Mónica Santibáñez: trabajó con Luisa Kuliok en La extraña dama, se alejó del medio y vive una gran historia de amor
Volvió a trabajar luego de varios años, protagonizando una obra que homenajea al culebrón
9 minutos de lectura'

Fue la dulce Sor Beatriz de La extraña dama, compinche de la protagonista de la novela, Luisa Kuliok. Pero antes de ser popular, Mónica Santibáñez hizo mucho teatro: trabajó en el San Martín y en el Cervantes. Después de un tiempo de estar alejada de las cámaras y los escenarios, LA NACION conversó con ella en la intimidad de su casa en Balvanera, un espacio cálido y lleno de luz que la actriz comparte con su compañero Carlos y que la refleja perfectamente.
Al repasar su carrera, Santibáñez asegura que tuvo la suerte de no buscar nunca trabajo porque en general le llegaban propuestas sin proponérselo. Además, revela el motivo de su impasse: en los últimos años estuvo cuidando a su mamá, que falleció en 2020. Pero ahora ya está lista para volver y así lo hizo con Déjame amarte, una obra que homenajea al culebrón y puede verse en el Centro Cultural 25 de Mayo con entrada gratuita.
“Es una fiesta popular. Estamos impactados. Cuando Irina Alonso, la autora y directora, me dio el material, pensé que era una bomba y me encantó porque acá siempre hubo muchos prejuicios con los culebrones. Después ya no, cuando los intelectuales empezaron a sumarse a las novelas. Y para mí es una vuelta hermosa. Adoro el culebrón y lo defiendo a muerte porque se reflejan todas las pasiones humanas, que tratamos de domar a fuerza de análisis [risas]”, dice con entusiasmo mientras saborea un café cortado.
—Hace años que no trabajás, ¿por qué?
—Es verdad que hace tiempo que no trabajo, aunque el año pasado dirigí La flor de la locura, un unipersonal con María Nydia Ursi Ducó. Me ocupé de mi mamá durante algunos años y eso requería mucha energía de mi parte. Pero sí di clases de actuación frente a cámaras y también en el conservatorio que hoy es universidad y sentí que cerraba un círculo; lo cuento y me conmueve [se emociona].
—¿Por qué?
—Entrar al conservatorio y hacer la carrera fue la primera decisión importante que tomé en mi vida. Hasta ese momento siempre había ido a donde me mandaban porque era responsable y prolija. Salí del Carlos Pellegrini pensando que tenía que seguir una carrera de título importante y me anoté en Arquitectura, aunque ya me interesaba el teatro.
—¿Y entonces como llegaste a la actuación?
—En 6º año tuvimos teatro y el profesor Jorge Vera Ocampo, que era un alumno de Agustín Alezzo, me dijo que tenía que seguir actuación. En ese taller sentí algo por primera vez, que solamente a veces volví a sentir sobre el escenario y ahora sé qué es y se llama plenitud. Sin embargo, me anoté en Arquitectura y en primer año una compañera me dijo: “Mónica, ¿qué estás haciendo acá?” Esa noche volví y les dije a mis padres que iba a dejar Arquitectura para estudiar teatro. Ya trabajaba en un estudio contable, me acuerdo. Y desde ahí empezó una vida diferente porque empecé a ser y a descubrirme. Me cambió la vida, me sanó y seguí mi verdadero deseo.
—¿Cómo entraste al medio?
—Un día una compañera me dijo que estaban tomando pruebas para Doña Rosita, la soltera. Y ahí fue mi debut. Yo tuve mucha suerte y considero que es algo que hay que tener en este oficio, además de responsabilidad, fuerza de trabajo y condiciones, porque yo no busqué trabajo, sino que empezó a aparecer. Era mágico. Recuerdo que trabajaba en un banco y pedí una licencia sin goce de sueldo para poder ir de gira. Estuve a punto de renunciar a la obra, pero Cecilio Madanes se enteró y me dijo que no lo hiciera. Entonces... ¡Renuncié al banco! Cuando terminé esa gira me llamó Carlos Muñoz, un compañero que iba a dirigir una obra sobre monjas y me sumé a Canción de cuna. Ganaba más que en el banco y trabajaba con Eva Franco, Marisa Herrero, Erika Wallner, Laura Bove y el galancito era Daniel Fanego.
—¿Sor Beatriz de La extraña dama entonces no fue la primera monja que hiciste?
—¡No! Hice muchas. Al tiempo me llamaron de Canal 13 para el ciclo Los espectaculares de Thelma Biral y estuve en el capítulo de La hermana San Sulpicio y fui una monja. Después apareció un representante que me fue enganchando en Compromiso y Las 24 horas, las novelas de Gallo Paz. El trabajo me llegaba. Una vez fui a dar una prueba para la obra Boda blanca que dirigía Laura Yusem y no quedé, pero fue una hermosa experiencia. No tenía prejuicios y estaba feliz porque era todo nuevo y jugaba con esto que me alimentaba el alma. Muchos años después me crucé con Laura en los pasillos del Teatro San Martín, donde trabajé mucho, y me dijo que recordaba que yo había dado una prueba y quería que supiera que nunca más las había tomado porque me hubiese elegido a mí, pero le exigían que fuera alguien con cartel. Fue muy lindo que me lo dijera, un hermoso piropo.
