Paula Chaves: "Le tengo mucho miedo a la muerte"
Lejos de mostrarse ansiosa, sabe que hay algo del destino que debe dejar fluir. Será por eso que no se angustia ante la postergación, para 2020, del estreno de Bake Off Argentina, El Gran Pastelero, la producción que Turner Latin America realiza para la pantalla de Telefe. "El tiempo pasa volando, y lo bueno se hace esperar". Con humor, Paula Chaves enfrenta la charla con LA NACIÓN en un alto de las grabaciones. "Es tan buena la nueva temporada que, me parece, arrancar en 2020 esta buenísimo. Además, me gusta la combinación de los números, tengo un toc con las cifras pares".
En el mientras tanto, la actriz y conductora estrenará obra de teatro en Villa Carlos Paz. Nuevamente compartirá escenario con Pedro Alfonso, su marido. Eso es lo único confirmado para la comedia que aún no tiene elenco ni título, pero que buscará volver a liderar la taquilla de las sierras como sucedió en temporadas anteriores. Telefe le autorizó la aventura escénica, a pesar de la exclusividad como líder de Bake Off.
La conducción le sienta bien. Éste parece ser el formato que le confirmó una vocación y el programa que le acercó una suerte de validación de un medio, en no pocas ocasiones atravesado impiadosamente por los prejuicios. Bella, joven y top model. Lo que resuena ideal, a veces puede transformarse en obstáculo. Ella, orgullosa de lo suyo, no se fijó en los laterales. Prefirió mirar hacia adelante, sin percatarse de aquellos que se autoimponen el rol de juzgar y permitir, desoyendo a la poeta que bregaba por el prohibido prohibir.
"Me encanta conducir. Necesitaba pasar por todas las actividades y roles por los que pasé para darme cuenta que ésto es lo que me apasiona", confiesa mientras protesta por el pollo con tomate que le sirvieron como almuerzo y, según parece, no es un plato de su agrado. La mañana es gélida en Pilar. En medio de una estancia generosa en dimensiones y verde, se montaron las carpas que se convierten en los sets de grabación de la nueva temporada de Bake Off, la competencia televisada donde 14 concursantes amateurs buscarán convertirse en pasteleros profesionales. El programa, que fue un éxito en 2018 también con la conducción de Chaves será uno de los platos fuertes –no podía ser de otra manera tratándose de gastronomía–, de la nueva temporada del canal.
"Me siento muy cómoda en este tipo de formatos, entrevistando a chicos apasionados por la pastelería para que me cuenten sus historias de vida. Implica correrme del lugar de protagonista porque la gente quiere verlos y escucharlos a ellos. Además, es un trabajo en equipo que realizamos junto al jurado", reconoce quien fuera una de las concursantes más queridas de "Bailando por un sueño".
–Primero en la pasarela y luego en la conducción de Este es el show, tu lugar era protagónico. ¿Te resultó complejo correrte de esa zona para permitir el lucimiento de los concursantes?
–Mi rol y mi función en Bake Off es otro, tengo que accionar en función de los participantes. Contenerlos, equilibrar las emociones, calmar la desesperación cuando un participante prepara un plato durante tres horas y, al sacarlo del freezer, se le cae. No puedo ser el centro de atención, sino acompañar.
–¿Te recuerda en algo a tus inicios?
-Sí. En 2003 fui una de ellos cuando participé en Súper M. Los veo y pienso cuando llegué de Lobos esperando que Ricardo Piñeyro y Matilda Blanco me eligieran entre tantas chicas. Estuve en ese lugar, sé que cada mirada es crucial para el participante.
–A partir de los nuevos espacios ganados y los debates en torno al lugar y rol de la mujer en la sociedad, ¿sería posible hoy un programa como Súper M?
–Sí, pero se debería aggiornar.
–¿Qué cambiarías?
