Si se generalizan las acciones violentas, golpearán más fuerte
Con la nueva ley, el valor real de las jubilaciones en 2018 va a ser menor que el que hubiera sido con el esquema anterior, pero de todos modos mayor que en 2017. El proyecto había sido aprobado por una mayoría amplia en el Senado y el Gobierno contaba con los votos necesarios para aprobarlo tanto el jueves de la semana pasada como el lunes último. La reforma es importante y perjudica a un grupo débil, pero dados su naturaleza y los antecedentes de su tratamiento, el trámite no debió haber sido extraordinariamente difícil ni conflictivo.
Sin embargo, vimos a oficiales de la Gendarmería rociar con gas pimienta y arrastrar por el suelo a legisladoras y legisladores, a diputados de Unidad Ciudadana apretar al presidente de la Cámara, a policías disparar gas o perdigones de goma a cualquiera y sin motivo aparente, a cientos de militantes de agrupaciones de izquierda y peronistas tirar piedras durante horas y golpear a policías de la ciudad y periodistas y luego, nuevamente, a motos de la policía distribuir la lotería del castigo entre manifestantes y transeúntes.
La violencia es costosa para quienes la sufren, pero también para quienes la ejercen. Los protagonistas del enfrentamiento en las calles terminaron en la madrugada del martes un poco peor que como estaban en la mañana del jueves anterior. Se mostraron impotentes quienes pensaron que el uso de la violencia en la calle podía compensar la desventaja numérica de la oposición al proyecto en el recinto.
El Gobierno consiguió su objetivo central, pero reveló que no toda la coalición acompaña el despliegue intimidatorio de las fuerzas federales para disuadir las manifestaciones opositoras. Si el impacto distributivo del proyecto es relativamente bajo y el final estaba cantado, ¿por qué el desborde de la violencia estatal y la de militantes de organizaciones opositoras?
Una posibilidad es que alguien esté pensando mal: sobrestima su fuerza o subestima la del adversario. Es posible que actores que se conocen bien se midan mal, pero sería raro. Me convence más pensar que los sectores más duros del gobierno nacional y de la oposición apostaron a pagar un costo ahora para ahorrárselo en el futuro. Parte de la oposición, para indicar que no habrá victorias legislativas baratas. Parte del oficialismo, para señalar que la ocupación del espacio público con objetivos políticos no va a ser gratuita.
La interpretación más convincente es también más preocupante. Si el uso político de la violencia se hace rutina y se generaliza, el costo de imagen de usarla se reduce y para conseguir el mismo efecto disuasivo hay que golpear cada vez más fuerte. Lo sabemos. La violencia fue recurso expresivo en la política argentina durante muchos años. Por eso el reflejo antiautoritario en la sociedad argentina es también pacifista. Espero que ese reflejo convierta los despliegues de violencia de la última semana en un pésimo negocio.
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