El árbol que me hace imposible disfrutar la primavera
La primavera es la estación más cruel, decía el poeta T.S. Eliot. En realidad no decía eso. Decía que abril es el mes más cruel, pero hablaba de la primavera en el hemisferio norte. Abril –nuestro octubre, por qué no- es, según Eliot, el mes que "engendra lilas de la tierra muerta, mezcla / recuerdos y anhelos, despierta / inertes raíces primaverales". Otra cosa que despierta en primavera: la flor del plátano de sombra o Platanus hispánica, ese árbol horrible.
Como a muchos, el polvillo de esa flor me hace la vida imposible durante dos o tres semanas al año. Los primeros síntomas incluyen, en mi caso, un leve raspón en la garganta. De hecho creo que, si presto suficiente atención, puedo anticipar la llegada exacta de la primavera y la floración del plátano a partir de ese raspón. Empieza leve, como decía, pero termina como si fumara dos atados de cigarrillos por día. Imagino que así se siente siempre la garganta de Alfio Basile.
Además se complica caminar. Ir por una calle donde vuelan esos cositos es riesgoso. Si uno se mete en un ojo, si roza un ojo, si pasa cerca de un ojo, se me hinchan los párpados y me convierto en un imitador involuntario y de mal gusto de Margarita Stolbizer. Una Stolbizer con un ataque de estornudos.
Y son difíciles de eliminar. Cuando vivía en Palermo tenía varios de estos árboles cerca y las pelotitas se infiltraban en mi casa por todos lados. Por un huequito en la ventana, por el aire acondicionado, pegados a las zapatillas. Hablando de Palermo, fue una mala elección de barrio para vivir con alergias. En la ciudad de Buenos Aires hay alrededor de 400 mil árboles, 10% de ellos, plátanos. La mayoría están ubicados en Palermo y sospecho que específicamente en mi vieja cuadra.
¿Quién decidió plantar estos árboles, que dicho sea de paso, no son autóctonos? No hay un registro oficial, pero en algunos sitios especializados se culpa a Sarmiento porque bueno, a alguien hay que echarle la culpa.
Otra mala noticia: los plátanos viven más o menos 300 años. Esperar su muerte demandaría un rato largo. Y fantasear con un reemplazo generalizado es una locura, ¿no? Quizás el tema ya se discutió en la legislatura porteña, pero se podría discutir de nuevo. Por el momento, lo más práctico es tratar de evitar el contacto con los plátanos lo máximo posible. Extender por unos días el invierno. Aprovechar la introversión a la que invita el encierro.