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El fixture le había preparado a Tigre un comienzo de campeonato a puro viaje. Recién en la tercera fecha, y luego de visitar Misiones (0-0 con Crucero del Norte) y Rosario (1-2 con Rosario Central), el Matador pudo jugar de local. Necesitaba regalarse un triunfo y lo consiguió, gracias al gol señalado por el inagotable Carlos Luna , quien llegó a los 56 tantos con la camiseta de Tigre. Su rival, Olimpo , hizo demasiado poco como para poner en duda el éxito del equipo local.
Lo mejor de los dirigidos por Gustavo Alfaro (y del partido) se vio en el primer tiempo. Tigre se sobrepuso a un arranque caótico: en esos primeros compases, ni Pelletieri ni Wilchez, los más cerebrales del local, conseguían la pelota. Y el plan de juego de Alfaro naufragaba en buenas intenciones. A Tigre le faltaba peso ofensivo.
Cuando lo consiguió, definió el encuentro. Debió aparecer un actor de reparto (Itabel) para encarar por la banda derecha y poner un centro al segundo palo. Allí, Itabel imaginó la cabeza de su referencia ofensiva, Carlos Luna. Y el Chino, goleador, no lo defraudó. Puso la cabeza y se zambulló al gol.
La jugada fue un oasis, porque a Tigre le costó atacar. Equivocó el camino y sólo pudo vulnerar a la defensa bahiense porque Wilchez, Goñi e Itabel -la figura de la tarde- pudieron triangular sobre la banda derecha. La historia no volvió a repetirse en todo el partido.
¿Y Olimpo? Lo suyo fue muy pobre. El equipo dirigido por Walter Perazzo fue incapaz de dar tres pases seguidos. En los primeros 45 minutos, sólo arrimó algo de peligro al arco de Javier García con un remate lejano de Klusener.
En el segundo tiempo, Tigre se dedicó a hacer negocios. Dejó que el tiempo pasara. La iniciativa quedó del lado de Olimpo, que quiso, pero nunca supo y jamás pudo. Conclusión: perdió el espectáculo.