Cuál es el origen del término “michi” para referirse a los gatos
El uso de términos cariñosos para llamar a los felinos tiene profundas raíces culturales y lingüísticas; conocé la efectividad comunicacional de denominarlos de esta manera
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Frecuentemente, los términos que utilizamos en nuestra vida cotidiana tienen orígenes y significados que trascienden su uso común, que revelan capítulos intrigantes de la historia y la cultura de una época. Este es particularmente el caso de los nombres que elegimos para nuestras mascotas, y muy especialmente los gatos, esos seres enigmáticos y misteriosos cuya presencia en nuestros hogares va mucho más allá de la simple compañía. Todo esto invita a explorar no solo su evolución como compañeros domésticos, sino también cómo estos animales capturaron nuestra imaginación y afecto a lo largo del tiempo.
Durante siglos, los gatos ocuparon un lugar especial en la vida humana. Aunque su domesticación no fue tan directa como la de los perros, los felinos se adaptaron para convivir en ambientes humanos, pero siempre con su distintiva personalidad independiente. Su habilidad para cazar roedores pronto los convirtió en valiosos aliados para las primeras sociedades agrícolas, ya que ayudaban a proteger graneros y campos de ratones que amenazaban las reservas de alimentos.
La expansión del gato doméstico por América se debe en gran medida a los exploradores europeos durante la era de las grandes expediciones, en los siglos XV y XVI. Llevados a bordo de barcos para controlar las plagas de ratas, estos felinos además de proteger las provisiones también cuidaban la salud de los tripulantes.
El lenguaje revela pistas fascinantes sobre esta adopción cultural. Los marineros europeos llamaban a los gatos con el sonido “mis-mis”, que se transformó en variantes como “michi” en español, “mishi” en quechua o “miis” en maya, lo que refleja cómo los pueblos indígenas integraron a los gatos en su día a día. Aunque en las culturas andinas los gatos no alcanzaron el estatus sagrado de otras civilizaciones, eran valorados por su utilidad. En México, por ejemplo, los aztecas adoptaron el término “miztli” tras el contacto con los europeos. De esta manera, se observa cómo la colonización introdujo no solo nuevas especies, sino también terminologías que enriquecieron las lenguas y culturas indígenas.
Pese a que los registros son escasos respecto a cómo los pueblos precolombinos integraron a los gatos en sus sociedades, es evidente que, como muchas influencias europeas, los felinos rápidamente se incorporaron a la vida cotidiana. Adoptados tanto como animales de compañía como aliados en la agricultura, los gatos encontraron un nuevo rol en estas comunidades.
¿Cuál es la mejor forma de llamar a un gato?
Ahora bien, la ciencia pudo descubrir cuál es la forma más efectiva para comunicarse con un gato. En este sentido, para atraer la atención de un gato que no conocemos, es importante alejarse de las tradicionales onomatopeyas como pspspsps o los nombres genéricos como “michi”, que a menudo no son efectivos.
Un estudio reciente del Laboratorio de Etología Comparada y Cognición de la Universidad de Nanterre en París reveló que la comunicación visual y bimodal (que combina elementos visuales y vocales) es mucho más eficaz para interactuar rápidamente con gatos no familiares. Los investigadores encontraron que estos métodos generan una respuesta más rápida en los felinos en comparación con la comunicación que utiliza solo el canal vocal.
Según los expertos, utilizar una combinación de contacto visual, como entrecerrar los ojos suavemente (un gesto de afecto en el lenguaje felino), junto con un tono de voz suave y amistoso, puede ser mucho más efectivo y reconfortante para el animal. Esta forma de comunicación no solo capta su atención más rápidamente, sino que también ayuda a establecer un vínculo de confianza desde el primer contacto.
Además, el estudio señala que los gatos tienden a mostrar un mayor movimiento de la cola en situaciones donde perciben una comunicación deficiente o inexistente, lo que sugiere incomodidad o frustración. Por lo tanto, al proporcionar señales claras y calmadas tanto visual como vocalmente, es posible mejorar significativamente la calidad de la interacción y el bienestar emocional del gato, y facilita una experiencia más positiva para ambos, humano y felino.
LA NACIONTemas
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