Incluso antes de que llegara el nuevo coronavirus, los trabajadores de la salud de la Argentina estaban luchando, la mayoría de ellos a menudo trabajaban más de 12 horas al día en múltiples empleos para ganarse la vida.
La pandemia ha complicado más aún el trabajo. Son ellos quienes les brindan atención médica a los gravemente enfermos y también los que ofrecen la mayor comodidad posible a los pacientes, muchos de los cuales mueren por Covid-19 sin siquiera poder despedirse de su familia.
Algunos todavía se van a su hogar por la noche con sus familias, después de tomar precauciones. Como Andrea Cortés, una enfermera que se va a casa para estar con su pareja, Ariel, pero cuenta que no se besaron ni abrazaron en casi cuatro meses. Ella no vio a su hija de 27 años durante el aislamiento,
Cortés, que pasa un promedio de 17 horas al día en dos hospitales en Buenos Aires, se preocupa constantemente y teme llevar el virus a su casa. "Ese miedo y la duda me hacen mantener esta distancia con la familia hasta que todo termine porque los amo y tengo que cuidarlos", dice ella.
Muchos médicos, por precaución con sus seres queridos, se mudaron a hoteles. Algunos optaron por enviar a sus hijos con familiares.
Los médicos, enfermeras y otros trabajadores de la salud representan el 7% de las más de 130.000 infecciones confirmadas reportadas por el gobierno de la Argentina, una cifra que aumenta diariamente.
Pasaron ya tres meses desde que la enfermera Marcela Brancati vio por última vez a su hija de 9 años, Agostina. Solo puede verla a través de fotos enviadas en WhatsApp por su madre, que cuida a la niña.
"Nunca hemos estado separados tanto tiempo. Es muy difícil", dice Brancati. "A veces ella me llama llorando. No puede soportarlo y quiere volver (a casa)", dice.
Juan José Comas dio positivo de coronavirus, pero nunca mostró ningún síntoma mientras estuvo en cuarentena en el hospital donde comenzó a trabajar como voluntario cuando empezó la pandemia. Obtuvo su título de médico el año pasado, pero aún debe capacitarse antes de realizar el examen de residente, para lo cual ahora recibió un curso intensivo en el tratamiento de pacientes.
Comas estuvo compartiendo una habitación de hotel con tres médicos que no conocía desde que se mudó de la casa de sus padres en abril para protegerlos. "Fui un par de veces para verlos detrás de la puerta", dice. La precaución y el amor por ellos, ante todo.
Texto de agencias
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