Son argentinos, viajaron y conocieron un lugar que los enamoró tanto como para dejar todo e irse a vivir allí. Cómo es la vida de estos aventureros que descubrieron ese sitio que sintieron como propio y del que no quieren despegarse. Una travesía que los llevó a distintos rincones del mundo o dentro de la Argentina, pero a miles de kilómetros de sus casas, a partir de la cual comenzaron una historia lejos de sus amigos y familia, pero con nuevos afectos. El paisaje, la gente, su cultura, un trabajo distinto, qué los cautivó de esta nueva tierra y porqué decidieron abrazar ese impulso que los conectó a su nuevo destino.
Tranquilidad, trabajo y buenas costumbres
Paz Dellacasa tiene 30 años, es diseñadora de indumentaria y se mudó a Londres en mayo de este año. "Fueron muchas las cosas que me encantaron de esta ciudad para elegirla, para quedarme a vivir. Por empezar las oportunidades laborales, soy argentina e italiana y tengo la oportunidad de trabajar aquí. Pero además me impactó la cultura, la educación y la cortesía de los ingleses. Please, thank you, sorry, son palabras que se usan al dirigirse a cualquier persona y es una costumbre incorporada de forma automática en su rutina diaria. Abundan los buenos modales, además de la seguridad y la tranquilidad de poder caminar en la calle sin miedo", cuenta. Amante de la naturaleza y del arte, Paz valora el cuidado del medioambiente y de los espacios verdes de los londinenses, además de la diversa propuesta cultural. "Los parques están pensados para aprovecharlos al máximo. Hay zonas para hacer deporte, otras para pasear e incluso zonas de bosques totalmente asilvestradas. Por otra parte, la cuidad tiene una variedad de museos impresionantes y en cada esquina, el arte callejero, los grafitis y murales, te obligan a prestar atención", agrega.
Para la diseñadora, la decisión de quedarse fue un tanto repentina. "La tomé estando acá, en principio había venido solamente por dos semanas, pero no estaba muy feliz con mi vida en Argentina y tampoco estaba muy contenta con mi trabajo. Resultaba complicado seguir emprendiendo en Argentina con la situación que atraviesa el país. Así que aproveche esta oportunidad para quedarme en una ciudad como ésta para crecer y desarrollarme profesionalmente en cuanto a moda y arte", aclara. Con una vida tranquila, planea disfrutar de su trabajo -su meta cercana es vender sus prendas pret-a-porter en tiendas multimarca- y mejorar su idioma, conocer gente de todas partes del mundo, estudiar y capacitarse. "Sigo eligiendo vivir en esta ciudad por mi trabajo, porque amo la cultura y por la calidad de vida. Lo que extraño de Argentina es mi familia y mis amigos, los afectos más cercanos. Por ahí volvería en un futuro, nunca se sabe".
Aventura y amor en Estambul
"Yo no sabía dónde estaba Turquía antes de elegirlo como destino", empieza su relato Leandro Martínez Delgado, cordobés de 35 años que vive hace 7 años en Estambul, en la zona de Kavacik. "Estando en Barcelona, una noche decidí hacer un viaje de aventura a un lugar donde no conociera a nadie. Con 28 años, solo y con poco dinero. Puse cuatro opciones de lugares en papelitos, elegidas al azar: Amstelveen (Holanda), Salzburgo (Austria), Moscú y Estambul. Saqué uno y fue Estambul. Investigué un poco sobre el lugar: aeropuerto, moneda e idioma, nada más, porque tenía que ser una aventura", cuenta.