—Igual no te fue difícil hacerte un lugar en el teatro y la televisión...
—No, Rodolfo Graziano, que era director del Cervantes, me vio en la novela Todos los días la misma historia, en donde yo era la sirvienta de la casa que estaba de novia con un carnicero que era (Guillermo) Francella y de ese personaje se desprendió De carne somos. A partir de ahí, Graziano me llamó para hacer Sueño de una noche de verano y después, Así es la vida. En esa estaba cuando un día pasé por la puerta del Teatro San Martín y pensé que debería ir a buscar trabajo ahí. Al otro día, me llamaron y me dijeron que estaba en una lista de gente que trabajaba allí en papeles menores y que Kiev Staiff me quería ver. Fui sin expectativa y me contrataron para hacer Galileo Galilei, de Bertolt Brecht. Creí que me moría. Nunca supe exactamente quién dio mi nombre para que yo estuviera en esa lista.
—Se confirma una y otra vez que el trabajo te llega sin buscarlo. ¿Cómo aparecieron La extraña dama y después Soy Gina?
—Estábamos en gira con el Teatro San Martín en una obra con Cristina Murta y a través de ella conocí a la directora Diana Álvarez. Y me dieron el personaje más divino, Sor Beatriz porque era chispita, un encanto. Y la novela era hermosa, querías ver cómo seguía. Yo no fui la única opción para hacer a la monjita; un día escuché al productor Omar Romay que le decía a la autora (Lucy Gallardo): “Ves, esta es la actriz que quiero para Sor Beatriz porque puede hacer drama y comedia porque tiene la ceja de tal manera y esa cara dulce” [risas].
—¿Después hablaste con la autora sobre eso?
—Sí, en realidad, la autora pensaba en otra actriz para el papel. Con el tiempo me encontré con ella y conversando me preguntó a quién se le había ocurrido ponerle esos lentes. Y la verdad es que se me ocurrió a mí para mostrar el paso del tiempo de la monjita. Me dijo que cuando lloraba no se me veía la cara. Fue un personaje extraordinario que la gente recuerda todavía. En ese entonces yo conocí a mi compañero, justo se le había muerto una tía, lo acompañé al velorio y cuando el tío me vio entrar se sorprendió porque encima era gente muy católica y veía la novela con su mujer. Me abrazó fuerte, me acuerdo. Me di cuenta de que acompañábamos a mucha gente, algunos enfermos. Y se vio en todo el mundo. Impresionante.

—¿Estás en pareja?
—Sí, desde hace 30 años. Fue fotógrafo del San Martín durante treinta años. Ahí nos conocimos y se llama Carlos Flynn. Tiene tres hijas y el título de abuela lo pedí y me lo dieron [risas], así que tenemos cuatro nietos hermosos.
—¿Qué otra cosa hiciste en ese tiempo que no trabajaste?
—Básicamente, me ocupé de mi mamá. Yo creo que es una cuestión de energías y así como mágicamente se daban las cosas porque yo estaba disponible, algo en mí no estuvo disponible en un momento. Además hay menos trabajo y menos personajes. Mi mamá falleció en pandemia y soy de las que no pudo despedirla porque estaba internada. Nunca pensé que iba a ser la última vez que iba a verla y la saludé de lejos. Estaba en una clínica de rehabilitación porque había estado internada y necesitaba recuperarse; y se pescó Covid.
-De alguna manera, Déjame amarte cierra otro círculo entonces...
-Tenés razón. Y sobre todo en este momento tan áspero en que se pierde de vista el amor. Nos hemos convertido en algo muy feo, hay mucho destrato, maltrato y la palabra fue perdiendo valor desde los 90. Está bueno volver al amor, aunque también hay traiciones en la obra. Y yo soy una mala malísima.
-Hiciste pocas malas...
-Sí. Hice a una mala en Hombre de mar, una novela que grabamos en Mar del Plata. La directora me dijo: “Vas a ser Misery en esta novela [en referencia al libro de Stephen King]” y me compré lentes de contacto claritos para enfriar la mirada. Después me arrepentí porque tenía que ponérmelos y sacármelos todos los días. Otra mala que hice fue en una obra de mi amiga Adriana Jenta sobre la uruguaya Delmira Agustini, la primera mujer en escribir poesía erótica. En el oficio tuve mucha suerte. Capaz me lo invento, pero me gusta pensar de esta manera. Me hace bien.
Para agendar
Déjame amarte puede verse en el Centro Cultural 25 de Mayo (Avenida Triunvirato 4444 CABA) el 16 y 17 de agosto y el primer fin de semana de septiembre, a las 18. Entrada gratuita.
1Jessica Alba se sinceró sobre su desnudo en Los Cuatro Fantásticos: “Fue muy humillante”
- 2
De la elegancia de Zoe Saldaña y Sydney Sweeney a la felicidad de Miley Cyrus, tras su compromiso con Maxx Morando
3Yami Safdie: el consejo que le dio Chris Martin, qué piensa del odio que recibe en redes y su gran sueño
- 4
La noche de Mirtha: del look en negro de la Chiqui a la confesión sobre los llamados que le hace Antonio Banderas



