Rául Copetti: de maoísta a millonario, el más denunciado por bienes ocultos
Raúl Copetti encabeza el ranking de llamadas al 134, la línea que el Ministerio de Seguridad habilitó para denunciar dónde podría haber dinero escondido o bienes originados en casos de corrupción. Según fuentes oficiales, su nombre fue el más repetido sobre un total de 1500 comunicaciones. El motivo podría encontrarse detrás de los múltiples enojos que sembró el exrecaudador del kirchnerismo, conocido por su mal genio y su obsesión de manejarse en efectivo, sin facturas ni papeles a su nombre. O, quizá, por la metamorfosis que fue su vida.
Copetti pasó de la austeridad de la izquierda maoísta, en la que militó en los años 70, a ser un millonario excéntrico, con cava de vinos propia y gustos caros, que incluyen hasta un camión refrigerador para transportar cordero desde el sur. Desde que hace dos semanas quedó detenido, acusado de integrar la asociación ilícita de la causa de los cuadernos de las coimas, se multiplican quienes tienen algo para contar sobre él.
"No quiero factura" era la frase más repetida entre quienes lo trataron en sus últimos años como vecino en el Valle de Calamuchita, en Córdoba. Lo definen como "mal agestado, capaz de saltar por cualquier cosa". Así lo dejó en claro hace más de 30 años, cuando como encargado de un depósito del Ministerio de Educación le prohibió el paso al intendente de Río Gallegos, quien ante una denuncia quería controlar el estado de la leche destinada a las escuelas. Así lo recordó Marcelo Cepernic a la nacion.
En Santa Cruz conoció a los Kirchner y se apegó a Néstor, pero nunca superó la segunda línea de funcionarios. Sí logró la suficiente confianza para ser nombrado tesorero del Frente para la Victoria.
En el sur lo recuerdan apenas como un mandadero. "Hablá con Copetti", decía Kirchner cuando había que disponer fondos del partido. Las fotos de entonces lo ubican como integrante de la "guardia pretoriana", una suerte de custodia de la gobernación de la que disponía Kirchner para protestas sociales.
"Cuando a Néstor lo eligieron presidente, me dijo que no trabajaría más con él. Me quedé muy mal, pero al mes me mandó a buscar a Río Gallegos -relató una vez, en una rueda de conocidos-. Me recibió en su despacho en la Rosada; cuando se abrió la puerta me abrazó. Me explicó que no quería que la presión me hiciera mal a la salud. Entonces, me encargó que me ocupara de su mamá, de sus cosas en el sur".
Ese "ocuparse" lo dejó en la causa que investiga el pago de coimas a funcionarios. Sergio Velázquez, el expiloto del Tango 01, lo marcó como quien recibía los bolsos con supuesto dinero de los Kirchner en el aeropuerto de Río Gallegos. Copetti estuvo allí hasta 2009: ese año renunció, con mucho ruido, al directorio del Banco de Santa Cruz.
De la función pública pasó a la actividad turística, donde se erigió en empresario. Primero en El Calafate y, luego, en San Martín de los Andes, hasta que recaló en Calamuchita, donde tiene dos casas.
La estancia Los Nogales -así también nombró a una sociedad que comparte desde hace años con su esposa, Daniela Cian- ocupa unas 300 hectáreas, con una casa principal de 700 metros cuadrados en tres niveles, una vivienda para el casero, un canil que asombra por su tamaño, un sistema de calefacción alemán, paneles solares como para proveer de energía a un paraje y cámaras de vigilancia estratégicamente instaladas. También guarda un camión tanque, otro con cámara de frío, una retroexcavadora y herramientas. De allí la Justicia secuestró US$90.000, $2,4 millones, armas y vehículos.
En esa misma casa instaló una cava y la nutrió con cientos de botellas de Friends & Wines, la vinería que tuvo en Río Gallegos. Entre sus gustos está el whisky Johnnie Walker etiqueta azul y los habanos. Estaba en Los Nogales cuando el juez Claudio Bonadio pidió su detención.
Hace unos meses refaccionó otra casa en la calle Vallecito de Santa Rosa de Calamuchita: la usa solo para esperar a sus hijos mientras van a la escuela y evitarse, así, el viaje de 30 minutos entre Los Nogales y el pueblo. Los lugareños aseguran que se deja ver poco, pero siempre vestido con ropa de montaña de marca.
Los materiales para esa obra y algunos arreglos en la estancia se compraron en la zona, sin comprobantes. Los dueños de los corralones prefieren no dar nombres ni detalles, pero los empleados recuerdan que él pedía "sin factura". Tampoco quería trabajadores locales.
En una concesionaria de autos de la capital cordobesa recuerdan su enojo por la documentación de un Jeep Compass, que figuraba a su nombre. Fue un "escándalo".
En Córdoba terminó mal con varios de los que contrató para hacer diferentes trabajos. "¡Me quieren cagar, se quieren quedar con mi plata!", decía cuando el vínculo se quebraba. Aunque gastó miles y miles de pesos, era capaz de pelear por un resto de materiales si creía que se lo iban a quedar los obreros.
Hasta su pedido de detención, el apellido Copetti decía poco a la gran mayoría de los cordobeses: apenas lo recordaban los viejos militantes de izquierda.
Más leídas de Política
“Hay que unir, no dividir”. Pintaron pañuelos blancos en la vereda de una sede del Ejército y el jefe mandó a taparlos
"Absolutamente inexacta". Adorni le respondió al FMI tras su nueva advertencia por el ajuste
Caso Chocolate. Investigan si la banda que desvió fondos de la Legislatura también defraudó a la Municipalidad de La Plata