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Acostumbrado desde hace décadas a vivir en aeropuertos de enero a diciembre, el circuito nunca había experimentado una pausa tan extensa. La pandemia del coronavirus forzó una interrupción de cinco meses sin competencias, y un cambio drástico: el que solía pasar once meses al año saltando de una ciudad a otra, debió asimilar como nadie el concepto de "quedarse en casa". La espera culmina ahora, con el arranque del torneo de Cincinnati, el primer certamen oficial del tenis masculino desde el 1º de marzo pasado; las mujeres, vale recordarlo, ya tuvieron su reinicio el 3 de este mes en Palermo, Italia. Allí jugó Nadia Podoroska, la primera argentina en volver al ruedo. Entre los varones, Diego Schwartzman (13º del mundo) será el único jugador de nuestro país en el main draw de Cincinnati, con estreno ante el noruego Casper Ruud, mañana.
Desde luego, la pandemia ha provocado varios cambios. El Masters 1000 de Cincinnati se juega a casi 1000 kilómetros de su escenario habitual: el imponente complejo Billie Jean King, de Nueva York, reemplaza al Lindner Family Tennis Center, de Mason, Ohio. Allí, en Flushing Meadows, esta vez el estadio principal será el Grandstand, porque el Arthur Ashe y el Louis Armstrong fueron reservados para el US Open. La federación de tenis (USTA) dispuso un plan para que se juegue este último, pese a que Estados Unidos tiene casi 175.000 víctimas fatales y 5,6 millones de contagios. La "burbuja" que se adoptó para la NBA y la MLS desembarcó en el tenis, con un estricto protocolo de seguridad y cuidados médicos, y varios jugadores aceptaron la oferta, a pesar del riesgo.

A Guido Pella y el boliviano Hugo Dellien les tocó quedarse al margen de Cincinnati porque Juan Manuel Galván, preparador físico de ambos, dio el único positivo de coronavirus entre los más de 1400 tests realizados antes del torneo; como consecuencia, deberán cumplir dos semanas de cuarentena y llegarían con lo justo al Abierto estadounidense, que se desarrollará en el mismo predio de Flushing Meadows.
En todo caso, no es culpa de la USTA, que tomó nota de lo que no había que hacer con la traumática gira de los Balcanes que lideró Novak Djokovic hace un par de meses: partidos con (mucho) público, fiestas multitudinarias en espacios cerrados y contactos sociales cercanos. Un cóctel que terminó con el número 1 del mundo y su esposa Jelena contagiados, al igual que Grigor Dimitrov, Borna Coric y Viktor Troicki. Una dura lección que obligó a tomar conciencia en el planeta de las raquetas. Así, tras más de 150 días sin acción oficial, el panorama sufrió importantes variantes.
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