"Hoy, estas calles son tierra de nadie"
Alfonso González nació en España hace 63 años. Desde hace más de cuatro décadas que está "detrás del mostrador" del restaurante El Establo, en la esquina de Paraguay y San Martín, en el barrio de Retiro.
Hace una semana, y por primera vez en la historia de su comercio, el hombre fue víctima de un asalto en el que él y un acompañante sufrieron golpes y un gran susto.
Con un moretón debajo del ojo derecho y unas cuantas heridas cortantes en la cabeza, González sostuvo la nacion: "El sábado salí a las 2, cerré y me fui, como siempre. A las 4 tuve que volver porque tenía que encontrarme con mi hijo para llevarlo a Ezeiza y, cuando llegué, me recibieron a los golpes".
El dueño de El Establo afirmó que los delincuentes eran "por lo menos cuatro hombres" y que tanto él como su acompañante fueron reducidos en cuestión de segundos.
"A mí me pegaron muy fuerte en la cabeza y a mi amigo lo empujaron por la escalera que va al sótano: estuvo internado unos días y ayer tuvieron que operarlo de una doble fractura en el brazo", relató.
El restaurante ocupa toda una esquina de Paraguay y San Martín, cuenta con un personal de más de 50 empleados y, de lunes a lunes desde el mediodía hasta el cierre, turistas, oficinistas y habitués desfilan por ese lugar, que tiene una capacidad de 170 cubiertos. Esa noche, relató González, El Establo había estado lleno.
"Afortunadamente esto pasó después de la hora de cierre, cuando el único que quedaba era el chico que limpia a la noche, a quien maniataron y encerraron en el baño", relató el propietario, al tiempo que contó que ni él ni su empleado logran explicarse cómo ingresaron los delincuentes.
"El chico estaba limpiando el salón y los vio aparecer de pronto: no termina de quedarme claro si los hombres estaban escondidos en el sótano o si entraron desde afuera, pero es raro porque la puerta no había sido forzada", resumió.
Los ladrones actuaron en forma rápida y con pericia: "Yo creo que se sorprendieron mucho al vernos llegar y nos golpearon con lo primero que encontraron", recordó González.
"No llegué a ver -agregó- si estaban armados o si eran hombres mayores o jóvenes, pero era gente hábil porque el trabajo que hicieron fue rápido: vinieron equipados con herramientas para abrir las cajas fuertes y sabían dónde encontrar lo que buscaban".
Además del disgusto y el mal momento vivido, González lamentó también que los ladrones se hubiesen llevado su flamante equipo de cámaras y grabadoras de seguridad. "Tengo una alarma y estaba contento porque hace poco había comprado unas cámaras nuevas -contó-, pero fue lo primero que destruyeron, las sacaron y se las llevaron."
Consultado si iba adoptar nuevas medidas de seguridad, González, resignado, sentenció: "Lo único que uno puede hacer es prevenir. Hoy, la mayor parte del tiempo, estas calles son tierra de nadie".
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