Fernando Batista, el DT que llegó al Sub 20 de apuro y consiguió la rápida clasificación al Mundial
RANCAGUA, Chile.- La urgencia por el resultado no le modificó el rumbo. El poco tiempo de preparación no fue una excusa en la adversidad. Con apenas horas al frente de la selección Sub 20, en diciembre pasado, Fernando Batista entregó la primera lista de jugadores para disputar el campeonato Sudamericano de Chile. La Argentina se presentó en Curicó, en el debut con Paraguay, con apenas 25 sesiones de entrenamientos. El grupo estuvo un par de veces al borde del precipicio, se rehízo con personalidad y coraje, pero también enseñando pinceladas de buen juego.Después de tres semanas de competencia, la selección es el único representante sudamericano con pasaje para el Mundial de Polonia y los Juegos Panamericanos de Lima; el domingo, como bonus, tiene la oportunidad de consagrarse campeón y, además, eliminar a Brasil.
La Argentina se medirá el domingo con Brasil en el último turno, a las 22.10. Estaba pautado para las 19.50, pero al ser la selección que marcha puntera, la organización modificó el horario, porque de consagrarse campeón ya está en el campo de juego. De lo contrario, tenía que esperar el resultado del último turno entre Ecuador y Venezuela
"Los chicos entendieron cómo debían jugar cada partido de este torneo Sudamericano que se hace cada vez más difícil, más peleado, con equipos que trabajan desde hace tiempo y tienen futbolistas que ya están jugando en Europa. Teníamos que acomodarnos rápido, era urgente armar una selección competitiva. Mi satisfacción es que captaron rápido el mensaje. Cambiamos el equipo varias veces y ellos lo asimilaron bien, son unos leones como grupo y, además, grandes jugadores", destaca Batista al analizar el desarrollo de un torneo que la Argentina inició con titubeos y que termina desandando con pie firme.
La elección apurada de Batista, después que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) confirmara a Lionel Scaloni como entrenador de la selección Mayor, es otro capítulo de las idas y venidas que desde hace años se repite con los juveniles. Su nombre está asociado a los proyectos juveniles desde 2000, cuando hizo su primera experiencia en San Lorenzo. Con cinco temporadas de trabajo en el Ciclón dio el salto a Argentinos Juniors, donde se formó y debutó como futbolista -ahí también brilló su hermano Sergio-, aunque para ejecutar la coordinación general de las divisiones inferiores. En 2016, como ayudante de campo de Claudio Úbeda, tuvo su primera experiencia de selecciones juveniles: después de una controvertida elección –no habían presentado una carpeta con un proyecto-, la entonces Comisión Normalizadora que presidía Armando Pérez los convocó para el campeonato Sudamericano Sub 20 de Ecuador. La Argentina arribó con escaso tiempo de preparación y logró una agónica clasificación.
A la vuelta de la Copa del Mundo de Corea del Sur, donde la Argentina no se clasificó para los octavos de final, Claudio Chiqui Tapia, presidente de la AFA, lo desvinculó ante la reestructuración que se prometía y en donde no quedarían resabios de la gestión anterior. "Nos dijo que sabía que había hecho un buen trabajo, que nos condicionó el poco tiempo de preparación y que nos merecíamos otra oportunidad", recuerda Batista, que tomó un nuevo rumbo y se marchó para coordinar a los seleccionados menores de Armenia. Un cambio de mando en el Federación de aquel país lo dejó cesante y el llamado desde la AFA le presentó una segunda oportunidad. Armó con rapidez el grupo de trabajo, con el incondicional preparador físico Cristian Palandella como ladero; sumó a Esteban Solari y a Damián Ayude como ayudantes de campo. En el camino debió cambiar de entrenador de arqueros: Gustavo Piñero se integró al cuerpo técnico de Gerardo Martino en México y la vacante fue tomada por Damián Albil, que desarrollaba la tarea en Tigre.
La simpleza de los conceptos, no abusar de los datos, porque en lugar de estimular y ayudar empeoran y confunden, y seguir una línea que venía trazada, fue la plataforma sobre la que se instaló Batista. Diez integrantes de este grupo, en 18 meses, se entrenaron bajo las órdenes de Sebastián Beccacece, Scaloni –obtuvieron el título en L’Alcudia 2018- y hasta Pablo Aimar. El entendimiento con los jugadores fue rápido y la adaptación a los movimientos resultó determinante para este presente en tan poco tiempo de trabajo. En ocho encuentros, la Argentina utilizó a 21 de los 23 jugadores –los arqueros Jerónimo Porteau y Lautaro Morales, los únicos que no tuvieron minutos-, pero también se ajustó a diferentes esquemas tácticos: del 4-3-3 inicial al 4-2-3-1 de los últimos juegos y con el que mejores resultados cosechó; en el medio, el clásico 4-4-2 para sostener diferencias, con intérpretes que se quitaron el frac y se calzaron el overol.
Las lesiones Ezequiel Barco, Agustín Almendra y Leonardo Balerdi, en plena competencia, ausencias que le quitaron variantes y jerarquía. Pero asomaron reemplazantes de temple: Gonzalo Maroni, que estaba fuera de la nómina, enseñó en los clásicos con Uruguay su mejor versión, aportando goles y talento; Nehuén Pérez y Facundo Medina se sostuvieron como fórmula de la zaga central; Santiago Sosa y Aníbal Moreno se adueñaron de la zona medular y en Adolfo Gaich el conjunto descubrió a un goleador y a un guerrero. De la Vega y Julián Álvarez le ofrecen explosión y frescura a la ofensiva. Después de varios años asoman laterales con proyección: Barquett y Ortega marcaron el ritmo, Pereyra y Mura no desentonaron cuando Batista echo mano para el recambio.
"Sabíamos a lo que estábamos expuestos, pero un resultado no me iba a cambiar. Sigo sosteniendo que los juveniles, desde la Sub 15 a la Sub 20, son proyectos a largo plazo. Muchos podrían pensar que si no clasificábamos era un fracaso. Los juveniles tienen que lograr resultados, pero no debe ser lo único. Mi mayor logro no será este, si no que estos chicos sean el futuro de la selección Mayor", dice Batista, que en las últimas 96 horas recibió las visitas de Scaloni, junto con Walter Samuel, y de Tapia. Un apoyo que los juveniles no tuvieron en el pasado reciente, una señal para afianzar un proyecto que permita ilusionarse con el futuro.
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