Natalia Mykolaivna iba a visitar a su madre en la ciudad de Zaporizhzhia, en el sur de Ucrania, cuando recibió una ráfaga de disparos por parte de un soldado ruso que abrió fuego sin dar la voz de alto
Rusia dice que no ataca a los civiles, ni a los edificios en los que viven y trabajan estos. Pero en la cama de un hospital de la ciudad de Zaporizhzhia, en el sur de Ucrania, Natalia Mykolaivna se burla de la versión rusa. En la segunda semana de marzo, las Naciones Unidas señalaron que los ataques rusos contra objetivos civiles en Ucrania podrían constituir un crimen de guerra.
Desde entonces se produjeron numerosos ataques documentados en los que murieron numerosas personas, muchas de ellas como consecuencia de los intensos bombardeos indiscriminados contra zonas residenciales. Pero lo que le ocurrió a Natalia, de 45 años, fue deliberado, dirigido e injustificado. Es un milagro que siga viva. Agarrada a la mano tierna de su hijo, Nikolai, me contó lo que le sucedió en su ciudad natal de Polohy el día en que llegaron las tropas rusas.
”Salí de mi casa, estaba preocupada por mi propia madre, así que fui a verla. Vivía en la calle contigua a la nuestra”, dice Natalia, y describe cómo le permitieron pasar un primer control del ejército ruso.
“Entonces me dirigí hacia la casa de mi madre, levanté las manos en el aire diciendo que ya me habían dicho que podía pasar, pero el soldado disparó una ráfaga de su ametralladora, dándome en las piernas, por todas partes de la cintura para abajo”.
Natalia no vio la cara ni oyó la voz del soldado ruso que le disparó. ”No dijo ni una palabra. Estaban de pie junto a un tanque con la letra Z”, continuó. “Todos llevaban máscaras o pasamontañas”.
Natalia fue evacuada por los vecinos y su familia al hospital de la cercana Zaporizhzhia y los médicos le dijeron que sobrevivió “por un milímetro”. ”Los médicos no me dijeron cuántas balas tenía en el cuerpo. Me dispararon de cintura para abajo”, dijo, mostrándome una herida de bala en el estómago. “Hay una aquí, y aquí y aquí también. Todo está dañado, mis partes privadas femeninas también”.
La pierna derecha de Natalia está torcida y rota, sujeta por un armazón de metal. Su rodilla está completamente destrozada y nunca volverá a caminar como antes. Polohy, el pueblo ahora ocupado en el que le dispararon a Natalia, está en la carretera que lleva a la ciudad sitiada de Mairupol. Está a pocos kilómetros al sur de Orikhiv, un pequeño pueblo agrícola.
Orikhiv es el último pueblo controlado por los ucranianos antes de la línea del frente. En los últimos días y semanas fue salpicado por proyectiles y morteros rusos. Muchas personas, especialmente las que tienen familias jóvenes, se marcharon a la relativa seguridad de Zaphorizhzhia o a ciudades más al oeste.
Pero muchos residentes mayores, médicos y miembros de la defensa civil se quedaron.
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