"Al día siguiente compré los pasajes y el vuelo a Estambul salió el viernes siguiente, un 2 de octubre de 2012. Llevaba una mochila muy grande con toda mi ropa, una compu chiquita, unos botines de rugby, ya que jugué a ese deporte por muchos años, y 800 euros. Enseguida encontré un club de rugby llamado Istanbul Ottomans, allí unos chicos me acogieron en sus casas, me pidieron que me quedará para jugar, y me buscaron un trabajo como entrenador personal en un gimnasio. Después de 11 meses decidí volver a Barcelona y el día anterior a viajar le dije a uno de mis clientes que llamara a esa chica que hacía las traducciones entre nosotros en un grupo de whatsapp, porque él no hablaba inglés y yo no entendía nada de turco y había una chica que se limitaba a traducir nuestras conversaciones y quería agradecerle. Esa noche apareció mi cliente con ella. Nos sentamos y charlamos durante unas cinco horas", recuerda.
Lo demás transcurrió con una velocidad sorprendente, al día siguiente canceló su vuelo. "Aunque ella tenía novio vi que podía ser la indicada. Al cabo de una semana dejó a su novio, empezamos a salir y a los 11 meses nos casamos", dice. "Ella se llama Zeynep, su familia es de Rize, tiene 3 hermanas mayores y 3 hermanos mayores. Es una familia muy grande y bastante conservadora. Me costó adaptarme, pero ahora soy uno más. Llevamos 5 años casados, y en marzo del 2017, nació Eva. Vivimos en un departamento muy lindo, juntos fuimos los primeros en introducir el dulce de leche en Estambul -una marca de Barcelona que se llama Mardel. Ahora se puede conseguir en supermercados, restaurantes y algunas cadenas de producciones de golosinas", señala.
Actualmente es consultor de una empresa de belleza estética y entrenador personal, respecto a sus añoranzas de Argentina, admite "extraño mis fines de semana en el Córdoba Athletic, donde crecí rodeado de mis amigos del rugby, bailar cuarteto y comer alfajores todos los días. Las Navidades en el patio tirando cañitas voladoras. Los carnavales con bombuchas, ir a la Calera a pescar unas mojarrillas, los quioscos de mi barrio, el olor de la primavera y las fiestas. Extraño más los momentos vividos que cosas materiales".
Mi Barcelona querida
Julieta Domínguez es licenciada en Comunicación Social y Periodista y vive en la ciudad catalana desde fines de marzo de 2019. "No sé explicar por qué, pero hay algo de Barcelona que siempre me llamó la atención incluso sin conocerla. Tenía un estilo de vida en Buenos Aires que no me conformaba, concentrada en muchas obligaciones y con poca energía destinada a disfrutar, y en 2017 un día renuncié a mi trabajo y saqué un pasaje. Sabía que Barcelona era el comienzo, pero no sabía qué iba en medio y terminé recorriendo más de 10 ciudades", cuenta. Regresó a Buenos Aires y dos años después volvió a quedarse y confirmar que Barcelona era todo lo que soñaba, "para mi es la ciudad perfecta porque tiene playa, ciudad y montaña, con muchísimas cosas que resultan familiares como el idioma, la comida, el fútbol, el espíritu joven, el arte y las ganas de reunirse siempre, sumándole lo que no encontraba en ese momento en Buenos Aires, que eran seguridad y libertad para moverme en la calle" agrega.
Con 27 años trabaja como social media manager y no duda en asegurar que "¡éste está siendo de los mejores años de mi vida! Estoy disfrutando de una libertad que no me había permitido sentir antes, conociendo muchísima gente, nuevas costumbres y lugares. Afortunadamente la ciudad me recibió muy bien. Me uní a la peña de hinchas de San Lorenzo en Catalunya y eso me dio en solo una semana más de 150 personas con las que no solo ver fútbol sino hacer planes, viajes, conocer historias de vida y compartir sensaciones sobre emigrar. Puedo decir que estoy en una ciudad que hoy vibra de la misma forma en que vibro yo. ¿Volver? Así como no me gusta decir que Barcelona es para siempre tampoco digo que no volvería a Buenos Aires. Creo que hoy estoy en el lugar que necesito estar en esta etapa de mi vida y va a ser así hasta que sienta, si es que ocurre, que Barcelona deja de ser mi lugar", concluye.
