El Ejército en La Matanza: una ayuda social al filo del abismo
La asistencia alimentaria de las FF.AA. es esperada por los vecinos de los barrios más postergados; muchas veces los militares son aplaudidos en las villas
La caravana militar avanza por la avenida Crovara, ante miradas curiosas que aparecen entre pasillos y callecitas que cruzan. Un viejo camión Mercedes-Benz del Ejército, con siete militares que viajan en su caja y lleva a modo de acoplado una cocina de campaña, es el vehículo clave de la misión. Lo respaldan una camioneta de la misma fuerza y dos de la policía local de La Matanza.
El reloj marca las 11.20 del viernes. Es el arranque del primero de los tres turnos de reparto de comida que harán los militares apostados en un polideportivo de Puerta de Hierro, una de las villas más extremas del conurbano bonaerense.
Unas pocas cuadras de recorrido por Crovara y comienzan las curvas que se internan en barrios empobrecidos. Asfaltos que empeoran metro a metro hasta llegar a calles de tierra y los militares que, desde la caja del camión, cada tanto chequean que la cocina se mantenga enganchada al pesado vehículo, en medio de los desniveles de un camino que se angosta. Tras 20 minutos a paso lento, el camión verde frena en su destino, la parroquia Beato Enrique Angelelli y Mártires Riojanos, en el barrio 22 de Enero, de Ciudad Evita. No hay vecinos esperando, pero no es por falta de necesidad. Los referentes religiosos del barrio prefirieron no avisar y que la ayuda del Ejército sea sorpresiva, para evitar aglomeraciones.
Ubicados justo frente a la parroquia, sobre la calle Las Magnolias, los efectivos del Ejército levantan la chimenea de la cocina y, cucharón en mano, sacan la enorme tapa. Los vecinos empiezan a acercarse con sus tuppers y ollas, muchos alertados por voluntarios de la parroquia que, recién con la llegada de la caravana, comienzan a avisar casa por casa en las viviendas cercanas. Los militares son bien recibidos en el barrio, tanto por los vecinos como por los sacerdotes, y su asistencia alimentaria se destaca. Los uniformados dicen que, incluso, en algunos barrios los reciben con aplausos.
En un contexto social en el que la pobreza se potencia por la cuarentena que castiga el trabajo informal, el Ejército despliega un operativo de asistencia alimentaria en puntos clave de La Matanza, el distrito bonaerense más poblado.
Las vecinas Sonia Barrios y Librada Martínez vuelven a sus casas con sus tuppers llenos del guiso que reparte el Ejército y valoran la ayuda. "Está muy bien, me parece excelente. Salí a comprar y me avisó mi vecino que estaban", señala Martínez a LA NACION. En su casa en tiempos de cuarentena viven siete personas.
"Hago changas de albañilería, no se puede trabajar y no tengo recursos. Hoy me enteré de lo del Ejército, es una gran ayuda. Ayer nos dieron [comida] en la capilla, que colapsó de gente", señala a LA NACION Javier Espíndola, en su casa a pocos metros del despliegue militar. Él no fue a buscar alimento a la cocina de campaña. Además de lo que recibe en la parroquia, cuenta que el resto de los días se arregla "con la mercadería que entregan en la delegación de Ciudad Evita".
Al frente del operativo está el mayor Néstor Núñez. "Nos reciben muy bien. Es la primera vez que venimos a este barrio, no se avisó para evitar problemas con la cantidad de comida. En la mayoría de los barrios, nos aplauden cuando nos ven llegar", cuenta a LA NACION, y subraya que "gratifica la tarea" de brindar ayuda alimentaria. El militar recuerda que participó de misiones en inundaciones, erupciones de volcanes y hasta en Haití, "pero una operación de entrega de comida de esta envergadura es sin precedente".
1500 raciones por día
El personal del Ejército agrupado en Puerta de Hierro conforma el "punto 7" del operativo militar en La Matanza. Reparte, por día, 1500 raciones de comida en tres turnos. En cada turno utilizan dos cocinas de campaña, que cargan 250 raciones (300 litros) cada una. Las variantes de platos son tres tipos de guiso: de arroz, fideos, o lentejas, que pueden llevar carne vacuna o de pollo. Las entregas de alimentos se realizan en los asentamientos Puerta de Hierro, 17 de Marzo, San Petersburgo, 22 de Enero, Villa Palito y 17 de Marzo Bis. Los efectivos están en el polideportivo y la iglesia San José, donde duermen y cocinan la comida que les provee la Municipalidad de La Matanza. Son 21 por turno y rotan cada cuatro días. Están desarmados y la seguridad se las brinda la policía. El Ejército también entrega alimentos en Quilmes, en el sur del conurbano.
"Nos han pedido de otros comedores, pero no podemos. Todo lo canalizamos por el municipio", afirma el mayor Núñez. Su frase deja en claro que en la zona las necesidades aprietan. "Ayer comieron 4000 personas en nuestros comedores de San Petersburgo, Puerta de Hierro y 17 de Marzo, y 1500 más con el Ejército. Y tenemos a 400 personas en situación de calle durmiendo en nuestros hogares, de las cuales 100 son adultos mayores", resume a LA NACION el padre Nicolás Angelotti ("Padre Tano"), referente religioso de la zona, muy preocupado ante la contundencia de los números.
"Tomen distancia", suplica una agente policial ante la larga fila que se forma a la espera de la llegada de la segunda cocina de campaña del Ejército. Hay mucha más gente que la que se juntó para la primera y los militares empiezan a decirse entre ellos que las porciones que servirán serán, como máximo, para tres personas. "El criterio es que todos se lleven algo", explica el mayor Núñez.
El padre Daniel, uno de los sacerdotes de la parroquia, habla con la gente y avisa que en esta segunda tanda posiblemente no alcance para todos. Hace 25 años que está en el asentamiento 22 de Enero. Cuenta que el barrio tiene 34 años y 30.000 habitantes, con una importante presencia de la comunidad paraguaya. "Esta ayuda viene muy bien y al Ejército se lo recibe rebién", resume. En la parroquia también hacen comida para repartir en el barrio y hacia allí deriva a quienes no llegarán a recibir una porción del guiso del Ejército.
Vestido con una camiseta de Independiente y de pantalones cortos, Hugo López se lleva la última ración. "Esto lo veo muy bien", dice sobre el operativo de los militares. "Los acabo de ver y vine. Mañana vuelvo", se ilusiona. A las 13, el primer turno de entrega de comida está terminado y los uniformados regresan al polideportivo San José. Se van del barrio capturados por celulares y entre algún aplauso perdido. Al llegar a su base matancera, los espera el trabajo de desenganchar la cocina del camión y el lavado de manos. Una enorme carpa en la que guardan la mercadería indica que, pronto, el procedimiento de asistencia alimentaria comenzará otra vez.