Un periodista ciego tirado en el piso y títulos catástrofe: cómo vivieron el papelón los enviados extranjeros
Cuando la final de todos los tiempos se convirtió en la vergüenza de todos los tiempos, la noticia escaló a los principales sitios de noticias del mundo, deportivos y generalistas. El salvaje fútbol argentino ofreció su cara como nunca a la mirada extranjera: periodistas de Omán, Qatar, China, Emiratos Árabes y Suecia, por ejemplo, fueron parte de los 882 acreditados de 22 países que estuvieron en el Monumental ayer (y lo estarán hoy, presumiblemente) para intentar describir el River-Boca más importante de la historia. Ninguno de ellos habrá imaginado que la crónica dominante que llevarían adelante sería una mezcla entre lo policial y lo social, pero nunca futbolística.
"La hinchada de River da una violenta bienvenida al bus de Boca", tituló en un primer momento de la tarde El País de España, que le dio al partido un lugar destacado en la portada de su versión digital. Y, tras los nuevos incidentes registrados fuera del estadio, informó que se suspendió el partido "por graves altercados". "Lo que parecía apasionante desde el fanatismo genuino del hincha y del jeep del turista, el parque Kruger del fútbol, aplazó un día el comienzo de la final de la Copa Libertadores", narra la crónica firmada por Andrés Burgo, que sufrió en su propio cuerpo la represión policial que en un momento apuntó a los hinchas que ingresaban a la tribuna Centenario. También la pasó mal Mani Djazmi, un periodista iraní ciego que vino a cubrir la final para la BBC de Londres, donde trabaja: antes de ingresar al estadio, cayó al piso después de una avalancha.
Sentado en uno de los pupitres de prensa de la platea Belgrano, Juan Castro, el enviado del diario Marca (el más importante de España entre los deportivos), observaba con estupor lo que devolvían los televisores que emitían en loop la escena del piedrazo. Castro iba y venía, sin entender nada de lo que pasaba; tampoco que no fuese posible conectarse al wifi, imprescindible para el trabajo periodístico: no hubo señal suficiente en ningún momento de la larga tarde. "Los jugadores de Boca llegaron al túnel de vestuarios como si viniesen de una batalla. Cortes, naúseas y unas imágenes impropias de una previa de una gran final", publicó Marca casi en tiempo real, mientras le dedicaba varios títulos en su portada digital. "River-Boca, la final de la vergüenza" se lee en la tapa de la edición impresa del diario de este domingo.
El Washington Post cubrió los incidentes previos a la suspensión del partido y tituló: "Jugadores de Boca heridos y enfermos luego de un ataque contra su micro". También el medio británico The Guardian narró el episodio: "El micro de Boca fue atacado por hinchas de River antes del partido". La misma línea: la noticia impactaba tanto por su título como por los videos que se viralizaron, en los que se observaba cómo el piedrazo lanzado por un hincha de River daba de lleno contra un vidrio del ómnibus de Boca y lo rompía. La Gazzetta dello Sport, el diario deportivo más influyente de Italia, enfocaba el conflicto con una figura: "La final se convierte en una guerra". "Batalla campal", se escribió también allí.
El Mundo, otro diario generalista editado en Madrid, explicaba que "seguidores gallinas que lograron burlar la seguridad rompieron con piedras varios cristales del autobús". Hacia la noche de Argentina, ya madrugada en Europa, llegaba la confirmación de que el partido se aplazaba para las 17 de este domingo, lo que impidió que la noticia llegara a la mayoría de las tapas de las ediciones impresas, que en cambio si retrataron el escándalo.
Aquí, en la desconcentración del público del estadio, los periodistas que abandonaban el estadio a paso rápido tuvieron que apurarlo todavía más cuando empezaron nuevas corridas alrededor de la avenida del Libertador, última postal de una nueva página negra del fútbol argentino. Más tarde, cuando los rumores indicaban que eso que un rato antes era una confirmación (domingo a las 17) volvía al terreno de la duda, los enviados de distintos países volvían a preocuparse: si pudieron atrasar el regreso a sus patrias un día, hacerlo por tiempo indeterminado ya resultaba mucho más complejo.