Osvaldo Laport y el confuso incidente en San Luis: "Nunca tuve escándalos y llevo una vida prolija"
Cuando tenía apenas 18 años y llegó a Buenos Aires con la ilusión de ser actor, no imaginó que iba a hacer suspirar a cientos de mujeres con sus galanes de telenovelas. A sus 63 años, Osvaldo Laport todavía tiene algo del Catriel de Más allá del horizonte, el Guido Guevara de Campeones de la vida, el Amador Heredia de Soy gitano y el Martín Fierro de Son de Fierro; o Franco Buenaventura y tantos personajes más que interpretó en sus 36 años de trayectoria. Hoy el actor está un poco golpeado por la denuncia por violencia de género y calumnias e injurias que le hizo la dueña de un restaurante de San Luis, cuando Laport estaba de gira con la obra de teatro Rotos de amor.
Pero también está reflexivo, entregado a su labor de Embajador de Buena Voluntad en ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), atento a su matrimonio de 40 años con la actriz Viviana Sáez y orgulloso de su hija Jazmín.
Laport acaba de estrenar Un susurro de alas, todos los miércoles a las 21 en El método Kairos, seguirá de gira con Rotos de amor y dirige dos obras en un teatro en Escobar, donde también da clases de teatro. Incansable, prepara, además, una obra en la que dirigirá a su mujer y a su hija.
–¿Era un deseo volver al teatro off con Un susurro de alas?
–El que más o menos me conoce sabe que soy un bicho de teatro y siempre intenté romper estructuras. No por probar a ver qué pasa, sino por los desafíos que eso implica. Lo mismo pasó con "Bailando por un sueño". Me convocaban todo el tiempo y yo decía que no, pero tenía una cosa acá (se señala el estómago). Una temporada hice una comedia con el Chato Prada y Federico Hope (productores históricos de Marcelo Tinelli) y empezaron a comerme el coco. Entonces me dije: "¿y por qué no?". Siempre entendí que el "Bailando" es un semillero para los artistas, una posibilidad para quienes no pudieron transitar la comedia musical, como es mi caso. Fue una oportunidad, más allá de la exposición que me costó mucho. Tenía 60 años entonces, y si no me llamaban para una comedia musical me iba a quedar con las ganas de ver qué me pasaba. Acepté y la pasé muy bien. Y después me convocaron para Siddharta, que si bien ahí yo no bailaba, era una comedia musical en la que se fusionaban varios géneros. Más o menos me pasa lo mismo con Un susurro de alas. Ya había hecho teatro off.
–¿Tenías necesidad de volver a las raíces? Así comenzaste tu carrera en los 80.
-Exactamente. Y ahora vuelvo. Verdaderamente, lo mío es pasional y no por plata. La mano fue así: la directora Graciela Pereyra y la autora Sandra Franzen fueron a verme a Rotos de amor, me esperaron a la salida, se presentaron, me dijeron que les había gustado mi composición y que querían que leyera un libro. Lo mismo me pasó con Rotos de amor, me enamoré del texto y además no podía decirle que no a trabajar con Pepe Soriano, Víctor Laplace y Hugo Arana. Estaba con mil actividades pero me llegó el texto de Un susurro de alas por mail, lo leí y me enamoré.
–¿Recibís muchos textos, muchas propuestas?
–Como actor recibo mucho material y no puedo leer todo. Sin embargo, leí ese, no sé por qué. Tenía que ser. Me junté con la directora y fui a decirle que era bellísimo pero que no tenía tiempo. El único día de la semana que podía ensayar era el martes, y apenas tres horas porque también necesitaba descansar y estar en familia. Y encima estuve un mes en Córdoba, filmando una película que se llama El bandido, y cuenta el detrás de un artista. Interpreté a un cuartetero romántico, y canto un tema al final. Cuenta las internas con su representante, su relación con la familia, cómo es cuando se baja del escenario. La filmamos íntegramente en Córdoba, y en co-producción con España. Muy buena experiencia. Aproveché que eran las vacaciones de mis clases de teatro. Se fusionaron las productoras de la película y de la obra de teatro, entonces filmábamos de lunes a viernes, y de jueves a domingos hacíamos la gira por todo Córdoba. De verdad estaba en mil cosas. Doy clases de teatro en Escobar y estreno dos obras en el Teatro Seminari, que cumple 130 años; es más viejo que el Teatro Colón. Logré formar un elenco estable y los fines de semana hacemos los dos obras. Una está basada en la vida de Alejandra Pizarnik y se llama El club de la serpiente. Y la otra es Mamá te presente a mi novie, una comedia sobre un chico judío que se enamora de una chica trans.
–O sea que en casa apenas te ven. ¿Hay reclamos?
