El Marginal 3: un día en el rodaje y lo que se viene en la serie que marcó un hito en la televisión pública
"¡Soltáme!", grita Mario Borges e insulta violento a unos encapuchados que lo arrastran, junto a Diosito, por un pasillo de San Onofre. Hay fiesta de carnaval pero no para ellos, que acaban de caer en manos de la Sub21 y del grupo de boxeadores que se suma a la trama. La escena es parte de un día clave del rodaje de la tercera temporada de El Marginal , la serie que acercó a la pantalla chica con rotundo éxito un retrato de la realidad carcelaria.
Capece, el guardia corrupto de mirada sádica, recorre el penal y sonríe, aunque aún no está actuando. A unos pasos, caracterizados con mamelucos harapientos, conversan distendidos el exjugador e ídolo de River Plate, Rodrigo Mora y el rapero Dtoke, figura del freestyle argentino. Ambos participan en este día de filmación junto a parte del elenco y decenas de extras que siguen las indicaciones de Alejandro Ciancio, el director.
"Esta escena es el puntapié inicial del desenlace de la serie", señala el encargado de dirigir la ficción creada por Sebastián Ortega y producida por Underground y Contenidos Públicos SE. En esta tercera (y última) temporada, "se mantiene el nivel de acción y se hace foco en los vínculos entre los personajes, en las relaciones familiares, de amistad y de lealtad" que se dan en el encierro. "Hay también humor en el personaje de Diosito, que es como nuestro superhéroe de cómic", comenta el director a LA NACION.
La nueva entrega de ocho capítulos que dará cierre a la tira a partir del 9 de julio, se sitúa temporalmente dos años después del "motín de las palomas" y uno antes del secuestro de Luna, la hija del juez Lunati. Los hermanos Borges, Mario (Claudio Rissi) y Diosito ( Nicolás Furtado), han consolidado su poder en el penal tras derrotar a El Sapo (Roly Serrano) y tienen un plan para obtener el dinero que necesitan para "comprar" su libertad. Ejercen el control pero afloran en ellos varios conflictos personales.
"Los problemas que se le presentan a Diosito tienen que ver con sus vínculos afectivos, principalmente con su hermano. La relación entre ellos un poco peligra y se ve distorsionada en cuanto a la unión que conocemos de los Borges. Pasan cosas que hacen que tomen posturas diferentes y en ello también influyen personajes satélites que los modifican", explica Furtado.
La Sub21, la banda de reclusos del patio que lidera César, el personaje de Abel Ayala, y que entre otros integran Emanuel García y Brian Buley, busca destronarlos. Para ello, se alía con un exboxeador caído en desgracia ( Alejandro Awada ), cuya actitud pasiva dentro de la cárcel, limitada primero a entrenar a reclusos, se modifica por un incidente que lo lleva a comandar una venganza contra los Borges.
El mayor de los hermanos "está muy atento a la hora de liderar algo que se va desmadrando constantemente, ya que el poder se disputa todo el tiempo" en el penal, señala Claudio Rissi sobre su personaje. "Es como ser campeón y tener que revalidar el título", resume.
Por la vieja cárcel de Caseros circulan actores y equipo. La puesta de la serie es el resultado de múltiples decisiones conceptuales y estéticas y de un diálogo constante entre directores, productores y técnicos, que parte desde el guion. En este enjambre humano que habita San Onofre, donde el gris pareciera atravesarlo todo, nada está librado al azar.
Los actores llegan al recinto bien vestidos y salen del trailer "sucios", cuenta el equipo al hablar de las labores de caracterización de los personajes para transformarlos en reos. En maquillaje se encargan de simular heridas y de aplicar toda una variedad de productos para dotarlos de un aire de desprolijidad, cuenta Stefi, integrante del equipo. "Además hay muchos tatuajes falsos y hay que dibujarlos", añade. Entre los diseños que realizan se encuentran los que luce Diosito: una telaraña y la calavera que lleva en la panza. A Furtado también le cubren un tatuaje propio que desentona con el del preso.
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Andrea es una de las encargadas de los peinados, que responden a cortes específicos respetando los looks de continuidad de los actores en el relato. "A Diosito se le tiñe el pelo cada 15 días y también a Toto (Ferro), que a mitad de la temporada ya está rubio", explica la peluquera, tras aclarar que todo es en parte tutelado por Sebastián Ortega. "Él tiene definidos los looks de cada uno en cada momento. Sabe cómo los quiere", apunta. La cabellera de Mario Borges varía de tonalidades según las escenas. "Por momentos tiene más canas o se lo oscurece con un aqua negro. Todos pasan por acá y todas las semanas se cortan el pelo. Lo que más cuesta es la Sub21, cuando vamos al patio y son 20 y están todos en fila, como sacando número para peinarlos", cuentan con humor.
El equipo de vestuario cumple otra función destacada. Yamila Coller, una de sus integrantes, explica: "Uno ve a los actores como muy desgreñados, pero todo está pensado. Por ejemplo, los colores de la ropa, lo cual sirve para separar los mundos dentro de la cárcel. La Sub21 tiene unos colores, una paleta más jugada y estridente, y los Borges, otros. Para ellos, que están en los pabellones, se eligen colores más neutros y equilibrados, que no saturen", señala. Esta área "desgasta" la ropa con aerosoles, lijas, parches. "Todo es una costumización de la cosas para avejentarlas. Se compra en ferias y se hace todo acá", explica. Los extras también reciben su vestuario.
