Netflix: en El legado de Júpiter, dos generaciones de superhéroes enfrentadas por su forma de ejercer la justicia
La nueva serie original de Netflix, basada en el cómic de Mark Millar, plantea un correcto pero no demasiado inspirado choque de generaciones y sensibilidades
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El legado de Júpiter (Jupiter´s Legacy, Estados Unidos/2021). Creador: Steven S. DeKnight, sobre la historieta de Mark Millar y Frank Quitely. Elenco: Josh Duhamel, Leslie Bibb, Elena Kampuri y Andrew Horton. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.
Muy lejos de los héroes tradicionales que luchan procurando jamás aplicar justicia por mano propia, El legado de Jupiter se convierte en un título ideal para maridar con The Boys o Invincible. Se trata de un nuevo acercamiento al mito del héroe moderno, en el que la posibilidad de contar con grandes poderes se convierte en la puerta de entrada a una vida de lujos y excesos. Y esa es la idea que explora esta ficción, pero proponiendo una óptica que reformula ligeramente las bases de ese planteo.
The Utopian (Josh Duhamel) es un veterano superhéroe que lucha contra el mal desde hace varias décadas. Fue testigo de la Segunda Guerra Mundial, de Vietnam, y de innumerables crisis políticas y sociales. Y en su cruzada, su máxima siempre fue la misma: no involucrarse en cuestiones políticas, limitándose a inspirar a las personas comunes, encargadas de construir un país mejor. Ese personaje, al que no cuesta nada comprender como una relectura de Superman, tiene un firme código moral que consiste en no matar, en no utilizar su poder con fines mezquinos, y en poner su vida al servicio de la humanidad. Pero en la actualidad, sus valores parecen oxidarse a paso acelerado. Su propio hijo, Paragon (Andrew Horton), intenta seguir los pasos de su padre, pero considera que esos ideales no son aplicables al siglo XXI, y su hermana Chloe (Elena Kampouris), ni siquiera se plantea una vida dedicada a la justicia, prefiriendo pasar el tiempo en fiestas. De esa manera, el protagonista choca una y otra vez con sus descendientes, a los que sin éxito, intenta inculcarles una tradición superheroica, entendida según la sensibilidad de otra época.
En muchas de sus historietas, el guionista Mark Millar ensaya el qué significa ser un justiciero en la actualidad. Ese planteo le permitió escribir títulos muy populares como Superior, Kick-Ass, Super Crooks o Kingsman. En la obra de Millar abundan los personajes cínicos, y tramas que coquetean demasiado con aires de pretendida sofisticación, pero que pronto se revelan como lecturas que enganchan más por el tono que por la historia. Esa fórmula termina por hacer extraños a muchos de sus protagonistas, y a excepción de unos pocos (como Dave en la mencionada Kick-Ass), ninguno de ellos desarrolla con sus lectores un vínculo de genuina empatía. Y quizás algo de esto haya notado el guionista Steven S. DeKnight, cuando le tocó trasladar El legado de Júpiter a la pantalla chica.
Un poco como sucede en The Walking Dead, la versión televisiva de El legado de Júpiter no juega a calcar la trama según se desarrolla en las viñetas, sino que prefiere jugar con esos mismos elementos proponiendo un camino alternativo. El juego de diferencias entre cómic y serie es enorme, la lógica de muchos personajes cambia y sus vínculos son muy distintos, sin embargo algo se mantiene: la tensión entre varias generaciones que no coinciden en su forma de comprender la justicia. De ese modo, el corazón de la historia tiene que ver con una mirada pragmática sobre el rol de los héroes, contra la visión extremadamente idealizada de Utopian. Y a diferencia de propuestas similares en donde el límite entre buenos y malos está definido, aquí abundan los grises. Nadie es tan bueno ni tan bondadoso ni tan malvado: aunque los personajes tienen un mismo objetivo, difieren en su metodología. Y mientras el altruismo a prueba de balas de Utopian puede resultar vintage, la extrema falta de valores y amoralidad de una nueva camada de justicieros tampoco promete ser el camino más indicado.
Sin embargo, y a pesar de sus puntos a favor, El legado de Júpiter no termina de desarrollar una identidad definida. Ninguno de los protagonistas logra un peso como puede ser el de Butcher en The Boys (aplicando el tedioso juego de las comparaciones). De esa forma, la historia parece más preocupada en exhibir opiniones, que en desarrollar personajes. Y si bien la fricción entre dos generaciones de héroes resulta atractiva, no hay un trabajo demasiado pulido con respecto a quiénes son esos justicieros y por qué sus sensibilidades resultan tan opuestas. El legado de Júpiter cumple pero no destaca, es correcta pero poco trascendente.
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