Premiados: empezaron como un juego en el aula y hoy lograron ayudar a comunidades vulnerables de Salta
Se trata de los estudiantes de la Escuela Técnica N°3, de la ciudad, que desarrollaron un kit para saber si el agua es potable
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El proyecto nació con la idea de ver qué tenía el agua. Los alumnos le sentían gusto y cuando se enfermaban querían saber qué tenía. Con esa idea crearon un kit tecnológico de bajo costo para analizar muestras de agua, detectar microorganismos y si era potable.
“Consiste en un proyector láser. El láser proyecta sobre la gota de agua, amplifica esa imagen y nos deja ver lo que hay dentro de la gota de agua. Con esa proyección después el software nos determina el porcentaje de microorganismos que contiene esa imagen”, explica Miguel Alejandro Rodríguez, docente que estuvo a cargo del proyecto “Más agua, más vida” de la Escuela Técnica N.° 3 D.E. 9 María Sánchez de Thompson que se llevó el primer Premio Docentes de la Ciudad, que el Ministerio de Educación porteño entregó este jueves en el Salón Dorado del Teatro Colón.
“Empezamos a hacer varios prototipos, primero con impresión 3D y luego fuimos evolucionando hasta llegar a este modelo con cartón o madera. La idea era que se tenía que poder replicar de manera fácil y económica, con elementos más accesibles y más fáciles de encontrar”, contó Tulio Chiotta, profesor de tecnología de tercer año.

Una vez extraída la muestra, desarrollaron un software con inteligencia artificial para poder detectar si el agua era potable o no. Buscaban que sea una herramienta accesible para poder llevarla a comunidades vulnerables como Campo La Paz, en Salta.
“Inicialmente lo desarrollamos online, pero cuando fuimos vimos que internet no era algo accesible, entonces desarrollamos un software que funciona de manera local en una computadora”, describió Chiotta. Les llevó casi un año desarrollarlo y hace tres que el proyecto tiene continuidad.
Fueron los alumnos de 14 y 15 años los que viajaron para enseñarles a otros estudiantes más chicos cómo funciona el kit y qué intenta detectar. “Vieron realidades distintas con respecto a otros chicos. Ahí, por ejemplo, si te olvidás de comprar algo, te falta azúcar, puede tardar dos días, porque les llega con mulas. Eso fue lo mejor, verlos a ellos en otros roles, como docentes”, dijo Miguel Alejandro Rodríguez.

Hoy, ya llevan más de 30 kits entregados a escuelas rurales del norte argentino. La propuesta que tiene un doble impacto, brinda a comunidades vulnerables una herramienta accesible para evaluar la calidad del agua, y también potencia la formación técnica de los estudiantes acercándolos a la programación y a la aplicación de la IA en problemas concretos recibió el primer premio ($14 millones) que utilizarán para comprar un calefactor solar para la escuela de Campo La Paz.
Salas de escape
Matescape se llama la propuesta de la escuela Scholem Aleijem en la que alumnos de tercer grado desarrollaron salas de escape digitales con consignas matemáticas. “La idea es que después del trabajo con los distintos contenidos del área, los chicos, primero, juegan en esas salas de escape y luego empiezan a pensar cómo escribir las consignas y pensar desafíos matemáticos y darle a la sala una narrativa, para que tenga una historia, un sentido”, contó Sofía Tenenbaum, docente de tercer grado.
El proyecto empezó hace cinco años, en plena pandemia. “Empezamos viendo cómo poder enseñar desde la virtualidad y a crear nosotras salas de escape para trabajar con los chicos en el área de matemática. Con la vuelta del regreso de la escuela empezamos a pensar en que ellos fueran productores y creadores de salas de escape con los contenidos de matemática”, relató Paula Rodríguez, la docente que coordina el proyecto, junto a un equipo de maestras y directivos.

Después esas consignas se integran en salas de escape interactivas creadas en la plataforma Genially. Con más de 100 salas de escape creadas en los últimos años, Matescape se consolidó como una práctica institucional sostenida que motiva a los alumnos y que además se reutiliza como recurso pedagógico en otros grados.
“No solo se lo presentamos a las familias a fin de año, sino que año tras año lo compartimos con los chicos que pasan a tercer grado para que puedan practicar y estudiar a partir de esos contenidos. Está buenísimo que ellos ven que sus producciones llegan a otros”, agregó Sheila Sztajn, facilitadora digital de tercero y cuarto grado.
Resaltaron también que es un trabajo que se hace en equipo, los tres grados de tercero los mezclan para que los alumnos conozcan chicos con los que no frecuentan el día a día.
“A los chicos les gusta. Son nativos digitales, entonces todo lo que es tecnología, juegos, a ellos ya les atrae de por sí. Llevar la matemática a cosas que ellos ya conocen y les es más intuitivo es algo que les genera satisfacción, se divierten, les entretienen y además lo crean para otros”, cerró Rodríguez.

El podio lo completa el Teatro ciego de la Escuela N° 27 D.E.5 “Manuel de Sarratea”. en donde los alumnos de cuarto y quinto grado deben escribir una precuela de la saga ¿Quién le tiene miedo a Demetrio Latov? y adaptarla a una puesta inmersiva.
“Vimos una posibilidad de utilizarlo como herramienta para que los chicos puedan potenciar sus capacidades. Todo lo que tiene que ver con la escritura, también ponerse en el lugar de otro y pensar cómo podemos hacer para que las personas no videntes puedan disfrutar de un espectáculo. Trabajamos mucho la empatía, la verdad que es un proyecto muy integral. La maestra bibliotecaria nos sugirió la saga y ellos lo sintieron muy personal, fue una buena selección del material para que ellos se enganchen”, contó la docente Karina Andrea Romano.
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