Antigimnasia, bienestar sin esfuerzo físico
Nació en los 70 y en la actualidad es tendencia entre rugbiers, karatekas y bailarines. Las tensiones corporales se desarman en un trabajo personal
Córdoba. Tiene 38 años, bailó desde los cuatro, fue entrenadora del grupo de teatro "De la guarda" y discípula de la francesa Therése Bertherat, creadora de la antigimnasia. Un método que no es nuevo –nació a comienzos de los ’70- pero que marca tendencia en una época en la que la búsqueda de mayor conciencia y libertad está a la orden del día.
Celeste Egea cree firmemente en el concepto de Bertherat de que "todo está escrito en el cuerpo" y de que los dolores, las tensiones y los nudos musculares dan cuenta de la organización emocional y de la historia de una persona.
"La antigimnasia no es una terapia en la que un profesional manipula y, aunque luego se sienta un bienestar, no lo generó el propio individuo. La persona destraba por sí misma, entiende por qué tiene un dolor y de dónde viene; cambia sus corazas musculares", explica Celeste a LA NACION.
Diez sesiones de 90 minutos constituyen el programa base de la práctica a la que se acercan desde amas de casa a deportistas de alto rendimiento, pasando por bailarines y personas que sufren de dolores corporales desde hace años. Movimientos suaves, precisos e intensos que se hacen en espacios sin espejos, sin copiarle a otro cuerpo las formas.
Egea admite que en sus prácticas deportivas se había "roto": "Con la antigimnasia vi la coherencia profunda del discurso con lo vivido. De verdad no hay compartimentos estancos; cuando duele una parte es por algo profundo e íntimo".
Aunque las clases son grupales, la práctica es personal. Cada uno trabaja sobre sí mismo, el profesional sólo interviene con la palabra. "Se trata de descubrirse a uno mismo, modificarse, trascender la palabra del otro que nada tiene que ver con uno", repite Egea, quien recuerda la enseñanza de Bertherat de trabajar con "humor, humanidad y humildad".
Convivencia
En abril, durante el superclásico, el jugador de Boca Fernando Gago se rompió por segunda vez el talón de Aquiles. Egea echa mano a ese ejemplo para apuntar que la antigimnasia le sumaría "flexibilidad" a la habilidad de los futbolistas.
Entre sus alumnos hay rugbiers, karatekas, yudocas y bailarines. Asegura que la disciplina puede "convivir con todo" ya que quienes la practican suman "flexibilidad y conocimiento de su propio cuerpo". Por supuesto que hay cuestiones generales en el movimiento y la anatomía, pero la manera en que cada uno "vive su cuerpo es diferente, tiene que ver en cómo nosotros mismos lo hemos organizado".
¿Cuánto se conoce el propio cuerpo? "Poco, porque estamos con los ojos mirando para afuera y no nos damos tiempo para escucharnos –señala Egea-. Cuando el cuerpo duele ya nos avisó antes varias veces. Todo tiene que ver con un sistema de defensa relacionado con nuestras corazas, con la forma en nos armamos para vivir la vida".
A diferencia de la medicina oriental, que conecta determinados malestares con órganos, la antigimnasia no sigue ese razonamiento lineal. Advierte que una contractura en el mismo músculo surge por causas diferentes en las distintas personas y cada uno debe buscar cómo romper el nudo.
Engañar al tigre
Las bases de la disciplina se deben a la kinesióloga Françoise Mezieres, quien determinó la importancia crucial de la cadena muscular posterior en las tensiones del cuerpo. Bertheret avanzó en el desarrollo e incorporó el trabajo con los recuerdos o emociones que surgen al trabajar el cuerpo.
El concepto de "antigimnasia" tiene relación con el año de su nacimiento, posterior al Mayo del ’68, período en que las disciplinas se definían por lo que no eran. En este caso, una práctica diferente a los métodos mecanicistas de la gimnasia tradicional.
Hay una metáfora rectora de la disciplina, la del "tigre agazapado". Sin tensiones el cuerpo no se puede mover, pero muchas veces no se relaja después. "El tigre es la astucia de hacer viajar esa tensión –indica Egea-. Si lo engañamos varias veces, el nudo se desarmará. Antigimnasia es inteligencia, es reflexionar con el cuerpo y no con la cabeza".
Mover el cuerpo implica mover las emociones, así que en las clases suele haber risas, llantos, enojos. Al desarmarse las corazas musculares, surgen estos efectos y –asegura Egea- los efectos curativos son más prolongados.
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