De película: Chicago ascendió y hundió a Chacarita, que erró un penal sobre la hora

El fútbol es un asunto maravilloso. No es un deporte, el diccionario engaña: es una ruleta rusa fascinante, que da vueltas hasta cuando se queda sin batería. La pelota puede viajar al infinito y, de pronto, trastabillar en tierra firme. El fútbol es un embustero: hace llorar a todo el mundo. Al que gana, porque estuvo a punto de perder. Al que pierde, porque estuvo a punto de ganar. Una caprichosa alegoría de la vida misma: con bolsillos flacos, sobrevive de emociones. De corazones desatados. Hay que estar aquí, en San Martín, conurbano bonaerense, estadio de Chacarita a nuevo, no más de 6000 personas. Nueva Chicago, un gigante dormido del ascenso, celebra el regreso a la primera B Nacional, luego de cuatro temporadas, en el silencio más conmovedor, sin su gente, consecuencia de una sociedad enfermiza y violenta. Chacarita, magullado en el tiempo, cae en desgracia una vez más: con el respeto de la mayoría, a pesar de algunos disturbios pasajeros, 19 torneos más tarde, vuelve a la primera B. Todo, todo, en apenas 12 minutos. Los 12 minutos más atrapantes de una deslucida temporada de ascenso. Los 12 minutos que hirvieron hasta al corazón más helado.

Chicago, ganador del reducido, venció por 1 a 0 el primer partido de la promoción. Gol de Carboni, el miércoles que pasó. Chacarita debe vencer por un gol, para mantenerse: situación nada descabellada, si se recuerda el sorpresivo avance de los últimos triunfazos, 3-1 con Central y 3-0 con Patronato, fuerza, convicción y pases cortos del Tano Pasini y sus soldados. No pasa demasiado durante el partido, a Chacarita le tiemblan las piernas, se le bajan las medias, no da pie con bola. Sin astucia: el gol parece una misión imposible, casi una película de Ton Cruise. Tanto que Chicago, con Christian Gómez, el viejo Gomito, de 37 años, con Serrano y otros obreros, van edificando un castillo de arena convertido en cemento. De a poquito, como aquel tiro de Carboni directo al palo. Chicago vive el fútbol con alivio, para Chacarita el fútbol ha dejado de ser un juego.

El balón parece de seda en los rústicos zapatos de Chicago, la pelota es una bola de fuego en los pies que patean para el costado de Chacarita. Hasta los 39 minutos del segundo tiempo. Aquí, si el mundo dejara de rodar, no estaría nada mal. Contraataque de Chicago, con el manual bajo el brazo: centro bajo de Scifo, toque al fondo de la red de Carboni. Chicago vuelve, Chacarita.., también. Los hinchas locales, envueltos en llanto, se sorprenden de lo grande, lo inmenso que es el fútbol: de pronto, a los 43, Tellas le pega con los ojos cerrados, con alma y vida, entre piernas de todos los tamaños y colores. Empata Chaca, otra vez está a un gol de la permanencia. Por qué no creer. Si la vida, si el fútbol, sobrevive entre sueños.

Chacarita avanza como una tropa, Chicago observa huecos por todos lados. En uno, se manda Serrano, que descubre a Carboni, suerte de Pavone del ascenso. Va, va, lo tiene y... se lo pierde. El balón besa el segundo palo, un beso de viuda negra, porque al rato nomás, a los 49, Centurión, en la otra área, envía otro centro, uno de los cientos y la pelota choca con la mano izquierda de Testa. ¡Penal! Zonzo, sí, pero penal en San Martín y en la luna.

Chacarita lo celebra como un gol, como un campeonato. Van 51 minutos, toma la pelota Toledo, el número cinco. Tiene la presión de un cirujano, remata y ataja, con suspenso (la pelota se le escurría...) un tal David Monllor, el héroe del silencio. Allí es cuando la fantasía supera a la realidad: Pasini festeja el gol..., que no fue. Testa, entre lágrimas, admite: “Si lo hacía, me retiraba”. El arquero estuvo a punto de dejar el fútbol. “No sé ni quién era el que pateaba”, relata. Mario Fraceschini, DT de Chicago, manejaba un taxi hasta ayer nomás. Pasini es un desconsuelo: “Quisiera dormir por un mes”. Historias de ascenso que valen toda una vida...