Estampas originales, muebles intervenidos y una fuerte impronta personal definen el departamento donde Sol y Zule Dignanis unieron vida y trabajo. Así es la intimidad del universo detrás de su marca de diseño
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Cuando hace ya algunos años cruzaron la puerta de este departamento antiguo de Balvanera, Sol y Zule Dignanis supieron que el espacio iba a ser mucho más que una casa. Con molduras generosas, pisos de madera y una estructura de aire francés, el lugar se transformó en el escenario ideal para unir vida cotidiana y trabajo creativo.
Un lugar donde habitar juntas y hacer funcionar el corazón de The Dignanis, la marca que fundaron y que proyectó su estilo mucho más allá de las fronteras argentinas.

Las hermanas llegaron a Buenos Aires desde Ramallo para estudiar y nunca se fueron. En 2014 lanzaron su emprendimiento con una idea clara: crear estampas originales, coloridas y con identidad propia. Empezaron con pañuelos y, con el tiempo, ampliaron el universo a accesorios, papelería y telas por metro, siempre fieles al espíritu del full print. Sus pañuelos llegaron a las tiendas de Anthropologie en Estados Unidos, un hito que confirmó el alcance de su propuesta.
Aunque trabajan codo a codo, sus roles están bien definidos y sus personalidades se complementan. Zule es la mente artística: dibuja a mano alzada, imagina las estampas y luego las lleva al plano digital. Sol, publicista de formación, es la estratega: se ocupa de la comunicación, el marketing y de ordenar —ideas y espacios— para que el proyecto fluya. Esa dinámica también se refleja en la casa, donde cada ambiente habla de equilibrio entre creatividad y funcionalidad.

Mientras armaban el departamento, decidieron registrar el proceso como si fuera un reality. Así nació Proyecto: Deco en Casa Dignanis, una serie que puede verse en YouTube y que muestra el paso a paso de la transformación, los antes y después y varios proyectos DIY que hicieron para personalizar cada rincón. Nada quedó librado al azar, pero tampoco perdió frescura. La casa se fue construyendo con intuición, pruebas y mucho disfrute.
Desde el recibidor, el universo The Dignanis se hace presente a través de estampas propias, fibras naturales y plantas. La naturaleza, una fuente constante de inspiración para la marca, aparece en detalles verdes que dialogan con un mobiliario simple y piezas decorativas cuidadosamente elegidas.

El living, de planta circular, refuerza la idea de encuentro. Allí conviven un sillón curvo, almohadones estampados por ellas mismas y un puf que también lleva su huella. La luz natural y las cortinas de color generan una atmósfera cálida que invita tanto al descanso como al trabajo informal.

La cocina ocupa un lugar emocional central. Para las hermanas, cocinar siempre estuvo ligado a los recuerdos familiares de su infancia en Ramallo, y ese espíritu se buscó replicar en este nuevo hogar compartido.

Decidieron reciclar el espacio con guiños a otras épocas y sumar una mesa con sillas antiguas heredadas, ideales para largas charlas sin apuro.

El baño fue uno de los grandes desafíos. Pequeño —“un pañuelito”, según Sol—, se renovó por completo. Zule propuso salir de lo convencional con accesorios dorados y animarse a los azulejos blancos con juntas verdes. Al principio hubo dudas, pero tras varias pruebas el resultado convenció a ambas: un ambiente con carácter, personalidad y un guiño lúdico que rompe con lo esperado.

Los dormitorios funcionan como refugios personales. Cada una encontró allí su propio lenguaje. Zule, amante de lo hecho a mano desde chica, diseñó textiles, recicló cuadros, armó las mesas de luz y hasta forró la pantalla del velador con una tela estampada por ella. Su cuarto es también el espacio donde teje, lee y proyecta futuras incorporaciones, como un sillón y una lámpara para sumar comodidad. La siesta, eso sí, es sagrada.

Sol, en cambio, siempre soñó con tener su propio cuarto. Después de años de compartir habitación en la infancia, hoy disfruta de ese espacio individual que pintó de rosa y donde juega con colores y texturas, siempre atravesadas por el ADN de la marca que creó junto a su hermana.

El estudio es el punto donde todo converge. Tener un espacio de trabajo dentro de casa fue clave para el crecimiento del proyecto. Diseñaron los escritorios, eligieron las estampas para el empapelado y tapizaron las sillas con telas propias.

Zule admite que, cuando entra en modo creativo, suele expandirse y ocupar cada superficie disponible. Sol, más estructurada, acompaña ordenando, cerrando decisiones y manteniendo el equilibrio general.

Lejos de generar roces, esa convivencia creativa potencia el resultado. Una aporta el impulso artístico; la otra, la mirada estratégica. La casa, como The Dignanis, es el reflejo de ese ida y vuelta constante: un espacio vivido, trabajado, pensado y, sobre todo, disfrutado.

Agradecemos a OHLALÁ! su colaboración en esta nota.
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