Tapa del número especial Textura y Color de revista Living, les mostramos este refugio familiar cuyas premisas son el contraste y la diversión.
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“Lúdico” es el adjetivo que elige la artista Luisa Freixas para describir la esencia de su casa, que se revela con objetos, colores y una colección de arte que está por todos lados e incluye su prolífica producción (también la de sus hijos), obras de Jorge Demirjian (su maestro), fotos de Nora Lezano y otras invenciones de tantos amigos y colegas queridos. El hilo conductor no se puede transmitir, pero es una fuerza vertiginosa y cándida.
¿Un pasillo rosa? “Para hacer interesante el paso de las visitas al toilette”
El departamento fue objeto de una importante reforma a cargo de la arquitecta Dolores Otamendi, de Dado Estudio, quien además de refuncionalizar la planta acompañó la creatividad de la familia con entusiasmo hasta lograr este “cuadro de Luisa en tres dimensiones”, según define.

¿Y la hamaca? “En el living, por supuesto”
“Cuando veo hoteles o heladerías con hamacas contra la pared, pienso ‘no sirve’”. Para Luisa Freixas las cosas son simples: “Como asiento, me incomoda y como hamaca me deja con las ganas”. En el hogar de esta artista especializada en grabado y xilografía no hay metáforas; aquí todo es lo que parece.
“Mi casa está viva, no es que ‘ya está’. Pondré otros empapelados y seguro más cuadros, porque acá el arte siempre va a tener lugar; si se acaban las paredes, colgaré en el techo”.”
— Luisa Freixas, artista y dueña de casa
“Tenemos un espacio al que le decimos ‘playroom’, pero es más un cuarto de TV. En verdad, jugamos en el living. Primero, porque acá está la música; segundo, porque es el mejor ambiente”.

Luisa siempre se rodeó de color; y la amplitud y luminosidad de este departamento frente a una plaza le permitieron desplegar su universo artístico como nunca antes.
Con la gracia de la inspiración

En el comedor, xilografías de la serie ‘She Is Like a Rainbow’ (Luisa Freixas) y cuadro de Juan Becú. Rodeando la mesa de comedor, sillas ‘Cesca’ con esterilla (Thonet).

“Ese cuadro, Luisa, es como que... como que me inspira”, le dijo una nena a la dueña en referencia a la obra de Juan Becú que acompaña (quizás precisamente por esa cualidad) su mesa de trabajo.
En amarillo y celeste

“La casa de Monet en Giverny tenía la cocina celeste y el comedor diario amarillo. Y me encantó. También me gusta Matisse, que une mucho esos dos colores. Me atrae ese contraste, es pop. Andy Warhol es otro que lo usa”.

Fue un proceso largo, pero fluido; como trabajamos muy bien el proyecto, cuando llegábamos a la pared, el primer color que probábamos, quedaba.

El playroom celeste y el pasillo rosa completan un trío de ambientes internamente engamados y en franco contraste entre sí.

Trascendiendo la mera función de conectar dos sectores, el pasillo propone una experiencia estética. “Quería que fuera un espacio medio extraño. Que la gente fuera al toilette y tuviera un pequeño viaje”, describe Luisa.

Paleta suavizada para el descanso
La brillante paleta que caracteriza los ambientes más dinámicos de la casa se suaviza en la suite y en los dormitorios, donde propone tonos con una carga más importante de blanco.

El dormitorio principal está pintado en celeste ‘SW 6217 Topsail’ (Sherwin Williams). Sobre la cama, vestida con un quilt traído de un viaje, cuadro de la serie “Cortado con cuchillo” (Luisa Freixas).
¿Un cuarto bicolor? “Es que no se ponían de acuerdo”
“Partámoslo al medio”, propuso la arquitecta frente al desacuerdo de Flora y Rosa por los colores de su cuarto. Como en todo, los dueños de casa fueron a fondo con la idea.

Así, el cuarto de las hijas se sectorizó por colores: celeste de un lado y rosa del otro (SW 6484 y SW 6611). Las camas de petiribí (Mesopotamia BA), junto a la pared y enfrentadas, optimizan el espacio, algo fundamental para Luisa en un cuarto infantil. “Ante todo, el juego”, declara su manifiesto personal.

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