Un ingeniero y su esposa arquitecta diseñaron su casa con incorporación de tecnología, materiales y elementos sustentables que les valió un reconocimiento internacional
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En el corazón del kilómetro 45 de Panamericana ramal Escobar, emerge Puertos, una ciudad joven que va más allá de ser solo un enclave residencial. Enmarcada por un lago expansivo de 200 hectáreas y abrazada por las aguas del Río Luján, esta urbanización cerrada desarrollada por Eduardo Costantini, el creador de Nordelta, se erige como un paradigma de vida en comunidad.
Su historia va más allá de las edificaciones y se entrelaza con un entorno natural privilegiado, donde 6 km de costa y una reserva ribereña de 60 hectáreas dan forma a un escenario único. Pero Puertos no solo se distingue por su pintoresco paisaje; su esencia va más allá, fusionando la visión moderna con un compromiso tangible con la sostenibilidad y el arte.
En este rincón de zona norte, la arquitectura se encuentra con la responsabilidad ambiental. Con un decidido impulso hacia la ecoeficiencia, el lanzamiento en diciembre de 2015 de su “Programa de calificación de edificios sustentables” es un testimonio de su compromiso. Aquí, las construcciones son evaluadas no solo por su estampa, sino por su contribución al bienestar del planeta. ¿El resultado? Un programa que no solo premia con reconocimientos, sino que respalda con beneficios económicos a aquellos que construyen un futuro más verde.
El programa voluntario de sustentabilidad, que opera mediante una evaluación puntual de las construcciones, utiliza criterios preestablecidos que abarcan la inclusión de tecnología, materiales y elementos sostenibles en la edificación de la casa. La calificación se mide en una escala de 0 a 100 puntos e incluye aspectos cruciales como aislación térmica, gestión del agua, eficiencia energética, materiales, entre otros.
En noviembre de este año, autoridades de Puertos visitaron particularmente la casa del barrio Costas en el lote 33, diseñada por sus mismos propietarios. Lo sorprendente fue que la construcción logró la increíble puntuación de 89, marcando un récord en la historia del barrio. ¿Cómo lo lograron? Gracias al estilo superecológico de la casa: uso inteligente de agua y energía, materiales y sistemas eco-friendly, y hasta la incorporación de plantas autóctonas en el jardín y una terraza verde.
Un proyecto en pareja
“Desde hace ocho años me dedico a la sustentabilidad. Soy ingeniero electromecánico y a lo largo del tiempo me fui especializándo en el ámbito de la construcción y las energías renovables”, comparte Marcelo Pueyo, copropietario junto a su mujer, Ana Moreno. Ambos anhelaban desde hace tiempo la oportunidad de construir su hogar en Escobar, combinando su experiencia y pasión por la sostenibilidad en cada paso del proceso constructivo.
El diseño, meticulosamente planeado, se enfocó en la funcionalidad, priorizando una distribución más inclinada hacia la planta baja que la alta, anticipando las necesidades de la vida en etapas más avanzadas.
“No solo es una elección personal, sino también una manifestación de nuestra profesión”, afirma el ingeniero. Su objetivo iba más allá de construir un hogar; querían demostrar que es viable, hoy en día, edificar con conciencia ecológica sin incurrir en costos desmedidos. “Ana es arquitecta y yo manejo una empresa dedicada a la ingeniería sustentable. Combinamos nuestras habilidades para llevar a cabo este proyecto”, agrega Pueyo.
“Cuando se termina la obra hay un plazo de un año para revisar los puntos que uno informa sobre su casa. Vienen los inspectores del barrio y te dan un puntaje para clasificarte en tres categorías: A, B y C”, explica el dueño. Si bien decidieron no implementar ciertos puntos en el programa de sustentabilidad de Puertos debido a su complejidad técnica y su impacto limitado en el proyecto, lograron la puntuación más alta hasta ahora.
Un ejemplo es el manejo de aguas grises y negras, que implica gestionar las aguas residuales generadas por actividades humanas. Las aguas grises podrían tratarse para usos no potables, como riego, y las aguas negras requieren tratamiento para evitar la contaminación ambiental. “En nuestro caso, Puertos provee una red de riego desde el río, eliminando la necesidad de utilizar agua potable para el riego. Además, dado que solo mi mujer y yo vivimos en la casa y nuestro hijo mayor ya se mudó, no justificaba invertir en un tratamiento de aguas que no tendría un uso significativo en nuestros baños”, explica el propietario.