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En la jornada en la que LA NACION acompaña al equipo en el rodaje, hay varios actores vestidos de guardias. Fabián Gervasi es uno de ellos y tiene experiencia en papeles similares en otras producciones como El puntero o El tigre Verón. "Para este papel hay ciertas acciones que tenés que hacer entendiendo de qué se trata: cómo manejar un arma o cómo arrastrar a alguien", cuenta. Dardo Figueroa, su dupla en la toma, dice que para ello hay que dominar "técnicas para no lastimar al actor o mismo a nosotros, ya que hay mucho forcejeo y tiene que ser ficción pero que parezca lo más real posible. Gente de servicio penitencial nos explicó cosas que nos han servido", comenta.
Por el pasillo por el que luego arrastrarán a los Borges, junto a un pequeño altar, hay otro guardia, el actor Eduardo Guardiola. "Esta virgen es Stella Maris y en el patio hay muchos santos propios de los rituales tumberos, como San La Muerte", acota. Gracias a la ficción, tanto él como otros intérpretes pudieron familiarizarse con códigos tumberos que les eran ajenos. "Ahora sé qué significa una espada con una víbora hacia abajo (que se tatúan cuando matan a un suboficia)l; o hacia arriba (a un oficial); qué son los cinco puntos, que supone que ya estuviste preso y eso te da jerarquía, o que, según su clase, los presos se ubican en pabellones, celdas o en la ranchada", cuenta.
San Onofre es, en palabras del director, un personaje más. Sus paredes presentan un sentido de verdad que supera a cualquier decorado. "Eso genera un clima e influye en la energía de todos en el lugar de trabajo. Se siente el frío. Tiene mucha historia y eso modifica el día a día, la cárcel siempre está presente", asegura Ciancio.
Este escenario tétrico albergó semanalmente, sin embargo, ya desde la primera temporada, un ritual forjado por el equipo. "Cuando termina la semana, nos quedamos con el elenco en la cárcel, nos comemos un asado todos juntos y jugamos al fútbol, al basquet, al metegol y a las cartas hasta las dos de la mañana", cuenta el director.
En las grabaciones, el penal está ocupado por actores y también por antiguos reclusos que hacen de extras. "Es importante tener la mayor cantidad de extras pero no por eso buscamos en particular que sea gente que haya vivido la experiencia de estar encerrada. Se dio. La serie llama mucho la atención, genera fanatismo y hay quien viene con ganas de aportar lo vivido, lo cual nos sirve", agrega.
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El elenco es de unos 25 actores, a los que se suman unos 50 extras por día, que sobrepasan los cien en escenas como las del patio. Para elegirlos, se convocó un casting al que se postularon más de 7.000 aspirantes, muestra de la devoción que despierta El Marginal, producción ganadora de 12 premios Tato y del Martín Fierro de Oro en su primera temporada, y convertida en hito de audiencia en la Televisión Pública Argentina en la segunda entrega.
Entre los seguidores de la ficción, están figuras de la música y del deporte, como el futbolista Rodrigo Mora, que grabó escenas como miembro de la Sub21. "Es la primera vez que actúo y me gusta, me entretiene y lo paso bien", señala el jugador recientemente retirado.
Duki, emblema del trap argentino, es otro confeso amante de la serie y está previsto que grabe un videoclip alusivo, aunque no actúa en la trama, como sí lo hace su colega y estrella del freestyle, Dtoke. "Soy muy fan de la serie y por un conocido comenté que quería hacer un casting. Nunca había actuado y estoy viviendo una experiencia loca y divertida", señala el músico. Él también forma parte de la banda de Abel Ayala y en algunas escenas endulza con su música lo rutinario del penal. "Con algunos de los chicos metemos algunas rimitas en el patio", señala y reflexiona sobre la presencia de estos géneros musicales en los espacios de encierro. "En contextos así, la música es una forma de liberar la cabeza, hay tiempo para escribir y se cuentan experiencias que se viven en la calle o en la delincuencia", opina.
Además de Alejandro Awada, a esta entrega se suman Lorenzo Ferro (El ángel), que interpreta al hijo de un empresario poderoso ( Gustavo Garzón ) y que cometió "un error adolescente" por el que lo encierran tras la muerte de sus amigos en un accidente, luego de que él manejara sin autorización el auto de su padre. Ana María Picchio también se une al elenco como secretaria de cárceles. "Su personaje es un contrapunto al de Daniel Fanego de la temporada pasada, que era una persona más garantista y que entendía la reinserción del preso como una posibilidad. Ella piensa que los presos no tienen vuelta atrás y que hay que tratarlos casi como a animales. Es un personaje muy fuerte y con idas y vueltas con la corruptela de Antín ( Gerardo Romano ), a quien conoce desde hace mucho tiempo", comenta el director.
¿A qué debe el éxito de El Marginal? Claudio Rissi cree que "hay cierto voyeurismo respecto a lo prohibido, a lo oculto del mundo carcelario", que atrae, y agrega que uno de los valores de la serie reside en el énfasis del guion en las relaciones humanas. "Están cargadas de contradicciones y de tensiones. Los personajes no son lineales y con eso el espectador se sorprende y disfruta al no saber para qué lado va a saltar la cosa", opina.
Nicolás Furtado coincide en que la trama refleja "un drama muy fuerte, además de ser un policial con acción y con humor, que presenta vínculos muy desarrollados entre los personajes. Y que sea en una cárcel siempre llama la atención. Es un escenario que la gente quiere ver porque le impresiona y porque es un mundo lejano. Y a través de la serie tiene la posibilidad de espiar esta naturaleza y a este tipo de personajes", concluye el actor.
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