Sofia Paredes Ginestet, de 32 años es otra de las cautivadas por la cosmopolita Barcelona. Estudió Relaciones Públicas en Buenos Aires y además es profesora de yoga. Después de viajar por el mundo, finalmente dejó la city porteña para instalarse en la ciudad española. "Barcelona tiene muchas cosas que me atraen, desde el buen clima, además tiene mar y montaña, mí mismo idioma y a la vez, es súper internacional".
Anteriormente, Sofía había viajado durante seis meses por Asia y Europa, y había vivido por un año en Berlín que se convirtió en otra de sus ciudades favoritas. "Si bien hoy en día Catalunya está bastante revolucionada, hay un orden y respeto que me gusta, no hay inflación y acá se vive de forma más tranquila que en Buenos Aires", dice. "Vivo en el barrio de la Barceloneta y bajo con mi mate a la playa; me gusta ir a caminar al parque de la Ciudadela que me queda muy cerca y necesito el verde; también voy cada día a mi clase de ashtanga yoga en mi barrio. "Disfruto de los parques y de hacer trekking en la montaña. Lo que más extraño de la Argentina es a mi familia y amigos. Por ahora no pienso en volver, pero nunca se sabe", finaliza.
Cautivada por el sur
María Fernanda Guerra vive en Bariloche desde 2000, es periodista y tiene 44 años. "Había viajado a Bariloche por primera vez para el viaje de egresados de quinto año y siempre lo recordé con mucho cariño. Al mismo tiempo, desde muy chica tuve la idea de que no quería quedarme en Buenos Aires, porque me interesaba vivir en un lugar más tranquilo y que me permitiera estar más en contacto con la naturaleza. Mi idea era terminar la facultad e irme al sur, pero era algo que estaba en la imaginación y no había hecho nada para volverlo realidad", recuerda. Pero las vueltas de la vida la llevaron casualmente a Bariloche, primero en un viaje por trabajo y luego en con una de sus hermanas. "Finalmente viajé, sólo con un bolso y ropa, y ya no quise volver. En el medio conocí a quien luego fue el padre de dos de mis hijos. No es que tomé la determinación de quedarme, pero las cosas se fueron dando y cada vez se hacía más difícil pensar en regresar. No tenía nada definido, pero la ciudad me fue atrapando. Después de unos días supe que ya no quería volver y aunque no fue fácil conseguir un trabajo estable, las cosas se fueron dando y me fui cruzando con gente increíble", cuenta.
"Vivir en Bariloche, aunque trabaje todo el día y no tenga tiempo para nada, es como estar de vacaciones, porque siempre te podés hacer unos minutos para ir a la playa, un parque o la montaña y aunque estés trabajando con sólo mirar por la ventana las cosas se viven diferente. El día rinde más porque no tardás tanto tiempo en movilizarte y en el verano hay luz hasta pasadas las 22. Siento el contacto estrecho con la naturaleza, tanto que en reiteradas oportunidades experimenté su fuerza. Cae una nevada y todo se trastoca, no hay luz, no hay colegios y te toca caminar bajo la nieve. Salís a la mañana en invierno y te tenés que tomar unos minutos para descongelar el auto, cae ceniza de un volcán y todo se suspende, la naturaleza es la que manda y te obliga a valorar las cosas de otra forma, a ver que no hay nada inevitable o impostergable. Te obliga a parar, aunque no quieras", dice. "Esta ciudad me dio tres hijos: dos varones de 17 y 15 años (Nahuel y Gastón) y una nena de 5 (Rocío) y una cuarta hija del corazón de 14 años (Valentina), de mi actual pareja. Si bien en muchos momentos las cosas no fueron sencillas y pasamos por muchas situaciones difíciles y aun cuando muchas veces extraño a mi familia o amigos de Buenos Aires, no me imagino fuera de acá", concluye con la seguridad de estar en el lugar correcto.
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