-No habría que exigirles a las mujeres estar delgadas. Ese no es un parámetro de belleza. De todos modos, tenía compañeras que comían y no engordaban porque no estaba en su ADN aumentar de peso. En mi caso, siempre me cuidé un poco más, pero tampoco me importó ni me importa mucho.
–¿Te resultaba un sacrificio participar en aquel certamen?
–No iba a cambiar mi cuerpo, si me querían elegir por como era, genial. Siempre tuve los pies sobre la tierra, nunca me planteé cambiar. De todos modos, hay que pensar ¿qué es una modelo hoy? ¿Una persona de un metro ochenta? Hoy no se buscaría eso.
–Se produjo un saludable cambio de paradigma. De hecho, en torno al mundo de la moda, las pasarelas son transitadas por mujeres más reales.
–Un cuerpo real es lo ideal, pero eso es muy heterogéneo. ¿Qué es un cuerpo real? Tampoco lo es un cuerpo con estrías y celulitis, porque hay chicas que se cuidan y hacen deporte. Lo que importa son los cuerpos sanos. Por otra parte, las chicas hoy buscan ser influencers, no modelos.
–En tu faceta como conductora, ¿tenés referentes?
–Amo a Vero Lozano. Tiene un humor fantástico, entrevista muy bien. Y tiene la generosidad de llamar a otra mujer para que la reemplace cuando se va de vacaciones. Eso habla de su seguridad. Cuando ganó el Martín Fierro recibió una ovación.
El cuento de la fama
–Tu popularidad fue en ascenso paulatino, pero tuvo una explosión vertiginosa. ¿Cómo te llevás con la repercusión pública?
-Se apaga la cámara y sigo siendo igual. No me como el papel de la famosa de la tele. Termino el trabajo y no me quedo enroscada. Desde ya, quiero que me salga bien y trato de aprender de todos los errores. Aprendí mucho de José María Listorti y de los panelistas de Este es el show. Todos ellos me ayudaron un montón a lo largo de tres años.
Me cruzo a mamás en la plaza que me dicen: 'Sos re normal'. No sé que esperaban ver
–¿Cómo procesás las críticas?
–No tengo en cuenta las redes sociales, ni lo bueno ni lo malo. Para mí es un trabajo y no me enrosco con ningún comentario. Llevo una vida normal. Me cruzo a mamás en la plaza que me dicen: "Sos re normal". No sé que esperaban ver.
–Es complejo mantener el equilibrio en un medio que marea y fagocita.
-A mí no me sucedió, pero es normal que te maree porque sucede todo muy de golpe. Vi a muchas, en ShowMatch que llegaron con aires de diva y pasaron. La popularidad llega, pero hay que entender que pasa. Todo pasa. A veces estás arriba y otras abajo. Nosotros tenemos trabajo continuo desde hace diez años, pudimos comprarnos nuestra casa, ahorrar. No paramos, pero disfrutamos de nuestro trabajo, pero sabemos que la realidad está en nuestra casa, con la familia y los amigos de la vida.
–Tu pareja con Pedro Alfonso se gestó en una suerte de reality en vivo en un programa de mucha audiencia. Sin embargo, hay una zona de resguardo de tu intimidad que preservás.
–Fue muy atípico lo que nos pasó con Pedro. En el 2010 yo tenía 25, recién me había separado, nos histeriqueamos. Lo que mostramos en cámara era real, pero, con el tiempo, lo importante fue fortalecernos como pareja más allá de lo que sucediese en la pista de ShowMatch. Mostramos lo que queríamos mostrar. Nos peleamos mil veces, pero nunca nos llegamos a separar.
La popularidad llega, pero hay que entender que pasa. Todo pasa
–¿Nunca hubo una separación?
–No. Estuvimos una semana entera sin hablarnos, pero nunca nos llegamos a separar.
–¿Ya convivían?
–Claro. Además actuábamos en el mismo escenario y nos teníamos que dar un beso en el final de la obra.
–¿Cuándo sucedió?
–El verano pasado.
–¿Llegaban juntos al teatro?
