El truco infalible para pelar huevos duros sin esfuerzo: tiempo de cocción y luego de hervirlos
La forma correcta para que salga la cáscara con mucha facilidad y no se desperdicie nada
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Los huevos cocidos son uno de los aliados más versátiles en la cocina diaria. Además de ser una fuente económica de proteínas y baja en grasas, su preparación parece, en teoría, la tarea culinaria más sencilla posible. Sin embargo, existe una frustración común que arruina la experiencia: intentar pelarlos y que la cáscara se lleve consigo la mitad de la clara, dejando un resultado estéticamente pobre y desperdiciando alimento.
Este inconveniente no es cuestión de suerte ni de la calidad del huevo, sino de la técnica empleada durante la cocción y el enfriamiento. Según explican los expertos gastronómicos, la adherencia excesiva de la membrana se debe, en gran medida, a tiempos de cocción erróneos y a la falta de un choque de temperaturas adecuado. Para solucionar esto, existe un método preciso que garantiza que la cáscara se deslice prácticamente sola.

El choque térmico: el secreto del hielo
El error más frecuente ocurre justo después de apagar el fuego. La mayoría de las personas retira el agua caliente y deja que los huevos se enfríen a temperatura ambiente en la misma olla o sobre la encimera. Esta práctica favorece que la piel se pegue a la clara.
La técnica correcta exige preparar un “baño María inverso”. Inmediatamente después de sacarlos del agua hirviendo, los huevos deben sumergirse en un cuenco con agua y abundante hielo.
Este contraste drástico de temperaturas, conocido como choque térmico, provoca que el contenido del huevo se contraiga ligeramente, separándose de la cáscara y facilitando el pelado posterior. Tras unos minutos en este baño helado, estarán listos para pelar o refrigerar.
La precisión del cronómetro
El segundo factor determinante es el tiempo. Existe la creencia popular de que los huevos deben hervir durante largos periodos para evitar riesgos sanitarios como la salmonelosis, pero el exceso de cocción no solo afecta la textura y el color de la yema (que se torna verdosa), sino que complica el pelado.
El procedimiento ideal consiste en poner el agua a hervir primero. Una vez alcanzado el punto de ebullición, se introducen los huevos con cuidado y se programa el temporizador: 7 minutos exactos. Este lapso es suficiente para lograr una cocción segura y firme sin resecar el producto. Solo se recomienda exceder este tiempo en casos específicos donde existan condiciones de salud o intolerancias que exijan una cocción extrema.

Plan B: la técnica del frasco
Si a pesar de seguir los pasos de tiempo y temperatura la cáscara se resiste, existe un recurso mecánico muy efectivo. Se debe introducir el huevo cocido en un bote de cristal con tapa, añadir un poco de agua, cerrarlo y agitarlo con energía durante unos segundos. Al abrir el frasco, la cáscara estará fragmentada y separada de la clara, permitiendo retirarla de una sola vez.
Finalmente, la técnica culinaria puede extenderse a la sostenibilidad del hogar. En lugar de desechar las cáscaras resultantes en la basura orgánica, estas pueden aprovecharse como fertilizante natural.
Al ser ricas en calcio, si se trituran y se esparcen sobre la tierra de las macetas o el jardín, actúan como un potente abono que fortalece las plantas, especialmente útil durante las temporadas de menos luz solar y bajas temperaturas.
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