Siete horas de terror. Dos chicos quedaron a merced de asaltantes; los vecinos los rescataron y realizaron un “arresto ciudadano”
Ladrones adolescentes entraron en una casa de Villa Bosch, golpearon y redujeron a dos menores de 14 y 15 años; habitantes de la cuadra, al no escuchar ruidos, entraron en la propiedad y los salvaron
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Fueron horas de puro terror para dos adolescentes de 14 y 15 años, quienes desde las 9.30 de la mañana hasta las 16.40 de la tarde de ayer, estuvieron cautivos en su propia casa, sometidos a la violencia y las amenazas de dos delincuentes que irrumpieron en una vivienda de la calle 17 de Agosto, en Villa Bosch, partido de Tres de Febrero, con la intención de robar. Atrapados, sin posibilidad de escapar ni pedir ayuda, los chicos quedaron a merced de los asaltantes, mientras el tiempo avanzaba con una lentitud asfixiante y el miedo se volvía insoportable.

El horror se desató en la mañana del miércoles, cuando dos adolescentes de 14 y 15 años fueron víctimas de un brutal asalto en una vivienda en la localidad bonaerense. Todo comenzó cuando cuatro delincuentes irrumpieron en la casa de una de las víctimas. Dos de ellos, a bordo de un Chevrolet Corsa gris, se mantuvieron en las inmediaciones, mientras los otros dos—uno de ellos menor de edad y otro de 19 años—se infiltraban en la propiedad. La pesadilla comenzó cuando los asaltantes sorprendieron a uno de los menores en la puerta - estaba esperando a su amigo para ir al gimnasio - y lo obligaron a los golpes a entrar a la vivienda, donde se encontraba su amigo.
Aturdidos y aterrorizados, los adolescentes fueron reducidos a la fuerza. Con cuchillos en la garganta y golpes despiadados, los ladrones los amenazaron y ataron con precintos, dejándolos completamente indefensos mientras saqueaban la casa. Durante más de siete horas, los menores permanecieron sometidos al tormento, sin saber si saldrían con vida.
La desesperación comenzó a crecer cuando uno de los padres notó que su hijo no volvía y que tampoco respondía los llamados. La angustia se transformó en acción: junto con vecinos y un policía que estaba de franco—familiar de una de las víctimas—se dirigieron a la casa. Cuando llegaron, el silencio dentro de la vivienda los llenó de inquietud. Decididos a actuar, comenzaron a forzar la puerta hasta que lograron derribarla.

El estallido de la puerta dio paso a una escena de terror: los adolescentes estaban en shock, golpeados y con los rostros cubiertos de lágrimas. En un intento por controlar la situación, el policía - que estaba de franco- desenfundó su arma y efectuó tres disparos al aire, obligando a los delincuentes a rendirse. Mientras los vecinos y familiares se encargaban de reducir a los dos sospechosos, los jóvenes fueron liberados y trasladados a una remisería cercana, donde intentaron calmarlos. “Los chicos estaban asustados, llorando, y con ataques de nervios. Tenían toda la cara golpeada, le dimos agua y le sacamos los precintos. Todo esto pasó enfrente de un colegio, ¿podés creer? ”, relató uno de los remiseros en diálogo con LA NACION.
Los otros dos asaltantes lograron escapar: uno huyó en el Corsa gris, mientras que el otro se esfumó saltando por los techos. La policía llegó minutos después y detuvo a los dos capturados por los vecinos, un menor de edad y un joven de 19 años, quienes quedaron a disposición de la Justicia.
El barrio aún no puede reponerse del impacto. Mientras tanto, los adolescentes intentan superar el trauma de haber quedado a merced de la violencia, dentro de lo que hasta ese momento era el refugio más seguro: su propia casa.
Miedo, hartazgo y “justicia por mano propia”
“Me voy a dormir con miedo.” La frase se repite en cada cuadra de Villa Bosch, donde los vecinos, cansados de la violencia, optan por mantenerse en el anonimato por temor a represalias. En diálogo con LA NACION, relatan el día a día de un barrio que, ante la falta de respuestas de las autoridades, decide armarse para defenderse.
Los hechos de inseguridad son una constante. “Hace una semana, en la estación de servicio de la avenida San Martín, una moto tiroteó a otra para robarle y le dio un balazo en la pierna al pobre tipo. El ladrón se escapó”, lamentó una vecina.
Otra, indignada, contó: “El mismo miércoles de la entradera a los menores, le robaron a un remisero toda la jubilación y la billetera que tenía en el auto. Todo el tiempo se escuchan hechos de inseguridad fuertes”. La sensación de vulnerabilidad se extiende a cada rincón del barrio. “La semana pasada, los vecinos me dijeron que vieron a gente encapuchada saliendo del jardín de mi casa”, reconoció otro hombre, con la voz cargada de preocupación.
Desde la Dirección de Prensa y Comunicación de la municipalidad advirtieron a LA NACION que la responsabilidad es del Ministerio de Seguridad de la provincia: “Nosotros aportamos cámaras, centro de monitoreo, combustibles en patrulleros, patrulleros, personal municipal para conducirlos, y un área de asistencia a la víctima. Pero la responsabilidad es del gobernador Axel Kicillof”.
Pero a pesar de los esfuerzos de la intendencia, la desesperación y la impotencia obliga a los vecinos a tomar medidas drásticas. “Acá se está armando todo el mundo. Si la policía no hace nada, ¿quién nos defiende?”, explicó con resignación una vecina al ser consultada por LA NACION.
La autodefensa pasó de ser una opción a una necesidad. “Yo estoy armado con dos cuchillas para pescar delincuentes. Me tengo que cuidar, no me van a dormir a mí”, advirtió un comerciante, quien en menos de un año y medio sufrió el robo de su bicicleta y su camioneta.
Beatriz, otra vecina, confesó sin rodeos: “Tengo siempre una olla caliente al fuego. Entrás a mi casa y te tiro agua hirviendo encima”.
A pesar de la presencia policial, la sensación de abandono es absoluta. “El problema es que los detienen y los vuelven a largar. No hay justicia, la fiscalía no los encierra. Aunque sean menores, los tienen que meter presos. A la policía le tienen que dar más autoridad. ¿Para qué se va a arriesgar un policía si nadie los defiende?”, cuestionan con indignación.
En un intento desesperado por frenar la ola de delitos, los vecinos organizaron grupos de WhatsApp y colocaron cámaras de vigilancia privadas.
Sin embargo, las soluciones no llegan. “Los ladrones son de la zona, se llaman ‘los rayitos’ y se juntan con otra gente de la Villa 18 para robar. La comisaría está a ocho cuadras y atrás de la ANSeS tenés el centro de monitoreo. La policía sabe quiénes son y no hacen nada. Te roban a cualquier hora del día: a plena luz o de noche”, denunciaron.
La angustia es un estado permanente en Villa Bosch. “Si sabemos que viene nuestro hijo, lo esperamos en la puerta. Estamos todo el tiempo mirando para todos lados. Siempre nos avisamos: ‘estoy yendo, estoy llegando’”, manifestó otro vecino a LA NACION, mientras el temor crece junto con la posibilidad de que el hartazgo derive en “justicia por mano propia”.
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