El video de Pequeño J y Lara, una de las víctimas, caminando por Flores dos semanas antes de los homicidios
La filmación, según informó el fiscal Adrián Arribas, está incorporada en el expediente
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Eran las 22.59 del sábado 6 de septiembre pasado. Lara Gutiérrez, de 15 años, y una de las víctimas del triple crimen de Florencio Varela, caminaba por la avenida Rivadavia al 7100, en el barrio porteño de Flores. A su lado estaba Pequeño J, como se conoce a Tony Janzen Valverde Victoriano, el presunto autor intelectual de los homicidios. La adolescente y el sospechoso estaban acompañados de otros dos jóvenes.
La secuencia fue filmada por una cámara de seguridad de un local de comidas rápidas y fue incorporada al expediente judicial, según informó el fiscal de La Matanza Adrián Arribas, a cargo de la investigación. Se trata de la prueba de que Lara y Pequeño J se conocían con anterioridad al triple crimen.
Gutiérrez y las otras víctimas, Morena Verri y Brenda del Castillo, ambas de 20 años, fueron vistas por última vez a las 21.30 del 19 de septiembre pasado cuando, en la rotonda de La Tablada, se subieron a una camioneta Chevrolet Tracker blanca. Sus cuerpos, mutilados, fueron encontrados días después enterrados en una casa de Florencio Varela.
“Está en el expediente”, dijo el fiscal Arribas sobre la citada imagen.

Además de la imagen, en los últimos días, se sumó la declaración de una testigo que también afirmó que Pequeño J y Lara se conocían. Los vio interactuar en una fiesta en 2024.
La testigo, cuya identidad se mantiene en reserva y es menor de edad, declaró el jueves pasado en la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de La Matanza de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Contó que conoció a Lara y a Brenda en una escuela de Ciudad Evita, La Matanza, donde estudiaban.
La adolescente contó que el año pasado, en junio o julio [aunque podría ser este año], Brenda y otra chica, la invitaron a una “fiesta privada” en una quinta, que no recuerda dónde era y que por su asistencia le pagaron $300.000.
La fiesta, en la que también habrían estado Brenda y Lara, según la testigo, duró 24 horas. Ella mantuvo relaciones sexuales con dos ciudadanos peruanos. Fueron convocados por una persona conocida con el apodo de Freddy, también de nacionalidad peruana. Dijo que había “estupefacientes” y que a ella le ofrecieron Tusi, droga también conocida como cocaína rosa.
Recordó que en agosto pasado, se encontró con Freddy, quien le dio un teléfono celular como pago por mantener relaciones sexuales con él.
Respecto del triple crimen, explicó que en su grupo de conocidos de la escuela comenzaron a circular las imágenes y videos que salían en los medios de comunicación de los sospechosos de los homicidios.
“La testigo dijo que por apodo y de verlo solo una vez en esa misma fiesta [la que se hizo en una quinta y duró 24 horas] vio a J [el presunto autor intelectual del triple crimen], pero que no interactuó con él, solo estaban en el mismo lugar mientras ella se relacionaba con otros hombres. Sí, dijo que Lara se conocía con este sujeto, o al menos eso parecía en esa fiesta. Que se decía que Lara en los momentos que atendía a clientes, a veces, les robaba, pero no sabía si eso era cierto, pero sí que era un rumor muy fuerte”, según la declaración a la que tuvo acceso LA NACION.

También dijo que en la fiesta a la que asistió el año pasado había estado Matías Agustín Ozorio, el sindicado lugarteniente de Pequeño J, detenido en Perú la semana pasada y expulsado a la Argentina. El sospechoso se negó a declarar el viernes pasado cuando fue indagado por el fiscal Adrián Arribas, funcionario a cargo de la investigación del triple crimen.
En su relato dijo que, según creían, Ozorio y Pequeño J se conocían y que Lara interactuaba con ellos.
“Brenda, si bien estaba, hablaba con todos, pero también puede ser por ‘trabajo’, que luego cada una hizo lo suyo, no prestándoles más atención”, afirmó la testigo.
Antes de finalizar su declaración, la testigo afirmó que decidió presentarse después de ver lo que le había pasado a Brenda y a Lara. Aseguró tener miedo porque, en los círculos que ella frecuentaba, empezó a haber rumores de amenazas por parte de ciudadanos peruanos que habían sido sus clientes.

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