Alberto Soler, psicólogo y educador, revela las premisas fundamentales para una crianza respetuosa en el ciclo “Aprendemos Juntos 2030″, la plataforma del BBVA que emite sus contenidos en forma exclusiva por LA NACION
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El psicólogo español Alberto Soler, -padre de dos hijos y especialista en psicoterapia, tiene como propósito de vida crear consciencia sobre qué necesitan los niños en las primeras etapas de su vida. Con más de 15 años de trayectoria en asesoramiento a padres, se dedica a dar charlas y conferencias sobre educación y crianza respetuosa.
Precisamente, en el ciclo Aprendemos Juntos 2030, la plataforma del BBVA, que emite sus contenidos en forma exclusiva por LA NACION, Soler da respuestas a las dudas universales en la educación, el crecimiento personal y la crianza.
Entre los temas que más lo consultan figuran los celos entre hermanos. Las estadísticas son contundentes: “el 90% de los hermanos siente celos cuando nace su nuevo hermanito; es prácticamente imposible que no suceda”, explica. Y detalle una lista de acciones a tener en cuenta para minimizar el impacto: “hay que intentar no dar la noticia muy pronto porque se puede generar disgusto si se ilusiona y luego el bebé no nace. Por otro lado, el menor percibe nueve meses como una eternidad; es bueno hacerlo partícipe en todo el proceso: que esté con la madre, le toque la panza, ayude a preparar el cuarto y más”. Otra estrategia para mitigar la llegada del nuevo hermano es darle un lugar protagónico al hijo mayor en el hospital, acompañarlo y prestarle atención.
No obstante, el problema de la envidia aumenta cuando el recién nacido crece. Según Soler, los celos se disparan cuando el bebé empieza a hacer gracias, a reírse y a mostrar su autonomía. Durante esa etapa el hermano lo percibe como una amenaza.
El valor de las diferencias
El especialista asegura que cada uno tiene su forma de ver la realidad. “Las diferencias en cómo abordar el ser padre o madre traen la riqueza, si hacen lo mismo, se pierden los matices de la individualidad”, añade Soler.
Asimismo, asegura que la participación del padre es fundamental en la vida de los hijos, tan importante como el rol de la madre. En lo que se refiere a las individualidades parentales afirma que las mujeres suelen tratar y hablar a los niños de una manera más empática. Usan palabras que saben que los hijos van a entender mientras que los padres no tanto pero esta diferencia ayuda a que se incorporen formas nuevas.
Por otro lado, las familias monoparentales y homoparentales suelen ser objeto de crítica por no representar el modelo tradicional de crianza con madre y padre. Sin embargo, estudios indican que en este tipo de familias no hay ningún riesgo para el desarrollo de los niños, no hay diferencia con las familias compuestas por una mamá y un papá. “En este tipo de familias no se corre ningún riesgo porque los hijos tienen la posibilidad de relacionarse con otros ya sean primos, tíos o abuelos y de esta manera incorporan modelos familiares”, refuerza Soler.
La figura del " marido voluntarioso”
Destaca el concepto de la co-paternidad donde los hombres no “ayudan” en casa, sino que se responsabilizan, y donde la parentalidad consiste en reconocer y dar espacio para la educación de madres y padres, con sus diferencias y peculiaridades.
Soler asegura que el concepto del hombre moderno que ayuda a la mujer en la casa “tiene que estar obsoleto”. ¿Por qué cuestiona esta figura masculina? Porque al decir que el hombre ayuda se asume que no es una responsabilidad que tiene como integrante del hogar. “No quiero darle a mis hijos un modelo de familia en el que limpiar la cocina es algo solo de mujeres y que los padres solo nos sentamos en el sillón”, reconoce.
Se trata de una situación que se repite constantemente puertas adentro: la mujer le da una orden a su pareja y este lo hace, pero el problema radica en que el hombre ahí no está entendiendo que eso está mal. “El hombre no sabe cuántas veces hay que llevar al nene al pediatra, cuándo se cambian las sábanas, qué es lo que hay que comprar en el supermercado, es toda una gestión y coordinación doméstica de la que nos acostumbramos que se ocupe la mujer”, sostiene el licenciado en Psicología.
Por otro lado, recomienda a sus pacientes homogeneizar el descanso:, “No podés estar descansando mientras el otro está limpiando, tienen que compartir el tiempo de descanso porque sino no hay igualdad. Además compartiendo eso juntos se fortalece la pareja y la familia”, enfatiza.
Premios y castigos
Muchos padres educan mediante el sistema de obediencia máxima o el de premios y castigos. Esto sucede, especialmente con las notas que se sacan los hijos en los exámenes del colegio. “Uno se cruza a los niños por la calle y lo primero que les pregunta es cómo les va en el colegio. Incluso, se los trata mejor si se sacan buenas notas”, dice Soler. Cuando un niño tiene un impulso interno para estudiar, el premio es simplemente sacarse una buena nota, no que sus padres le compren algo.
“La obediencia sale como atributo de un nene bueno y eso es peligroso cuando la obediencia es ciega”, explica y remarca: “Todos queremos que los niños obedezcan, pero cuando los hijos se acercan a la adolescencia se nos escapan y las relaciones cambian. Ya no somos su marco de referencia y ellos miran a su grupo de pares”, constata el especialista en educación. Además añade que si de pequeños se los educa con la obediencia ciega, cuando llegan a la adolescencia empiezan a obedecer a sus pares con cosas peligrosas como las drogas y el alcohol.
Podés disfrutar de la charla completa que compartió el psicólogo y especialista en educación en Aprendemos Juntos 2030, la plataforma del BBVA con contenidos útiles e inspiradores para mejorar la vida de millones de personas de todo el mundo que, desde mayo, se emiten en forma exclusiva por LA NACION.