–No, cada uno por su lado. Camarín separado. Dormíamos juntos, pero no nos dirigíamos la palabra.
–¿Quién dio el primer paso para reconstruir el diálogo?
–Siempre él. Yo soy muy orgullosa. Cuando siento que fallé, pido perdón. Pero sucede que, en el ochenta por ciento de las veces, siento que tengo razón. Así que pego el portazo y me quiero ir.
–Como una diva del cine italiano, una suerte de Anna Magnani.
–En cierta oportunidad, Pedro, muy sereno, me dijo: "Que estas peleas sirvan para construir y no para destruir". Yo estaba como loca gritando, sacada… Y esa frase me quedó grabada. Uno aprende de la pareja.
–¿Qué más te enseñó Pedro?
–La tranquilidad, la paciencia, su forma de ver la vida. Yo soy más acelerada, pero soy feliz como soy, no quiero ser otra cosa. Resuelvo mil temas al mismo tiempo: mientras estoy con el turno del médico de Baltazar, veo cómo resolverle a Pedro algún tema de laburo. Esta cabeza va tan rápido que, a veces, tengo miedos irreales.
–¿Miedos irreales?
-Y sí, como pensar qué voy a hacer cuando tenga 80 años. ¿Para qué lo pienso? En mi realidad actual, es irreal eso. Para él solo vale el aquí y ahora. No sabe qué va a hacer mañana. Yo, en cambio, tengo organizado los dos meses siguientes. El me pide que vayamos más despacio. Pedro llegó para darme tranquilidad. Si vos dejás una cámara fija en casa, por horas, y luego la vez acelerada: Pedro estará en la misma posición y yo voy de punta a punta haciendo cosas sin parar.
–Sin embargo, esa pasividad suya se contradice con su gran capacidad de trabajo y con su responsabilidad como productor.
–Tiene una cabeza brillante. Pero todo va por dentro, no exterioriza.
–Comparten el medio, llevan tres temporadas sobre el mismo escenario de Villa Carlos Paz. ¿Se plantea entre ustedes algún tipo de competencia laboral?
–No. Al comienzo de la relación, quizás, algo de eso, pero no lo llamaría competencia, porque, en esa época, a mí no me conocía nadie, entré a ShowMatch por la ventana.
–¿Cómo sucedió?
–Paul y Willy García Navarro, mis representantes, arreglaron con los productores del programa contratar a Zaira Nara, Emilia Attias y Sofía Pachano como participantes si me metían a mí también. Yo era como un paquete que venía en el combo. Hicieron mucha fuerza para que estuviera.
–Es decir que, una vez más, al menos en términos de pareja, hay que creer en el destino.
–Y en los buenos manager también...
–El destino también le jugó a Pedro una muy buena pasada.
–Por supuesto, él ganaba un sueldito que no le alcanzaba ni para pagar el alquiler, los viejos lo tenían que ayudar y, de repente, Marcelo (Tinelli) lo hizo bailar. Eso nos dio mucha popularidad, pero al principio nos tanteábamos.
–¿Dudabas de sus declaraciones de amor?
–Me preguntaba: "¿Este estará enamorado realmente o habrá visto una beta económica en todo esto?".
–¿Te gustaba Pedro?
–Me encantó desde el minuto uno en el que lo vi.
–¿Cuándo fue? ¿Lo conocías previo a "Bailando por un sueño"?
–Lo conocí en Un sol para los chicos, un 8 de agosto. Pedro le tenía el cable al camarógrafo de Mariano Iúdica. Me acuerdo perfecto porque me di vuelta y me dijo: "Ah, sos chuequísima".
–El muerto se asusta del degollado.
–Cuando me dice eso, lo miro bien y lo veo barbudo, despeinado, y, creo, tenía un cigarrillo en la mano. Era el típico reo que a mí me encanta.
–Ahí mismo colocaste primera...
–No. Me puse un freno total porque venía de sufrir como una condenada con mi ex. Pero en cuanto lo vi, me encantó. Luego, con el tiempo, me fue ganando.
