El músico, nacido en Cienfuegos, Cuba, se exilió de la isla en un contexto de amenazas y persecusiones; hoy, con tres amigos desaparecidos, se dedica a protestar junto a su violín frente a la embajada de Cuba, como hizo también durante el año pasado
Es domingo, son las 16, pero Luis Alberto Mariño no está durmiendo la siesta. Hace más de una semana, desde que comenzaron las protestas en contra del régimen de Miguel Díaz Cané en Cuba y las consecuentes detenciones y desapariciones de personas, entre las que se encuentran tres de sus mejores amigos, a este cubano radicado en la Argentina le cuesta dormir. Entonces, hace lo que más lo libera de la angustia: manifestarse con su violín, hacerse oír, o como él lo define: “despertar al pueblo argentino”.
En la esquina de Esmeralda y Arenales, frente al coloso de vidrios espejados donde funciona la Cancillería argentina, Mariño, de 34 años, ajusta el arco de su violín, pone play a su lista de reproducción de raps revolucionarios cubanos -algunos interpretados por artistas que están detenidos- y comienza su performance. En el piso, sostenido con el parlante para que no se vuele con el viento, el músico colocó un cartel, donde se lee: “Sr. canciller, recuerde que defender los derechos humanos es política exterior de Argentina. #SOSCuba”.
Poco a poco, se van sumando, con banderas y pancartas, unos 30 cubanos, y algunos venezolanos y argentinos. Para muchos de ellos, las cuatro protestas que se organizaron la semana pasada frente a la embajada de Cuba en la Argentina para respaldar las revueltas en la isla fueron sus primeras demostraciones públicas en contra del gobierno cubano, del que muchos escaparon en los últimos años. Pero para Mariño este tipo de manifestación ya es costumbre.
El hombre se hizo conocido a nivel nacional el jueves pasado, cuando en el programa de Intratables le contestó a un becario de Conicet que “el silencio del kirchnerismo es un combustible para la represión en Cuba”. Pero sus apariciones públicas en el país empezaron mucho antes. El año pasado, llegó a tocar el violín todos los días durante todo un mes -a veces, por más de 10 horas- en la puerta de esta embajada para exigir la liberación de activistas presos. La semana pasada, volvió a iniciar performances similares, que continuarán esta semana todos los días, de 16 a 17, frente a la Cancillería.
“Me costó mucho tomar la decisión de irme de Cuba. Allí yo estaba muy involucrado en el activismo y no quería abandonar la lucha. Esta es mi forma de seguir luchando desde el exterior”, remarcó el músico a LA NACIÓN. El objetivo detrás de sus actuaciones, aclara, es exigirle a los funcionarios públicos argentinos que impongan presión internacional sobre el gobierno cubano y concientizar a la sociedad porteña sobre la importancia de proteger la democracia.
“El régimen cubano me fue cerrando puertas”
De Cienfuegos a Buenos Aires en el 2017
Mariño llegó a la Argentina en marzo de 2017. Nacido y criado en la ciudad de Cienfuegos, se mudó a los 15 años a La Habana para formarse en el estudio del violín, instrumento que toca desde los 7 años. En la capital terminó la secundaria, comenzó a trabajar como profesor de violín en colegios y empezó a reunirse con grupos de artistas e intelectuales, muchos de quienes hoy forman el Movimiento San Isidro.
Pese a que su familia tenía un buen pasar económico, para él las carencias estaban presentes en todos lados. Además de las largas filas para conseguir productos alimenticios, el músico recuerda los edificios agrietados en Cienfuegos y La Habana, con estructuras antiguas sin los mantenimientos básicos, y el miedo que la sociedad le tenía al sistema de salud. “Desde que era chico, escuchaba a mis padres hablando de personas que entraban al hospital por una operación sencilla y no regresaban o que salían con una bacteria. En Cienfuegos, estos cuentos llegaban todas las semanas. La gente le tenía terror a las internaciones”, detalla.
Ya en La Habana, recuerda haber visitado a un familiar internado en el Hospital Universitario General Calixto García, en el centro de la ciudad, y notar que los baños que utilizaban los pacientes de la terapia intensiva estaban tapados, repletos de desechos. “Ese hospital, que es importante y queda en la capital, era un desastre por dentro. Imagínate lo que deben ser los del resto del país. Parecía bombardeado, como si fuera parte de una postal de la Segunda Guerra Mundial”, recuerda.
