A su llegada, María Sol Lanosa sintió frío. Aterrizó el primero de enero de 2017 en pleno invierno, e Islandia emergió como un gran bloque de hielo ante su mirada desorientada. Pero aquel frío también era emocional; todo le resultó incierto, se sentía confundida y exhausta luego de los dos días de travesía.
Su aventura había iniciado casi como un juego, se había postulado sin demasiadas expectativas a una beca y un día, para su sorpresa, el proceso comenzó a avanzar. Entonces, aun sin saber si la elegirían, no dudó en trabajar duro, ocuparse de los papeles, juntar información y dejar crecer aquella fantasía que la acompañaba desde su infancia. Es que, como buena estudiante de Turismo, desde siempre había soñado con salir a explorar el mundo, conocer gente y nuevas culturas. Ante la noticia su entorno quedó fascinado, ¿Islandia? Sin dudas se trataba de un destino intrigante y, al escuchar la novedad, la joven recibió únicamente sonrisas: nadie pensaba que sería un viaje de ida y que no iba a volver.
En Islandia Sol encontró el amor, pero también halló a una comunidad que la hizo sentir en casa desde el primer día. Aquella creencia de que, por ser nórdicos, se encontraría con un pueblo arisco y frío, se desvaneció y, en cambio, se descubrió rodeada de las sonrisas más encantadoras provenientes de seres afectuosos e informales, poseedores de un acento divertido, pero al mismo tiempo un inglés casi perfecto.
Luego de más de tres años viviendo en aquella lejana tierra, para Sol, la mágica Islandia se transformó en un suelo de grandes aprendizajes en donde cada día significa desafiar sus límites físicos y mentales. Aquel extraño país para muchos, le enseña a observar a la naturaleza bajo otra perspectiva, una en donde los fuertes vientos, tormentas y heladas la acercan a una inédita sensación de humildad al ver todo a su alrededor tan vivo y cambiante. Le enseña de resiliencia, tolerancia y versatilidad, en especial de la mano del Þetta reddast , una expresión que los locales utilizan a cada momento y que significa que no podemos tener siempre el control y que, al final, todo funcionará, todo se resolverá.
Una expresión a la que hoy, en el marco de los acontecimientos inesperados que afectan al mundo entero, Sol y su comunidad se aferran más que nunca con optimismo y acompañados por acciones peculiares, que actualmente les permiten decir que tienen la situación dominada.
Dedicada al turismo y residente en un país con un total de 1804 contagios registrados hasta el 26 de mayo del 2020 - 10 fallecidos, 1792 recuperados, 2 casos activos y una tasa de mortalidad del 0,6%-, y en una entrevista para LA NACIÓN, Sol comparte sus impresiones acerca de vivir en Islandia en tiempos de coronavirus.
-¿Qué opinás de las medidas de prevención que se implementaron en Islandia y cómo ha respondido el ciudadano? ¿Cómo están manejando la apertura?
Acá nunca se trató de suprimir la enfermedad por completo. Los primeros estudios indicaron que tenía más sentido crear un contagio controlado a fin de cuidar mejor a los grupos de riesgo, y que los de menor riesgo pudieran seguir llevando una vida relativamente normal. Ellos asumieron que el virus no iba a desaparecer, por ello buscaron la inmunidad colectiva. Fue así que, durante gran parte de marzo, la vida continuó como siempre y turistas infectados provenientes de otros países siguieron llegando a la isla. De hecho, en ese mes, con aproximadamente 29 casos, el gobierno nos decía que no teníamos que cancelar nada.
Recién a partir del 24 de marzo anunciaron que no podían reunirse más de veinte personas al mismo tiempo; cerraron escuelas secundarias, universidades, gimnasios, piletas y teatros, aunque jardines de infantes y escuelas primarias permanecieron abiertas.La actividad se redujo, pero los comercios se adaptaron a las condiciones impuestas para poder seguir trabajando.
En este punto surgió un poco de indignación. Personalmente, sentía que no estábamos siendo protegidos como población. ¿Cómo era posible que en el continente estuvieran tomando medidas tan estrictas y restrictivas, y que acá nos dijeran que no pasaba nada? Además, fue alrededor de esta fecha que las compañías comenzaron a despedir empleados. Ese fue el momento de mayor incertidumbre, aunque no por falta de información por parte del gobierno, sino porque se supo desde muy temprano que la economía islandesa iba a estar tan afectada como en Europa, algo que impactaría a los locales, pero mayormente a los extranjeros que elegimos Islandia como nuestra casa.
Las fronteras se cerraron recién el 24 de abril, con ciertas contradicciones porque hubo resistencia a poner en pausa al turismo por ser la actividad económica por excelencia que mantiene el país a flote, sin embargo, las mismas empresas ya estaban recortando personal y frenado las operaciones. Creo que el enfoque del gobierno fue arriesgado y que, en parte, funcionó por la acción indirecta de otros países de la región o de aquellos con mayor afluencia desde y hacia Islandia, que cerraron sus fronteras mucho antes, lo que permitió que no llegaran infectados.
Por otro lado, a pesar de que el objetivo primordial no fuera erradicar los casos, contaron con otros factores como el apoyo de deCode Genetics, que se ofreció a analizar a la población entera, así como buenas medidas de aislamiento para infectados y cuarentena para las personas que hubieran estado en contacto con ellos. Gracias al testeo constante y la transparencia con el manejo de la información se aplanó la curva y la población empezó a tranquilizarse. A partir de mayo, se flexibilizaron las condiciones sobre cuántas personas podían reunirse, abrieron las piletas y los gimnasios. Todo esto, por supuesto, contribuye mucho a la moral de la población, aunque cabe aclarar que acá ya casi nadie tiene cuidado ni respeta la distancia social.
