El ajedrez y la guerra
Rusia y Ucrania son naciones de gran tradición ajedrecística. Rusia lo es por excelencia. Y por su parte Ucrania también es un coloso del ajedrez. Lo era cuando formaba parte de la Unión Soviética, y lo siguió siendo después hasta hoy, incluso ganando dos Olimpíadas. La Olimpíada correspondiente a 2022, que estaba programada para realizarse en Rusia, cambiará de sede, y probablemente se realice en Qatar.
Hace pocos días, el caso de Sergey Karjakin llamó la atención. De él habrá que decir que nació y desarrolló su genio ajedrecístico en Ucrania, donde obtuvo el título de gran maestro a los doce años y 7 meses, lo que constituyó un récord de precocidad durante muchos años; luego, a los 19 adoptó la ciudadanía rusa. Hace cinco años tuvo su gran oportunidad de coronarse como campeón del mundo: le iba ganando el match a Carlsen a falta de tres partidas para el final, pero perdió la siguiente partida, el encuentro terminó empatado, y el noruego se impuso en el desempate de partidas rápidas.
Hoy, Karjakin es noticia porque manifestó su apoyo a Rusia en el conflicto bélico con Ucrania a través de las redes sociales. Varios maestros salieron a contestarle condenando su postura. También algunos organizadores de torneos anunciaron que no lo invitarán a sus eventos. E incluso la Federación Internacional amenazó con sancionarlo. De este modo, la tensión del conflicto se traslada también al ajedrez. El ajedrez mismo es una metáfora de la guerra, aunque una guerra sublimada y practicada en forma cívica y pacífica.
Un ruso y un ucraniano en el ajedrez argentino
Como algo más que una curiosidad vale consignar que en el ajedrez argentino también han dejado su huella dos grandes maestros, uno ruso y otro ucraniano. Y en tiempos recientes. Estos dos jugadores representaron a nuestro país como parte de los equipos olímpicos de ajedrez. Sirve aclarar que la Federación Internacional de Ajedrez permite que cualquier jugador, sin importar su nacionalidad, si ficha para determinado país, puede representarlo en cualquier competición, incluyendo los juegos olímpicos. Así, el ruso Maxim Sorokin, que vivió en Argentina a fines de los noventa, jugó para nuestro país las Olimpíadas de Elista 1998 (ciudad en la que falleciera años después en un accidente automovilístico), y de Estambul 2000.
También Antón Kovalyov, que nació en Ucrania, y llegó con su familia a Buenos Aires siendo él un niño, representó a la Argentina en Dresde 2008, antes de emigrar y seguir su carrera en Canadá. Si mal no recuerdo, se trata de los únicos jugadores no nacidos en Argentina que representaron a nuestro país en Olimpíadas desde los tiempos en que lo hacía el recordado Miguel Najdorf.
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