En los últimos años en la isla, Mariño se sumó al activismo político y artístico, promoviendo junto a varios jóvenes la campaña Cuba Decide, que exigía un plebiscito a nivel nacional para iniciar la transición hacia la democracia. Cuando todavía no era conocido como opositor al gobierno, el músico logró salir del país en varias ocasiones para participar de foros internacionales, entre los que destaca un evento de la sociedad civil independiente de Cuba realizado en Estados Unidos, donde conoció a su actual esposa, una politóloga argentina interesada en la causa revolucionaria cubana con quien mantuvo una relación a distancia durante los primeros años.
La cuestión comenzó a complicarse durante sus últimos años en La Habana. Junto a otros jóvenes opositores al régimen, Mariño empezó a organizar encuentros -no publicitados, para evitar la represión- para reunirse a pensar la realidad cubana y el futuro de la isla. Pese al secretismo, el Gobierno se enteró y amenazó con cerrar el centro de acción social donde funcionaban si estas continuaban.
“No había libertad. A finales de 2016, me detuvieron y entré en el listado de las personas que deben ser censuradas. Como músico, el régimen cubano me fue cerrando todas las puertas. Por orden del gobierno, me dieron la baja en una escuela en la que trabajaba”, cuenta. Además de ello, en su última visita a la isla, su actual mujer fue informada de que no podría volver a ingresar al territorio. Esto último fue lo que llevó a Mariño a tomar la decisión de abandonar su país y mudarse a la Argentina.
“Me costó mucho dejar Cuba. Estaba muy comprometido con el activismo. Salir implicaba tomar distancia con lo que estaba sucediendo en mi país, abandonar una lucha. Pero si no me iba, le cerraba la puerta a la posibilidad de crear una familia, de abrirme a otra vida y de desarrollarme como músico y compositor”, explica Mariño. De su familia que quedó en Cuba prefiere no hablar, para evitar posibles reprimendas del Gobierno cubano.
Hoy, vive con su esposa y sus tres hijos -el más grande es hijo de su ex pareja, una activista cubana que reside en México- en un departamento en Retiro, a pocas cuadras de la Cancillería argentina. El músico trabaja como profesor de violín y está terminando su doctorado en Composición Musical, en la Universidad Católica Argentina (UCA).
Pese al cambio de país, su prioridad sigue siendo la misma: el activismo en pos de los derechos humanos en Cuba. En noviembre del año pasado, Mariño decidió suspender las clases de sus alumnos por un mes para dedicar su tiempo a manifestarse en contra del encarcelamiento del rapero e integrante del Movimiento San Isidro Denis Solís, que fue sentenciado a ocho meses de prisión por un delito de desacato. Esa fue la primera vez que el cubano radicado en la argentina tocó su violín en modo de protesta.
Tocó todos los días durante un mes sobre la vereda de la embajada cubana. Se colgaba sobre su camisa un cartel que decía: “Gobierno cubano, basta de violencia y represión #LiberenaDenis”. Lo hacía como acompañamiento a los 14 activistas del Movimiento San Isidro radicados en Cuba que tras la detención de Solís habían iniciado una huelga de hambre -y algunos, de sed- en la casa de uno de ellos. Luego de siete días, cuando la policía ingresó a la fuerza al domicilio y separó a los manifestantes, Mariño decidió iniciar dos jornadas de ayuno y acampe en la puerta de la oficina diplomática de su país.
“La idea era conectar a la ciudadanía argentina con la situación que estaba viviendo el pueblo cubano”, explica hoy Mariño. Ahora que tres de sus amigos -dos periodistas y una artista- no aparecen desde el 11 de julio, día en que se dieron las primeras movilizaciones contra el régimen en la isla, él volvió a sacar el violín a la calle. Pero no es solo por ellos que se moviliza, aclara, sino por todos los detenidos, desaparecidos y muertos durante las protestas. Hasta la semana pasada, según la organización no gubernamental Human Rights Watch, los primeros cinco días de marchas en la isla dejaron un saldo de 400 personas desaparecidas, cuyo paradero se desconoce.
En sus redes, hoy, día del amigo, comparte una cita de uno de sus compañeros desaparecidos, el periodista y director de La Hora Cuba, Henry Constantin, : “Lección, más que de civilismo, de amistad: cuando te arresten un amigo, ve a reclamar su libertad”.
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