tiempo para volver. Esa es mi filosofía. En su momento, cuando me tuve que ir sentía culpa por dejar a mis padres. Pero mi papá un día me dijo algo muy sabio, y es que siempre para volver uno tiene tiempo, pero la experiencia de vivir y trabajar en otro país es incomparable porque crecés muchísimo.


-Y con tu mujer, ¿cómo viven su matrimonio en esta etapa de su vida, con casi 40 años juntos?
-Hoy nos encontramos en una etapa de renacimiento de la pareja a partir de que nuestros hijos están lejos. Lucía se fue en 2019, y Lucas y Clarita se fueron en 2021. Lo tomamos como una oportunidad. La pareja tiene que renacer siempre, no existe un diccionario del buen matrimonio. Nosotros nos vamos adaptando a los cambios, como todos, y al paso del tiempo. En esta etapa, el hecho de habernos mudado de nuevo a la capital [antes estaban en Bella Vista] hace que tengamos una vida social bastante activa. Somos los dos muy culo inquieto, muy de hacer planes, emprender, viajar. Así que estamos en esa etapa, reconociéndonos juntos en otra edad y sin hijos. No siento esta cosa del nido vacío, porque si no suena a melancolía y a bajón, y eso no está en nuestra naturaleza.

“Ojalá se resuelva”
-A nivel profesional, en diciembre volviste a la TV Pública con Estamos en una. ¿Qué desafíos te atraen de la conducción?
-Me encanta conducir y lo aprendí en España. Cuando surgió esta oportunidad, conseguí un productor, a Damián Backman, y quise desarrollar un formato a mi medida porque uno tiene que saber potenciar lo mejor de uno y esconder las limitaciones. Estoy aprendiendo mucho, sobre todo a entrevistar, que es un arte y no lo había ejercido mucho. Me apasiona porque me informo y estudio mucho para saber con quién voy a hablar. Y también me estoy dando gustos. El otro día canté “Rasguña las piedras” con Hilda Lizarazu y con Lito Vitale en el piano, y canté un bolero con Dyango. Eso a mí me emociona, es la gloria, porque mis padres me mandaron a un conservatorio y de chico aprendí música, canto y guitarra. Por otro lado, también estoy en la gestión de buscar sponsors y empresas que nos acompañen, porque hoy, con esta nueva directiva de la TV Pública, los programas tienen que ser autosustentables.
-¿Eso genera una presión extra?
-Lo vivo como un desafío lindo, no como algo malo. O sea, no me pongo a llorar. El negocio del entretenimiento cambió en todo el mundo, no es solamente un tema de la TV Pública. Hay que entenderlo y aggiornarse, sino fuiste. Hay que ser muy creativo para producir hoy y para hacer ficción. Acabo de escribir un guion con Sol Levinton para hacer una película, que se va a llamar Línea de ratas, sobre la llegada de los nazis a la Argentina. Tardamos un año en hacerlo, yo había escrito tres novelas literarias, pero nunca un guion. Todo es querer ir por más, seguir aprendiendo.

-Hace poco, en tu programa se vivió uno de los “ruidazos” que están llevando a cabo los trabajadores de la TV Pública en reclamo de mejoras salariales, y se te criticó mucho por tu reacción. ¿Querés explicar qué pasó?
-Fue una sorpresa cuando pasó. Y me salieron a putear algunos que seguramente quieren aprovechar esto políticamente, no los compañeros que se manifestaron. En ese momento estaba la chica que habla de vinos, Teresa García Santillán. Se empezó a escuchar el ruido y ella pensó que, como era el día del Malbec, habíamos traído una sorpresa de música. Entonces, fui a hacia ella a brindar como para que siguiéramos haciendo el programa, porque esto es un show televisivo. Y por eso me salieron a matar, porque decían “¿cómo estás brindando cuando tus compañeros están reclamando?”. No, porque al día siguiente cuando los empleados de la Televisión Pública se manifestaron, nosotros paramos, dijimos “bueno, esto que están escuchando es esto” y nos pidieron ir al corte desde el control.
Ojalá que esto se resuelva. ¿Qué puedo decir? Yo no puedo hacer nada. Ojalá que se resuelva porque es gente que trabaja con nosotros. Si esto sigue existiendo, se escuchará [al aire] porque se escucha cuando la gente se manifiesta. Y está bien. Nosotros quedamos como en el medio de la situación, de este reclamo sindical. Pero nosotros no podemos hacer nada. Ojalá que se resuelva porque no hay nada mejor que estemos todos felices y contentos de hacer el programa que estamos haciendo y de hacer televisión.
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