Esperan abrir el país al turismo el 15 de junio, a más tardar, y están proyectando invertir mucho en marketing y en testear gratis a los turistas en el aeropuerto por las primeras dos semanas. La apuesta es llegar a aprovechar el final de una temporada que de otra forma estaría perdida.
Si bien creo que, en términos generales, la situación generada por la pandemia se manejó de manera regular en Islandia, hay que darles crédito por el éxito en la erradicación del virus. Pero la realidad es que la escala en la que opera un gobierno como este es mucho más chica que la mayoría de los países del mundo. En definitiva, su éxito se debe también a haber tomado medidas y haberlas mantenido, siendo claros en la dirección que ellos querían seguir y generando así confianza por parte de nosotros que, aunque teníamos nuestras dudas, ya sabíamos que las soluciones y respuestas se iban a ir encontrando conforme pasara el tiempo.
-En relación a la actividad laboral, ¿cuáles fueron las medidas que se tomaron?
El Estado sacó hasta ahora dos paquetes de medidas para asistir tanto a empresas como trabajadores, y realmente es lo que hizo toda la diferencia en cuanto a la percepción de la pandemia y la situación. De todas formas, de más está decir que hay una gran cantidad de gente en situaciones más delicadas, que no accedieron a los beneficios, que trabajaban por su cuenta y que los pone en un lugar muy vulnerable.
Definitivamente el sector más afectado es el del turismo . Más de 20.000 personas perdieron el trabajo desde marzo, y si bien la perspectiva de la apertura ayuda a pensar que muchos de esos puestos de trabajo serán ocupados de nuevo, la realidad es que no se sabe qué tan pronto las empresas van a querer incorporar nuevos empleados a su plantilla. Pero cabe mencionar también que hubo muchas empresas, sobre todo aquellas dedicadas a la tecnología, que hicieron una inversión muy grande para poder cumplir con las normas lo mejor posible y que sus empleados trabajaran cómodos desde casa.
Personalmente, trato de vivirlo con la mayor calma posible, y recordarme que no hay mal que dure cien años. Combato la incertidumbre haciendo actividades que no solía hacer y emprendiendo largas caminatas en la naturaleza. Al mismo tiempo, soy de las que piensa que el mundo, el Universo, o en lo que cada uno crea nos pidió que paremos, que tomemos un respiro para darnos cuenta de que el trabajo no es lo más importante que tenemos en nuestra vida, y de que extrañamos a nuestros amigos y familia si solo los podemos ver por el celular. Pero entonces, ¿por qué no dejamos el celular de lado cuando nos volvamos a ver cara a cara? Creo que tenemos mucho que aprender de esto.
-¿Cómo describirías el estado emocional que se vive allí?
En este momento hay un cierto optimismo generalizado, sobre todo desde que anunciaron que van a abrir las fronteras a partir de junio. Yo diría que colectivamente se acepta que la apertura total va a suponer un riesgo, pero al mismo tiempo todos sabemos que los únicos que podemos trabajar para reactivar la economía somos nosotros, la gente. Por otro lado, lo que se comenta es que, si bien hay preocupación por una segunda ola, se entiende que esto es una medida necesaria y que el país no puede permanecer cerrado y aislado por mucho más tiempo.
Hay muchos islandeses con casas y familia afuera, y ni hablar de todos los extranjeros que gracias a eso tienen la posibilidad de llegar a sus familias también. Además, se está invirtiendo mucho para impulsar el turismo doméstico. Al no haber turistas foráneos, los islandeses consideran que las atracciones se pueden disfrutar como hace 20 años atrás, cuando no había hordas de gente circulando por todos lados. Entonces están lanzando una cantidad de ofertas con grandes descuentos para motivar a los locales a viajar con el slogan "este verano es nuestro". Sinceramente mis opiniones son reservadas con respecto a esto, ya que significa de alguna manera quejarse de los efectos de una industria que es su principal fuente de ingreso y en torno a la cual construyeron su economía; pensar ahora en los turistas extranjeros como una molestia me parece un poco injusto.
-En tu caso, ¿qué sentimientos te atraviesan en esta situación como argentina, lejos de tu tierra y tus seres queridos?
Como argentina, esta es la primera vez que realmente me sentí aislada. Un amigo me decía: "En este momento estamos tan lejos de casa como de la luna", y es verdad, al no poder viajar sentimos que estamos más inalcanzables que nunca. Pero al mismo tiempo es una situación que por ahora no tiene remedio, que no podemos modificar, así que lo único que podemos hacer es tratar de estar lo mejor posible.
Tengo la suerte de que toda mi familia está relativamente sana. Más allá de los altibajos cotidianos que tenemos todos cuando no hay mucho que hacer, me tranquiliza verlos respetar la cuarentena y las reglas de distanciamiento. Si bien eso no es garantía de que no puedan infectarse, confirma que están siendo cuidadosos y responsables y es motivo de alegría, después de ver a tanta gente siendo tan irresponsables con cosas tan básicas.
Por último, intento recordar que es una situación provisoria. Probablemente muchas cosas cambien a raíz de esta pandemia, sin dudas, pero creo que recobraremos muchas de nuestras actividades pasadas y podremos alcanzar cierta normalidad, aunque lleve tiempo. Vamos a poder volver a viajar y ver a nuestros seres queridos, simplemente este no es el momento, "Þetta reddast" se dice acá, no se puede controlar todo. Lo que nos toca ahora es ser pacientes, algo que más fácil decirlo que practicarlo, pero tampoco tiene sentido gastar energía en cosas que en este momento no podemos solucionar. Debemos esperar y tratar de escuchar lo que todo esto nos vino a enseñar.
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