La encontraron sola y hambrienta afuera de su carpa en el medio del desierto y realizaron un rescate casi imposible
A una pareja de estadounidenses que vacacionaba en Marruecos se les apareció un felino desnutrido que buscaba ayuda; sin sudarlo, salvaron su vida
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Las historias de seres humanos y animales pueden sorprender a más de uno. Muchas parecen quitadas de la ficción, como la que experimentaron Francesca y Alex Nardi, dos ciudadanos estadounidenses que viajaron de vacaciones a Marruecos y, mientras realizaban una pequeña estadía en un camping del desierto, se cruzaron con una gatita desnutrida que cambió para siempre sus vidas.

Un regalo del propio desierto
En septiembre, Francesca y Alex viajaron a Marruecos por su luna de miel. La flamante pareja salió desde Nueva Jersey con destino al país africano y luego de un recorrido por los puntos más turísticos, se alojaron en un camping en pleno desierto Agafay, a las afueras de Rabat. Además de la arena y las rocas, los arbustos y cactus dominaban el paisaje.
Luego de realizar una caminata en su primera noche, en su retorno al campamento, notaron que un gato los seguía sigilosamente. Específicamente una gatita naranja que parecía tímida, pero a la vez juguetona.

De inmediato los estadounidenses se le acercaron y le brindaron muchos mimos. Fue en ese entonces que el felino se les adhirió como un abrojo. “Simplemente, no nos dejaba en paz”, bromeó Alex al medio especialista en mascotas, The Dodo.
En esa zona de Marruecos abundan los gatos callejeros y la mayoría se encuentra en condiciones de vida lamentables, con falta de alimento, agua y cuidado veterinario. En cuanto al dúo de turistas, caminaron en dirección al campamento y al llegar hasta una de las carpas, notaron que la intrusa les seguía los pasos.
Después de una larga jornada, Francisca y Alex se acostaron a dormir, aunque del lado externo la gatita maullaba y pedía ingresar a la carpa. A la mañana siguiente la vieron dormir al costado de la puerta y entendieron que no se iría fácilmente. El animal se frotaba entre sus piernas y los perseguía a donde caminaran.
Ante la insistencia, los estadounidenses decidieron adoptarla y le pusieron de nombre Zahra, que significa “flor” en árabe. “Se había convertido en una especie de pequeña sombra nuestra”, dijo Francisca.
La segunda noche, la gata los siguió entre los arbustos y fue allí cuando los Nardi decidieron dejarla dormir con ellos. Rápidamente, se enamoraron de su forma de ser. “Se dejó caer en el regazo de Alex, se durmió y ronroneó. La acaricié y pensé: ‘¡Dios mío, no puedo dejar a esta gata!’”, reconoció Francisca.
Al día siguiente notaron el bajo peso de Zahra. Se le notaban las costillas y tenía la panza hundida a causa de las tenias. Por ese motivo comenzaron una búsqueda incansable entre los veterinarios más cercanos. De 20 consultados, solo uno aceptó atender a la gatita.

El especialista viajó una hora en medio del desierto para retirar a Zahra y la llevó a su clínica veterinaria para ofrecerle una atención óptima. Debía estar en condiciones para afrontar un vuelo de casi 12 horas a los Estados Unidos.
Después de una serie de controles, el experto la vacunó, esterilizó y le implantó un chip. Ya era momento para que partiera con sus dueños al otro lado del Atlántico. Cuando Alex Nardi pasó por ella a la clínica, emprendieron el viaje al hotel y luego al aeropuerto.
La odisea para sacar a Zahra de Marruecos
Según contó Francisca Nardi, no tuvo en cuenta todo el papelerío que era necesario llevar a cabo para que la gatita pudiera salir del país. En primer lugar, Alex confirmó que sería el adulto responsable durante el viaje, pero la ONSSA, una agencia gubernamental marroquí, denegó los documentos de exportación de Zahra porque no estaba presente al momento de firmar los permisos.
Luego de la solución con las habilitaciones correspondientes, el segundo obstáculo sucedió antes de ingresar al aeropuerto, cuando notaron que la gatita requería de una jaula más grande para ser transportada en el avión. Fue así como Alex volvió a la veterinaria y cambió la que poseía por otra de mayor tamaño. Si embrago, cuando retornaron para ahora si volver a su país, percibieron que el pasaporte de Zahara había quedado con el veterinario.

Tras un ida y vuelta engorroso para la pareja, lograron aterrizar en los Estados Unidos con su nueva mascota, símbolo de la unión de su amor y un recuerdo imborrable de su luna de miel. En la actualidad, la pareja ayuda a una fundación marroquí que intenta promover la adopción responsable de los gatos abandonados en el desierto.
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