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“En la cancha”, el documental que retrata el universo del fútbol televisado a partir de una historia mínima
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El fútbol moderno es indisociable de la televisión. La pantalla transformó la dinámica del deporte de modo radical desde la primera transmisión de un partido del campeonato argentino, en 1951. Ese cruce es el centro narrativo del documental “En la Cancha”, de la realizadora Lucía Maccagno, que se estrena este jueves 22 de septiembre a las 19 en el Cine Gaumont (Rivadavia 1635).
La exhibición, de 55 minutos, traza un panorama sobre las disputas detrás de la cesión de los derechos televisivos a través de la historia de un club (Flandria) y un canal de televisión comunitario (PAREStv). A partir de una historia mínima se retrata todo el universo del fútbol televisado. Tras el estreno, “En la cancha” tendrá funciones todos los días desde las 19, al menos hasta el 28 de septiembre. Maccagno, la directora del documental, es integrante del colectivo de dirección del canal Barricada TV y elaboró este documental sobre una investigación previa que se realizó en el marco de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
El libro del que partió la idea
El fútbol es el contenido más deseado del mercado audiovisual. Es el centro de una puja que se resuelve lejos del escrutinio público. Sobre las turbulentas relaciones entre fútbol y TV en la Argentina, el periodista y abogado Mariano Suárez presentó un año atrás “Fútbol Propiedad Privada” (publicado por Ediciones Al Arco y Editorial Mil Campanas), un libro que es el ordenador de un relato que narra desde la primera transmisión televisiva, en 1951, hasta los campeonatos del mundo.
A continuación, un extracto del primer capítulo.
Siamo Fuori
Maradona no estudió a Napoleón, ni a Carl von Clausewitz ni a Sun Tzu, teóricos del arte de la guerra. Simplemente le bastó la intuición y su experiencia corporal como italiano del sur para convencerse de inducir una estrategia de la división. Con su tobillo izquierdo estallado, que lo condicionaba en la cancha, acudió a la potencia de su palabra, intacta. Eligió los adjetivos y sacudió a un país. "Ahora se apuran a recordar que Nápoles es parte de Italia. Durante 364 días se habla de siniestrados, de terroni, de apestados, todos ataques infames. Ahora se descubre que esta gente es la mejor del mundo", azuzó en una columna del Corriere dello Sport en la previa de la semifinal del Mundial Italia ’90.
Atizó la atmósfera. Repuso en escena una tradición de estigmas y discriminaciones sedimentadas por el peso de la historia sobre la fracción africana de Italia. Provocó un climax acaso inimaginable para los espectadores de los mundiales contemporáneos. Fue el prólogo de la noche del 3 de julio de 1990, en la que Argentina eliminó a Italia, por penales, de su propio Mundial, en el estadio San Paolo de Nápoles.
"No he tenido la sensación de contar con el apoyo absoluto del público", reconoció Azeglio Vicini, entrenador italiano, tras el partido que fue la contracara de la final posterior, ante Alemania, en el Olímpico de Roma, con las tribunas inclinadas contra la Argentina.
Pero aquella noche, en la que Italia quedó eliminada por el penal de Maradona y las atajadas de Goycochea, quedó en la historia también por otro hecho: fue la última vez que la televisión pública italiana televisó en directo, en forma abierta y gratuita, un encuentro futbolístico de ese calibre.
Las televisoras privadas, que hasta entonces sólo podían retransmitir en diferido, pasaron a tomar el control de las emisiones deportivas del "Calcio", entonces la liga profesional más poderosa del mundo.
El deporte y la televisión habían anudado una fluida relación de intercambios desde los Juegos Olímpicos de Roma ‘60, pero fue la década del ’90 la que transformó el negocio. Y también su escala.
El fútbol argentino celebró su primer contrato para la transmisión de partidos de primera división en 1985, pero el primer modelo de televisación se consolidó más tarde de la mano del ambicioso empresario paraguayo Carlos Avila, que encontró en el fútbol el terreno fértil para cambiar para siempre la sobriedad de la vida que conoció cuando llegó a la Argentina con su madre, en 1946, en los días felices del primer peronismo.
El programa Fútbol de Primera fue el estandarte de aquella renovación. Bajo la idea de presentar resúmenes de partidos, se emitió por primera vez el 4 de agosto de 1985 por Canal 7 con una inversión lejana a las transmisiones actuales: apenas tres cámaras (dos en altura y una en el campo). Una vez consolidado, el programa desplazó a Todos los goles, que se emitía desde 1983 por Canal 9.
Ya en la temporada 85/86 la estructura de los campeonatos se modificó para favorecer la posibilidad de vender jugadores al mercado europeo. El perfil del negocio evolucionaba.
Para la edición 89/90, consolidado como oferta exclusiva, Fútbol de Primera abandonó la pantalla de la televisión pública para mudarse a Canal 9, la señal privada líder en audiencia.
Pero el maridaje que permitió el salto exponencial del negocio fue la alianza celebrada, en 1991, con el Grupo Clarín, la empresa de comunicación más grande del país. De aquella unión nació TSC (Televisión Satelital Codificada, dueña de los derechos), Ad Time (que comercializaba la publicidad estática en las canchas), la señal deportiva TyC Sports y, por supuesto, Trisa (Tele Red Imagen S.A), que será un actor central de este relato. Fútbol de Primera, en ese nuevo cuadro, se reubicó naturalmente en Canal 13.
Y una clave del nuevo señorío: los derechos televisivos del fútbol fueron cedidos durante el generoso período 1991-2014, un plazo reñido con toda lógica para la naturaleza de un negocio dinámico que, bajo cualquier análisis, se encontraba en un ciclo ascendente.
Los partidos locales del seleccionado argentino preparatorios para los Mundiales 1998, 2002 y 2006 quedaron atrapados en el mismo negocio exclusivo. Nada era gratis. El acceso era la televisión por cable (arancelada) y, según el caso, una sobretasa para las emisiones codificadas. "Por qué tengo que licitar los derechos, si la AFA es privada", justificaba Julio Grondona, el mandamás de la Asociación del Fútbol Argentino desde 1979.
Nadie entonces podía introducir una cámara en un estadio sin autorización de los dueños de la pelota. Los privilegios eran tales que algunos periodistas contratados por Torneos y Competencias se desorientaban en su propia alucinación y se comportaban como miembros de una casta a la que tal vez pertenecían los accionistas de la empresa pero nunca ellos.
Acaso aquellas fugaces estrellas de la pantalla terminaron aprendiendo la lección sobre la ubiquidad de tiempo y lugar por la vía más costosa. Avila también fue el protagonista de cierres de medios y despidos masivos. Como tantas veces, el tiempo operó como un ordenador.
Si alguna duda existiera sobre quien mandaba entonces, la despejó el estertor de una contienda judicial sobre el estreno del sistema de Televisión Satelital Codificada. La jueza Adela Norma Fernández, titular del Juzgado Nacional en lo Comercial Nro. 19, concedió una medida cautelar a la empresa Recova que había firmado un contrato con Torneos y Competencias para llevar el fútbol a la pantalla de Telefé a partir de 1991 (luego se generó un problema de horario con el programa Videomatch). La AFA no hesitó. El 23 de agosto se resolvió por unanimidad suspender el torneo Apertura hasta tanto no se habilitara el flamante sistema de televisión codificada y por las señales del Grupo. Los clubes fueron meras herramientas al servicio de los intereses de una empresa para torcer una decisión judicial.
No hace falta relatar cómo terminó la causa judicial.
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