La casa del futuro
Más allá de la discreta fachada que comparte similitudes con las demás residencias, la verdadera esencia sostenible de la casa se revela en detalles ingeniosos. Un manto verde en la terraza es quizás el elemento más esperable, pero la verdadera magia radica en el arte del aislamiento. Este hogar, que renunció por completo al gas, utiliza un eficiente aislamiento térmico que mantiene el calor fuera en el verano y sella la calidez por dentro en invierno.
Aprovechando los rayos del sol, la casa da un giro energético con un sistema fotovoltaico diseñado para no solo alimentar sus necesidades, sino para eclipsarlas. Un medidor bidireccional registra momentos de generosidad energética, cuando la casa aporta a la red, y momentos de consumo, pero el balance anual refleja la independencia sostenible del hogar.
El jardín también juega su papel. La elección de un césped de bajo requerimiento hídrico demuestra una sabia gestión del agua. Sin embargo, la verdadera conexión con la naturaleza se forja a través de un 90% de plantas nativas que dan vida al paisaje exterior.
“La construcción de nuestra casa llevó un año y medio, un proyecto que comenzó justo al final de la pandemia, enfrentando algunas restricciones inevitables”, recuerda Pueyo. Si bien la inversión para una vivienda sustentable puede ser ligeramente más alta, especialmente al seguir estándares constructivos elevados, resulta desafiante comparar con precisión su costo frente a una construcción convencional. “La razón radica en que al diseñar nuestra casa, elegimos materiales de mayor calidad por preferencias estéticas, sin necesariamente priorizar la funcionalidad”, señala el ingeniero.
El propietario señala un cambio de mentalidad, especialmente entre la juventud, que reconoce la importancia de preocuparse por el impacto ambiental de las acciones humanas. “La construcción actualmente representa un notable consumo de energía, y la adopción de tecnologías como el sistema fotovoltaico puede dar como resultado un consumo anual de energía nulo”, argumenta Pueyo.
“A pesar de que varios aspectos incrementan los costos, consideramos que la inversión se traduce en una mejora sustancial en la calidad de vida y en la eficiencia energética a largo plazo”, comenta el dueño. En Puertos, tener una casa categoría “A” en sustentabilidad es equivalente a recibir una compensación en las expensas, y aunque el costo total de la construcción rondó los US$1100 por metro cuadrado, el ingeniero asegura que apenas supera en un 5% o 10% el precio de una construcción estándar.
Esta residencia está repleta de tecnología avanzada e incluso incorpora funciones como el reconocimiento de voz para optimizar la experiencia del usuario. Aunque su objetivo también es ofrecer un mayor confort, existe un ahorro significativo de energía de hasta un 40%. Un dato curioso es que la última factura de Edenor mostró un saldo negativo de alrededor de -$8000.
Aunque en las facturas mensuales persiste un cargo fijo junto con impuestos, además de que las distribuidoras compran y venden energía a distintos valores, al realizar un análisis en profundidad el propietario asegura que la sustentabilidad implementada en su casa le supone un ahorro real de hasta un 40% en la factura total de energía.
Con respecto a los cambios que se avecinan en las tarifas de los servicios de energía, ajustándose a su verdadero valor, este tipo de construcciones pueden resultar en un diferencial a la hora de ahorrar gastos. “En muchos países, la energía es un recurso costoso, y la sustentabilidad, desde una perspectiva económica, aporta beneficios tangibles”, argumenta el dueño.
Reconocimiento internacional
Simultáneamente, la casa ostenta el distintivo de estar certificada según la normativa internacional EDGE, emitida por el GBCI (Green Business Certification Inc.). “Presentamos toda la documentación; un auditor evaluó minuciosamente cada aspecto, y como resultado, obtuvimos el certificado”, destaca el propietario. En Argentina, ahora, solo siete viviendas cuentan con esta distinción.
“Por un lado, creo que la gente no apuesta por este tipo de construcciones porque hay un desconocimiento generalizado; y, por otro, estos sistemas no gozan de la valoración que merecen en nuestro país, ya que aún no se estableció una apreciación diferenciada del valor de una propiedad basada en su grado de sustentabilidad”, reflexiona el ingeniero. “Personalmente, creo que en unos años veremos esa diferencia y la incentivación vendrá a través de programas como el de Puertos y certificaciones internacionales similares. En otros países, incluso mediante estas certificaciones, se accede a créditos para ‘desarrollos verdes’ con financiamiento internacional”, comparte Pueyo.
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