-Me acompañan. Somos una familia de artistas. Jazmín ya tiene 24 años y es un orgullo. Me sorprende qué clase de actriz, cantante y bailarina es la loca. Es completa. Jazmín sabía que tenía que prepararse porque cuando se abre una puerta tiene que demostrar que no es "la hija de". Y en cuanto a ese tema, ha transitado diferentes estados porque cuesta hacerse un lugar. Un día me llamó y me dijo que iba a llegar tarde porque estaba haciendo una cola para una audición de La voz argentina. Tenía el número 6000 y había una cola como de veinte cuadras. Y me confesó que no iba a decir que era Jazmín Laport sino Jazmín Urdaquiola, que es mi apellido paterno. Me pareció brillante. Jazmín es un alma que tiene estas actitudes. Y me emociona (se le llenan los ojos de lágrimas).
–Tu hija salió a apoyarte cuanto tuviste esa denuncia en San Luis, hace algunas semanas.
–Sí. Fue un episodio traumático, brutal. Me duele mucho más la reacción de algunos medios de prensa que la brutalidad de esa gente. Está todo en manos de abogados porque ellos me iniciaron juicio por violencia de género, abuso de confianza, daños y perjuicios. Y me puso una perimetral. Todavía no puedo hacer nada, porque hay que ver qué sucede judicialmente. Pero no estaba solo sino con mis colegas de Rotos de amor, así que hay testigos. Fuimos al lugar equivocado. Pero insisto, mi dolor no es lo que sucedió sino el espacio que le dieron algunos medios a esa gente sin llamarme, sin consultarme, sin tener mi campana. Nunca tuve escándalos y llevo una vida prolija.
–Pero, ¿qué pasó esa noche?
–Estábamos tomando algo y de pronto nos lleva a un VIP, para que todos nos vieran, y me pidió una foto, pero no con un celular sino que apareció un fotógrafo con una cámara profesional. No quiero dar muchos detalles, pero me usaron. Fue muy sucio: dijeron que me levanté 17 veces al baño y no conozco el baño. Dijeron que tiene pruebas pero no muestran el video sino rescates de imágenes fijas. Hay muchas cosas que pasaron y que no dicen. Fue una brutalidad lo que sucedió, pero yo tengo la conciencia tranquila. Y sumado lo de algunos medios de prensa que se portaron muy mal y es lo que más me duele. Pero bueno, este episodio traumático no deja de ser un aprendizaje. Volviendo a Jazmín, subió a las redes una cita de lo que soy para ella. Ahora mucha gente me saluda y me dice: sos un ídolo pero tu hija es más ídola que vos. Y ese es mi patrimonio. Si me preguntás qué me pasó con todo esto, claro que me dolió pero rescato el crecimiento. Estos cachetazos te enseñan, te obligan a crecer. Yo siempre ando por la vida muy transparente, muy confiado; no tengo picardía.
–De alguna manera, ¿seguís siendo el chico que nació en Juan Lacaze, en Uruguay?
–Sí, en algún punto sí. Y ser embajador de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) me ha hecho ver tantas crueldades que para mí todo es una estupidez y nos quejamos de llenos. He visitado un hospital en el Congo donde la especialidad es la reconstrucción vaginal. Hace 16 años que soy Embajador de Buena Voluntad y ACNUR nunca había tenido una cuenta para que la gente pudiera hacer sus donaciones y acompañar a los refugiados. Estructuras que a veces uno no entiende. Este año bregué por eso y finalmente tenemos una cuenta que viene de la mano de la Fundación ACNUR que se encarga específicamente de las donaciones.
–ACNUR debe ser un gran aprendizaje en tu vida.
–Si, lo es. El crecimiento viene de la mano de lo que cada uno tiene marcado. Y los viajes que hago con ellos me han enseñado mucho. Siempre fui un tipo muy observador. Son crisis humanitarias que yo llamo crueldades humanitarias. Ir a esos lugares me mostró cómo es el dolor verdadero, la violencia de género verdadera. Este año no pude viajar pero queríamos tratar el tema de la apatridia, los hombres y mujeres que no tienen nacionalidad.
–Viniste a estudiar teatro a los 18 años pero empezaste a trabajar en el medio casi diez años después, ¿cómo te ganabas la vida antes?
