Santa Fe: una chica quiere jugar al fútbol con sus amigos varones pero se lo prohíbe el reglamento
Las deportistas sufren destrato y hasta acoso; ganan mucho menos dinero y están obligadas a superar pruebas que no muchos hombres resistirían; son pocas las que ocupan cargos jerárquicos en clubes e instituciones; la atención mediática también está por debajo de sus logros
Las mujeres son unas perdedoras. Pierden todos los días, pierden siempre. "¿No ves que sos una machona?", escuchó decenas de veces Jennifer Dahlgren, atleta olímpica en lanzamiento de martillo. "Salí, acá se entrenan varones", le dijeron un día a la judoca Paula Pareto. "Tu carrera deportiva ya está, acabás de ser madre, ahora te tenés que quedar en casa cuidando a tu hija", le sugirieron a Giselle Muñoz, jugadora de tenis de mesa adaptado. "Mi mamá tenía miedo, entonces yo le decía que iba a jugar al voleibol y no al rugby. Pero un día volví un poco raspada y le tuve que contar. En el colegio no entendían por qué había elegido un deporte de hombres", relata Sofía González, capitana del seleccionado de rugby. Sufren destrato y hasta acoso. Ganan mucho menos dinero. Están obligadas a superar pruebas que vaya a saber cuántos hombres resistirían. Pierden siempre.
Serena Williams se equivocó en la final de US Open, rompió reglas. Se desbordó, condicionada por un contexto histórico, una memoria emotiva. Alguna vez, el presidente de la federación rusa de tenis, Shamil Tarpishev, llamó "los hermanos Williams" a Serena y a Venus. Cómo desconocer una sensibilidad cubierta de cicatrices. La conducta del umpire Carlos Ramos se describió como la de un hombre recto y severo; la de Serena, como la de una histérica. Serena Williams reavivó el debate, legado que pocos les reconocen. "Sentí muchas barreras en el boxeo. Hay discriminación, es un mundo machista. Y el machismo mata. Si yo fuese hombre, sería millonario. Pero no quieren que la mujer iguale al hombre, o lo pase", lamenta la boxeadora Alejandra "Locomotora" Oliveras. El machismo en el deporte argentino es cotidiano. Un virus que encuentra el modo de mutar y sobrevivir.
"No le regales juguetes de varón a una nena porque te va a salir una lesbiana". La expresión "te va a salir" martilla cruel en una frase ya endemoniada. La escuchó más de una vez la mamá de Candelaria Cabrera, una niña de 7 años que ya no puede jugar con sus compañeros del club Huracán de Chabás, Santa Fe, porque una reglamentación zonal prohíbe las formaciones mixtas. Para seguir corriendo detrás de una pelota tendría que hacerlo en un equipo de mujeres, pero no hay en su ciudad. De las 230 ligas regionales reconocidas por la AFA, solo 68 incluyen el fútbol femenino. Mandatos y prejuicios, ningún deporte es de hombres. Las mujeres no deben levantar pesas ni practicar deportes de contacto. ¿Por qué? El precepto impone que perderán femineidad, delicadeza. Encanto. La mujer tiene que tener éxito y ser linda, o mejor, tener éxito si es linda.
"¡Andá a lavar el arco!". Esa fue la bienvenida que recibió Gisela Trucco desde la tribuna. No se trató de un día cualquiera: ese 30 de octubre del año pasado se convirtió en la primera mujer que integró una terna arbitral en la máxima categoría del fútbol argentino. Ser mujer en una de las profesiones más bastardeadas del país… Por empezar, deben cuidar algunos detalles para que retrógradas miradas no lo interpreten como una provocación: evitar pintarse las uñas con un color llamativo, al igual que cuidar el labial y el rímel. La homofobia y el machismo se entienden con perversidad. Las canchas lo exponen.
