Qué es de la vida de... Efraín, el portero de Señorita Maestra
Héctor Fernández Rubio, recordado por su emblemático personaje, habló con LA NACION sobre el estigma que puede generar un papel y lo que significó para él la muerte de Lemercier
"Hala, hala, hala... blancas palomitas". Para muchos esta frase no significará nada, para toda una generación traerá instantáneamente recuerdos de la infancia -y no tanto-. El programa Señorita Maestra marcó una época en la televisión argentina, pero luego sus protagonistas parecieron caer en una especie de maldición o estigma.
Héctor Fernández Rubio, el recordado Efraín, habló con LA NACION sobre lo que fue trabajar en este emblemático programa, lo que le costó poder pensar un futuro sin decir la famosa frase y además, lo que significó para él la muerte de Cristina Lemercier. "Llegué a odiar a Efraín, hasta que pude empezar a convivir con él", aseguró.
El éxito del programa y su papel lo encasillaron, Rubio asegura que poco a poco se fue amigando con su realidad, pero confiesa que el teléfono después de Señorita Maestra no sonó tanto como le hubiera gustado. "Adrián Suar cada vez que me ve me dice : "hala, blancas palomitas", pero no me llama para trabajar", reconoce.
-¿Que pasó cuando termino el éxito de Señorita maestra ?
-Cuando terminamos Señorita Maestra, vino el programa Dulce de Leche. Luego, estábamos contratados para hacer uno nuevo, pero fue cuando murió Cristina. Su muerte fue como haber pedido a una hermana, fueron muchos años de alegrías y penas juntos. Ahí traté de dejar en el recuerdo a Efraín, me hacía mucho daño. La terapia me ayudó, me fui encaminado.
-¿Que pensás que pasó con vos y este personaje?
-Conmigo pasó algo inusual, con el tiempo lo fui entendiendo. Ese programa fue grato para los niños, me asociaban con un amigo. Era como el tío bueno, el abuelo.
-¿Pero en un momento tuviste que guardar el personaje?
-En un momento sí, yo no entendía cómo podía ser que me pidieran autógrafos sino estaba en cámara. Adrián Suar cada vez que me ve me dice : "hala, blancas palomitas", pero no me llama para trabajar, sólo lo hizo para algunos capítulos de Sin Código .
-¿A qué te dedicaste éstos años?
-Me acabo de jubilar después de 15 años de maestro de ceremonias de la Secretaria de Cultura de las Nación, gracias a Pacho O’Donell que en su momento me había llamado para proponerme un programa para la tercera edad. Eramos actores que íbamos a los centros de jubilados, llevábamos libros, hablábamos con los jubilados, y les contábamos historias del programa. Y mientras trabajaba en la Secretaria me llamaron para hacer un personaje en Yago la novela de Facundo Arana. Me llamaban y podía elegir, no quería hacer cualquier cosa para estar, eran tres capítulos en principio y terminó durando un año, fue increíble lo que paso con el padre Atilio, pudo opacar a Efraín por un tiempo.
-¿Hay alguien con quién puedas comparar tu carrera?
-Quizá en su época le habrá pasado a Beatriz Taibo con su Pelusa, Arturo Puig en Grande Pa o a las famosas "chancles". Pero creo ser único. Tengo los pies sobre la tierra, y el corazón agradecido a Dios, por lo que me da. Nunca lloré por la profesión, se lo debo a mis viejos, aprendí a ganarme el pan no solo por ser actor, sino haciendo otras cosas, tuve un taller de teatro, durante siete años, el teatro sirve mucho para la vida.
-¿Que pasó con el libro de Lucia Puenzo, La maldición de Jacinta Pichimahuida ?
-Estoy enojado con la talentosa Lucia Puenzo. Me molesta el engaño, esta mujer me llamaba y me decía que quería hacer una homenaje de Señorita Maestra. Yo no entendía por qué no llamaba al resto... y al tiempo sale La maldición de Jacinta Pichimahuida. Maldición hubo como en todos lados, la maldición es como la vida y la muerte. Cristina hizo su vida y Dios determinó en qué momento tenía que partir. Estamos vivos, disfrutemos, pero nos vamos a morir.
-Ahora, ¿vas a despedir a Efraín en un unipesonal?
-Sí, le quiero dar un cierre al personaje, me pegó fuerte lo de jubilado. Todavía estoy bien, estoy listo para todo, tengo mi cuerpo entrenado, y ahora me vuelve a emocionar con el cariño que recuerdan a Efraín. Yo no tomo conciencia, en los colectivos y subtes no me cobran. El otro día fui a tomar un café y cuando pedí la cuenta, me lo habían pagado.
La maldición. Al hacer un repaso por algunos emblemáticos personajes de
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