–Evidentemente, no te ofendió con lo de la chuequera.
–No lo podía creer, yo lo venía ocultando y disimulando tan bien en la pasarela, pero él se dio cuenta.
–Más allá de todas estas bromas y datos anecdóticos, ¿considerás que lo de ustedes sirvió para romper ciertos prejuicios y que abrió la posibilidad de vincular mundos que, aparentemente, no tienen nada en común?
–Creo que nos hubiésemos unido igual, nuestro destino estaba en cruzarnos. Creo en eso. Con respecto a los prejuicios, jamás fue parte de mi evaluación. Tuve novios con mucho dinero, que jugaban al polo y viajaban en aviones privados, y eso nunca me deslumbró. Nunca me pudieron conquistar a través del lujo. Siempre laburé. Cuando iba a visitar a mi exnovio, los pasajes me los pagaba yo. Nunca busqué un tipo con plata para que me mantuviese. De hecho, una relación anterior no funcionó porque yo quería trabajar, valerme por mi misma. Cuando me preguntan cómo me enamoré del chico de barrio que ganaba 1500 pesos por mes, no sé que responder. Jamás me fijé en eso. Me gustó y me gustó. Punto. No estoy pensando en qué tiene atrás. Yo estoy contenta con lo mío y no pienso en lo del otro.
–Conformaron una familia espléndida. ¿Piensan en un nuevo hijo?
–Sí, me encantaría. Pienso que el año que viene será. Olivia lo está pidiendo. Me dice: "Llamalo a papá así te pone la semillita y tenemos un hermanito". Ella no tiene ni idea cómo es la cosa, pero yo le expliqué que los hijos se traen al mundo con amor.
Miedos
–Hace un momento hablabas de miedos irreales. Y entre los reales, ¿a qué le temés?
–Le tengo mucho miedo a la muerte.
–¿Tendrá que ver con esa capacidad de adelantarte a los acontecimientos?
–Quizás tenga que ver con que soy escéptica con respecto a qué sucede luego de la muerte. Tampoco es que necesito ver la luz para comprobarlo. Cuando nacieron mis hijos este miedo se agudizó. Me da pánico pensar qué sucederá con ellos cuando yo no esté.
–Debe ser agotador vivir con tanto miedo.
–Uno aprende a manejarlo. Una vez, mi amiga Gegé Neuman me dijo que el miedo que se instala en la primera ecografía, cuando se aprecia el latido del bebé, no se va más. Después será miedo a que se golpeen en la plaza, más adelante el miedo al boliche. El miedo siempre estará.
–Tendiendo en cuenta tu juventud, tus miedos suenan bastante irracionales.
–Soy un poco hipocondríaca, así que estoy todo el tiempo chequeando el menor indicio de algo. Por suerte me agarra conmigo y no con los chicos. Pero si tengo un dolor de garganta, no pienso en un ganglio inflamado, mi cabeza se va a lo peor.
–¿Padeciste ataques de pánico?
–Sí, en la adolescencia.
–¿Superados?
-Lo pude manejar con el tiempo. Me sirvió para crecer y para darme cuenta que puedo confiar en mí.
–Sería muy paralizante cada nuevo síntoma de pánico.
–Pude entender que si me sucedió una vez y no me morí, no me iba a morir cuando me volviese a pasar.
–Esos ataques, ¿los podés atribuir a algo en particular?
–Era chica, con muchas inseguridades, mi mamá no estaba bien y tenía un novio que no me daba mucha seguridad. Fue una época mía en la que sentí que no podía con todo lo que me estaba pasando. Me sirvió para crecer, pero no fue culpa de nadie.
–¿Cómo se sale?
–Durante un tiempo tuve que tomar medicación. Nunca se va del todo. La transpiración de manos, la sensación de frío calor me recuerda episodios, pero no le pongo el título de ataque de pánico, quizás puede ser ataque de ansiedad.
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