¿Cuántas presidentas de clubes de fútbol hay en el amplio abanico de la A hasta la divisional D? Hoy, ninguna; el próximo 6 de octubre, en un hecho inédito, Lucía Barbuto será la primera dama que conducirá un club de la máxima categoría, Banfield. ¿Y cuántas mujeres integran el comité ejecutivo de la AFA? Una, María Sylvia Jiménez, por el club San Lorenzo de Alem (Catamarca), del Federal A. ¿Cuántas árbitras hay en primera? Ninguna, por ahora solo han llegado a ser asistentes, como Trucco y Mariana de Almeida. Las futbolistas no tienen representación gremial porque ni siquiera está reglamentado un sueldo mínimo. Muchos clubes tienen descuidada hasta la infraestructura, porque hay cuestiones que entre hombres están naturalizadas. ¿Hace falta que el baño tenga puerta?
La selección femenina de fútbol salió tercera este año en la Copa América de Chile. Se prepara para jugar en noviembre un repechaje contra un rival de la Concacaf con la ilusión de llegar al Mundial de Francia 2019. A principios de año, no ocultaron su malestar cuando la AFA presentó la nueva indumentaria oficial… con modelos. "¿Y las jugadoras del seleccionado femenino? ¿Acaso no tendríamos que ser nosotras las que presentemos la camiseta? Vergonzoso", tuiteó Lauchi Oliveros, la arquera. Entre los varones, el rostro de cualquier lanzamiento es Messi. Hay una lógica comercial, claro, nadie puede desatenderla. El tema es empezar a cuidar detalles de identidad.
Las chicas se convirtieron en una queja zumbona para la AFA. Postergadas, tuvieron que reclamar hasta lograr una actualización de los viáticos. Todas las que juegan en el país viven de otros trabajos. Hasta soportaron que para entrenar les enviaran ropa usada… y de hombre, claro. Algún short de basquetbolista, cuentan, se coló. Si acceden a la Copa del Mundo, no cobrarán premios. "Les pido a las familias que apoyen a las chicas porque este es un deporte apasionante. Se creó la imagen de que el fútbol es para hombres y realmente no lo es. Es una pasión independiente del sexo", cuenta Stefanía Banini, quizá la mejor futbolista argentina, la única que juega en los Estados Unidos, en Washington Spirits, la liga femenina más poderosa.
Cuando la Conmebol renovó su estatuto, en 2016, impuso que en las estructuras de los clubes el desarrollo del fútbol femenino fuese imprescindible para recibir las licencias que permiten competir internacionalmente. Obligados por el apetito económico..., pero aún hay clubes con la asignatura pendiente. Siempre que no se avanza, se retrocede.
Igual que un electrodoméstico
Quien fue el zar de la Fórmula 1, el británico Bernie Ecclestone, llegó a pronunciar una de las frases más ofensivas: "Las mujeres pueden manejar, pero no tan rápido como los hombres. Deberían vestirse de blanco, como el resto de los aparatos domésticos". En la Argentina, las carreras de autos son uno de los deportes más populares, pero, sin embargo, la cantidad de mujeres que compiten en el primer nivel es prácticamente nula. Julia Ballario, la cordobesa de 26 años que mejores pergaminos ha logrado en los últimos años, sufrió para poder transformarse el mes pasado en la cuarta mujer en 81 años en correr en Turismo Carretera. "No se trata de si soy mujer o no, no me fijo en eso, en la pista soy una más, con el mismo sacrificio que todos", dijo recientemente.
Los medios no pueden hacerse los distraídos. La difusión que alcanzan las conquistas femeninas es muy inferior al despliegue que atrapan los hombres. La atención mediática para las chicas está por debajo de sus logros. Peor aún, habitualmente la curiosidad se desvía hacia detalles de su vida personal y deja como una anécdota a la deportista. La invisibiliza. ¿Cuántas periodistas deportivas trabajan en diarios/televisión? Pocas. Y la audiencia, en ocasiones también, mide la credibilidad del informador sobre la base de su género. "¿Creés que tu carrera se vio beneficiada por el hecho de ser una mujer atractiva?", escuchó un día la tenista Gisela Dulko en una rueda de prensa en Roland Garros. La sorpresa la paralizó. Entonces el colega se esmeró por ser más claro: "¿Te hubiera ido peor, deportiva y económicamente, de no ser linda?". Una pandemia vergonzosa: la cosificación de la mujer.