–¿Qué no hice? A los 8 años era canillita de mi pueblo. Y no he parado de trabajar. Vine a los 18 años a estudiar teatro y me ganaba la vida en obras en construcción, vendiendo sábanas puerta por puerta, en una rotisería, después una sastrería. Y el primero que me dio la oportunidad de trabajar como actor y con continuidad fue Luis Tasca, en la novela Cara a cara. Siempre he sido de generar mis trabajos, no puedo quedarme quieto: no está en mi espíritu. Me adueñé de un bocadillo de Pepe Soriano: "Hay que morir viviendo". Y eso hago. Yo tuve padres muy audaces para lo que era el pueblo en aquella época, y les agradezco profundamente muchas cosas. Mi papá, Rubens, hacia teatro en el pueblo, ocasionalmente. Yo era su público. Murió hace algunos años. Mi mamá, Teresa, falleció antes, de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica). Recuerdo que una vez viví algo que tal vez está relacionado con el episodio sucedido en San Luis. Mi mamá tenía ELA y yo me negaba a escuchar a los médicos que me decían que no había cura. La llevé a todos lados. Pero era Osvaldo Laport quien llevaba a su mamá a diferentes clínicas y lugares. En una grabación, cuando mamá ya había muerto, me citaron en un lugar que me pareció conocido. Cuando el productor me vino a buscar para grabar, me dijo que me esperaban para una foto, porque mi mamá había estado internada en esa clínica donde íbamos a trabajar. Cuando fui, había toda una movilización de gente y un gran mural de mi mamá, el médico y yo (hace un silencio). Estaban lucrando conmigo. Y yo no hice gratis ese tratamiento, de hecho fue muy caro. Entonces, basta de especulaciones y de brutalidad. Recuerdo que me dio mucho dolor, me fui y entendieron que estaba emocionado.
–Si mirás para atrás, ¿qué ves?
-Una bella historia de vida. Creo que estoy en la mejor etapa. Está buena la adultez.
–¿Te llevás bien con los años?
–Sí, y los aligero disfrazándome de ridículo. Hay personas de mi generación que no se atreven, pero quizá estas licencias están vinculadas al arte. Yo no festejo nunca mis cumpleaños pero Viviana se empeña en hacerlo, y a veces me sorprende. Cuando cumplí 60 me dijo que tenía que tirar la casa por la ventana. Le dije que no, claro. Y me contestó: "Pero dale, cumplís 60". Y me quedé: "¿Cuántos?", le pregunté. Creo que es porque transito la vida con pasión. No hay que permitir que la vida te pase por encima sino que uno tiene que pasar por encima de la vida. Y así he vivido cada uno de mis trabajos como actor, más allá de éxitos y fracasos. No me di cuenta que pasó la vida, la vivo con pasión, alegría y entrega.
–Fuiste el protagonista de muchas novelas, ¿alguna vez tuviste problemas con tus colegas, las heroínas de esas historias?
–No, yo siempre me lavé bien los dientes. Las chicas dicen que soy el único actor que siempre está perfumado. Nunca me dijeron nada mis compañeras, al contrario, alguna vez he pedido perdón si hubo algún beso apasionado, porque el personaje lo requería. Entonces pedía disculpas, preguntaba si estaba todo bien. Nunca tuve un problema. Bienvenida sea la lucha de las mujeres, claro. Las acompaño.
–Te une a Viviana una historia de 40 años. Y si bien han tenido desencuentros, siempre volvieron. ¿Hay algún secreto de amor?
–Si, hemos estado separados pero nos hemos vuelto a elegir, a seducir. No hay ningún secreto, me parece que está relacionado con las personalidades y el amor, obviamente. Ahora estamos transitando una etapa bella. Este año he estado bastante tiempo fuera de casa y nos dimos muchas sorpresas, a veces viajando ella y otras, yo. Los sentimientos van mutando. Y muta el amor también. Ahora el silencio no deja de ser un acto de amor. Quizá antes discutíamos hasta querer que el otro le diera la razón. Ahora nos tranquilizamos y hablamos cuando estamos bien. Hoy hay muchas relaciones descartables que no apuestan a una nueva oportunidad y creo que tiene que ver con la imposibilidad de entender que el silencio también es parte del amor.
–¿Hay proyectos?
–Tenemos un proyecto familiar para hacer teatro con Viviana y Jazmín. Queremos estrenar el 7 de diciembre en el Teatro Regina. Es un espectáculo de burlesque en el que están, además, Rodolfo Ranni, Pablo Sorensen y Yani Giovanetti, una amiga de Viviana que es una bailarina reconocida a nivel internacional. Nos faltan algunos personajes y yo la voy a dirigir. Se llama Burlesque Baires Show, y empezamos a ensayar en octubre.
Más leídas de Personajes
"Fui a fondo siempre". Eduardo Husni: sus años en VideoMatch y 100% lucha, su historia de amor y a qué se dedica ahora
"Con otros actores no pasa". Zendaya opinó sobre una particular obsesión que notó entre sus seguidores
“No podemos permitir que el odio nos destruya”. Ricardo Darín se sumó a las críticas por los recortes en el Incaa y pidió unirse a la marcha de hoy