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La jerarquía no es una cualidad que se obtenga con recetas mágicas. En el fútbol, la experiencia y el temperamento suelen ser factores determinantes que inclinan la balanza hacia un lado u otro. Anoche fue para San Lorenzo, que sacó la chapa pero al que no le sobró nada para ganar 2-1 frente a La Guaira, en el partido de ida por los octavos de final de la Copa Sudamericana.
De entrada, San Lorenzo asumió el protagonismo y tomó ventaja con un tiro libre precioso de Belluschi. El volante, filoso e incisivo, abrió huecos permanentemente y algo dejó claro: está luciendo su mejor repertorio desde su regreso a la Argentina y explica por qué el Ciclón quiere extenderle el vínculo contractual que finaliza en junio de 2017. Inclusive, se muestra igual o mejor que en su versión 2004, cuando se dio a conocer en sociedad en el Newell's campeón del Apertura.
Sin un puntero abierto por la lesión de Ezequiel Cerutti, Diego Aguirre apostó por la explosión del joven Merlini, que ingresó por Cauteruccio -ausente por un cuadro de gastroenterocolitis-. En la columna del haber, se va tranquilo no sólo por el fútbol de Belluschi: se suma Blandi, de una racha goleadora que parece inacabable. Después de un inicio de ciclo con ciertos vaivenes -derrota con Boca en un amistoso, igualdad con San Martín en el arranque del torneo local y caída con Banfield en la ida de la Sudamericana-, el equipo de Aguirre fue tomando confianza. No es casualidad la racha de cuatro victorias al hilo -Defensa y Justicia, Banfield, Vélez y La Guaira- para un San Lorenzo que, muy de a poco, va construyendo una identidad. En el balance, las cuentas no le cierran cada vez que lo atacan por el sector del uruguayo Corujo, que exhibe endeblez.
Cuando comenzó el segundo tiempo, la incipiente primavera porteña retrocedió un par de días y aparecieron los abrigos en el Nuevo Gasómetro. Pareció una señal para el equipo visitante. Torrico, héroe contra Banfield, sufrió con el viento arremolinado y quedó a mitad de camino en un gol poco común: el mismo futbolista, Lucena, cabeceó dos veces la pelota. Así y todo, salvo en momentos puntuales, La Guaira no escapó de un vuelo bajo. Pero asimiló los golpes y los reconvirtió en voluntad para acercarse al arco rival. Esta eliminatoria es toda una novedad para un equipo fundado en 2008 y refundado hace apenas tres años, cuando estuvo al borde de la desaparición por problemas económicos. La posibilidad de disputar esta eliminatoria ya es toda una hazaña para el primer conjunto venezolano en entreverarse en los octavos de final de este certamen.
A pesar del título obtenido en 2014 con la ansiada Copa Libertadores, para la dirigencia encabezada por Matías Lammens hay un objetivo puntual: volver a ganar terreno a nivel internacional. Para eso le ofrecieron el timón del barco a Aguirre. En esas aguas, por momentos arremolinadas, navega hoy San Lorenzo.