En definitiva, es una cuestión de educación: en la familia, en los colegios, en los clubes, en los medios. "En un programa de televisión me preguntaron: ‘¿Vos sos hombre o mujer?’. Ser mujer no significa ser flaquita y mostrar el culo", recuerda la boxeadora Locomotora Oliveras. Un ambiente tan machista que consigue que lo inadmisible bordee la naturalidad. ¿Por qué el running es un fenómeno en el que cada carrera callejera cuenta con miles y miles de mujeres? Porque se sienten cómodas. Ni señaladas, ni humilladas, ni degradadas.
Las Leonas del hockey, las Panteras del voleibol y las Gigantes del básquetbol, en este 2018 mundialista para ellas, son dirigidas por… hombres. Laura Martinel es la entrenadora de la judoca Paula Pareto. "Existe un permanente estado de discriminación, a veces silenciosa. Las mujeres, para ser tenidas en consideración, debemos demostrar nuestra valía con logros excepcionales, que de ninguna manera les son exigidos a los hombres en la misma escala. Es muy difícil imaginar a una entrenadora de alto rendimiento entrenando varones, mientras que es absolutamente normal que los varones nos entrenen", analiza.
Hasta hoy, son 142 los deportistas argentinos que a partir del 6 de octubre competirán en los Juegos Olímpicos de la Juventud, en Buenos Aires. La delegación albiceleste estará compuesta por un 63% de varones y un 37% de chicas. El COI recomienda que las plazas se repartan de una manera muy equitativa. Por ejemplo, la muestra global de todos los países participantes arroja una distribución más cercana, 54/46, con mayor peso masculino. ¿Qué ha ocurrido con la desproporción del Comité Olímpico Argentino (COA)? No se trata de animosidad; la Argentina es más competitiva entre los varones, por ende, ellos han conseguido más cupos en los cortes clasificatorios. Pero ¿por qué los hombres son más competitivos? Porque a las mujeres se les brindan menos oportunidades para desarrollarse. Dahlgren expone al entorno: "Desde chiquitos nos inculcan que los varones son los campeones y las nenas son las muñecas". Y Belén Succi, arquera de las Leonas, subraya en la misma dirección: "A veces, el nene va a jugar al fútbol a los 5 años y la hermanita se queda en la casa mirando tele. Ahí comienza la primera gran diferencia".
Alejandra Castiñeira de Dios, fundadora de la primera escuela de género y deporte, apunta al origen de la distorsión: "Las mujeres estamos subrepresentadas en los cargos de conducción, tanto en los clubes como en las organizaciones deportivas de mayor complejidad. Una cuestión es participar y otra es decidir. No es lo mismo integrar la mesa ejecutiva de un organismo que presidir la Comisión de Cumpleaños". Y profundiza: "Hay que poner el foco en los órganos de decisión. El COA, hoy, tiene solo seis mujeres con derecho a voto sobre 67 federaciones afiliadas y una de ellas está con licencia, por lo que te quedan cinco. Integrando el comité en distintas instancias participativas no son más que 12 mujeres. Ese es el eje importante". ¿La solución? "El camino es establecer un cupo obligatorio, como un acto de discriminación positiva. Quizás el 50% sea muy alto para comenzar, pero tal vez el 20% o el 30% de los cargos. Es el único camino a la igualdad", afirma Castiñeira de Dios.
La polista Lía Salvo ganó en 2016 el Abierto del Jockey Club, cuando Adolfo Cambiaso la invitó a jugar en su equipo. Muy reconocida en el exterior, puertas adentro su mirada se carga de críticas: "El polo en la Argentina es muy machista, más que en cualquier otro lugar", advierte quien tiene un handicap de nueve goles en mujeres, y de dos cuando juega con hombres. Vuelve Sofía González: "En la URBA son unos dinosaurios a los que les resulta imposible sacarse de la cabeza que la mujer no puede jugar al rugby". La surfista Lucía Almirón ofrece una imagen del hundimiento: "Las condiciones del mar es el punto más crítico de la discriminación que sufrimos. ‘Para las competencias de ustedes con cualquier olita nos alcanza’, nos advierten". Hace algunos meses, en un club de la zona oeste del conurbano, donde estaba colgado un cuadro con el equipo femenino de rugby, al día siguiente apareció un corpiño. Son mujeres. Perdedoras.
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