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Estudiantes de La Plata es un equipo discreto, de bajo vuelo. Conserva una luz de esperanza solamente por su estirpe, por su escudo y porque cuenta con un pibe que juega bien, un atorrante de 16 años. Darío Sarmiento nació en Florencio Varela, es zurdo y se anima a divertirse, a pesar de su baja estatura (1,67 metros) que lo desfavorece en el roce con los más grandes. Más allá de esa revelación, el León no ruge, no le da miedo a nadie.
Gabriel Milito ensaya, prueba y se equivoca demasiado seguido y los intérpretes –no todos tienen clase como para jugar en un club que posee tanta historia– suelen fallar. Al menos esta vez, Estudiantes encontró un alivio. Superó por 4-2 en la definición por penales a Estudiantes, de San Luis, un equipo del torneo Federal A. Pasó de todo: no le concedieron un gol legítimo, marcó uno en el tiempo adicional que pudo definir el encuentro y, en la última bola, sufrió el 2-2 definitivo. Zafó en los remates y alcanzó los cuartos de final de la Copa Argentina; su próximo rival será Central Córdoba, de Santiago del Estero.
El pibe Mateo Retegui –hijo de Chapa, el seleccionador de hockey– marcó el 1-1. La pelota claramente ingresó, pero el juez Hernán Mastrángelo, apoyado en un asistente, consideró lo contrario. Estudiantes insistió; con los cambios que le aportaron frescura –como el del chico Sarmiento– empató y desniveló por un cabezazo de Retegui, pero un minuto después pagó caras sus debilidades. Marca mal, ataca mal.
En la Superliga es uno de los equipos que luchan por no descender. Tiene 15 puntos más que su vecino Gimnasia, el peor en ese rubro, pero sabe que su futuro no ofrece garantías.
Milito es resistido por buena parte del público. Sabe que corre desde atrás, pero sigue en la pelea con sus métodos. En la cancha de Arsenal estuvo Diego, su hermano, hoy manager de Racing. Allí, Gabriel pasó del sufrimiento a brindar tres conceptos de esta realidad:

