Mundial de Rugby: la hora de terminar con el mito de William Webb Ellis, un símbolo de elitismo
Es hora de cambiarle el nombre a la Copa Webb Ellis. Que se la den a Nueva Zelanda y se cree una nueva, exigen Michael Alwin y Mike Evans en su libro Unholy Union: When Rugby Collided with the Modern World. Como la Jules Rimet, predecesora de la Copa FIFA, que quedó en poder de Brasil una vez que alcanzó el tricampeonato. O al menos hasta que se la robaron. Esta vez, por razones mucho más profundas que la mera acumulación de títulos: por la confirmación de que la historia de William Webb Ellis como inventor de este deporte es un mito. La disputa del Mundial de Rugby 2019 en un país periférico como Japón se presta como escenario ideal para volver a poner la cuestión en debate, que tiene mucho de simbólico en un momento en que el rugby se encuentra en una encrucijada para ver cómo se abre a los países emergentes.
El carácter legendario de este suceso ya fue largamente estudiado. De hecho, LA NACION dio cuenta del mismo en reiteradas ocasiones. Sin ir más lejos, cuatro años atrás, cuando en la ceremonia inaugural de Inglaterra 2015 se exaltó la figura de Ellis hasta el hastío.
Hoy quedan pocos argumentos para sostener esta invención más allá del efecto marketinero. Recapitulando, cuenta la leyenda que en 1823, cuando el fútbol era un deporte incipiente, furor en los colegios ingleses, con reglas todavía en constante evolución, se podía tomar la pelota con las manos para pedir "mark". Pero no correr con ella, que es lo que hizo William Webb Ellis en la Rugby School para inventar, presuntamente, el deporte homónimo. No es este suceso el que está en cuestión, sino el hecho de que haya sido el fundante.
Alwin y Evans aportan nueva evidencia para refutar la leyenda en este libro que reseñó The Guardian.
"World Rugby ha sido descuidada con la historia", escribió Huw Williams, un historiador de este deporte, en A Game for Hooligans. "Ha consagrado su fundación a un mito dudoso al nombrar su Copa del Mundo con el nombre de Webb Ellis".
Williams cita un textual del libro 100 Años de Rugby en Auckland para abrir el capítulo sobre el origen del deporte. "No hay un verdadero inicio. No hay fecha, partido o persona a la cual achacarle el punto de partida", replica. Y luego sostiene que, si bien William Webb Ellis existió, asistió a la Rugby School, fue un alumno distinguido de Oxford y un deportista excelso (sobre todo en la práctica del cricket), no existen registros contemporáneos que lo rubriquen. Recién se da cuenta de ello en un artículo de 1880 de Matthew Bloxam, que había abandonado la Rugby School dos años antes de la supuesta gesta revolucionaria de 1823. "Resulta extraño que, si efectivamente jugó un papel tan preponderante en el nacimiento su deporte, aun habiendo vivido lo suficiente como para verlo dejar de ser un pasatiempo para convertirse en un deporte con adeptos por todas las Islas, un cuerpo que lo regía y competencia internacional embrionaria, no haya registro de que hubiese mostrado interés o reclamado una porción de gloria".
En 1895, los industriales del norte querían diferenciarse de los universitarios del sur y crearon el Rugby League, con sutiles modificaciones reglamentarias, pero fundamentalmente el aval del profesionalismo. Mientras, el Rugby Union conservador se refugiaba en el amateurismo. (Paradójicamente, exactamente 100 años más tarde el éste también aceptaría también el profesionalismo.)
Fue entonces que el comité de Old Rugbeians (ex alumnos de la Rugby School) decidió reunirse para determinar el verdadero origen del juego. Sabían que había sido en sus canchas, por lo que contactaron a los antiguos estudiantes de los años 30. Todos habían jugado al rugby; ninguno conocía a Webb Ellis. Excepto uno: Thomas Harris. "Era un poco tramposo. No lo consideraría una autoridad en absoluto", dijo del supuesto mesías, y remarcó en cuando dejó la escuela en 1928, correr con la pelota seguía estando estrictamente prohibido, según se remarca en el libro. Es decir, aunque lo de Ellis hubiese sido novedoso, no alcanzó para crear un deporte.
Y Harris agregó: "En los partidos jugados en la parte baja de la escuela, si alguien corría con la pelota en las manos los rivales gritaban ‘agárrenlo’." Esto implica que por lo menos en 1819, un año antes del ingreso de Harris, ya se estilaba la modalidad de tomar la pelota y correr.
Cuando los elitistas de Rugby School buscaron algún sustento para diferenciarse de la clase obrera del norte y se aferraron a la leyenda de William Webb Ellis, no repararon en estos detalles de la crónica de Harris.
No deja de ser curioso que estas líneas cobren vida mientras el tren que va de Hirono a Tokio se detenga en la estación de Mito. El viernes, el Mundial de Japón comenzará con una ceremonia inaugural (previa al partido entre el local y Rusia) que genera una gran expectativa. ¿Aparecerá nuevamente una representación de William Webb Ellis? ¿Podrá ser este el comienzo de una nueva era en la que el rugby se despoje de los fantasmas del pasado conservador y se abrace a una realidad que no termina de sacarse el estigma de elitista? El primer Mundial en Asia, el primer Mundial al margen de los países centrales aparece como una oportunidad única.
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