Babasónicos en el Luna Park: baila como un poseso

Todo empieza a oscuras, con el mismo coro de sirenas que te empuja suavemente a la perdición en los primeros segundos de A propósito y el acorde de guitarra de Mariano Roger que cae sobre una línea de bajo dulce e inquietante que se repite hasta que, de pronto, Adrián Dárgelos se asoma desde unos veinte metros de altura hacia un Luna Park repleto de gente, con unos cuernos de fauno en la cabeza para susurrar de forma juguetona los primeros versos de "Flora y Fauno", el track que abre el nuevo disco de Babasónicos. "Puede que los cuernos atraviesen el muro y que los sorprenda a todos desnudos", canta Dárgelos allá arriba, como si realmente estuviera sorprendiéndonos a todos en algún tipo de desnudez de la que ninguno es del todo consciente salvo él.

Esta noche, para la presentación oficial de A propósito en Buenos Aires, el escenario del Luna tiene una estructura metálica de tres pisos que las pantallas, a los costados, acaban de convertir en un hotel y Dárgelos está ahí arriba de todo con sus cuernos, unas calzas azul eléctrico que se convierten en un enterito bajo su chaqueta negra, un cinturón plateado de superhéroe y un taparrabos de mendigo, como un botones que acabara de sufrir una mutación en el tejado y se hubiera convertido en un monstruo en busca de su presa.

Más abajo, en el segundo piso, Carca está rodeado de un pequeño arsenal de instrumentos con los que va ir interviniendo la sonoridad de las canciones a lo largo del show: timbales, guitarras, un palo de agua, unas maracas, un theremin... Y abajo de todo está la banda, con Gustavo "Tuta" Torres ya afianzado en el bajo.

Hacia el final de la canción, ya sin los cuernos, Dárgelos va a bajar hacia una gran plataforma que hay delante de la banda, un escenario para él solo, atravesado por dos juegos de luces enfrentadas que le van a dar un vago resplandor a su contorno y al de todos los personajes que va a ir componiendo a lo largo de la noche, casi todos héroes huidizos y evasivos, que siempre tienen un plan mejor que el que te están contando, porque en sus canciones siempre dice menos de lo que sabe.

Después de un comienzo basado en los últimos dos discos de la banda, el setlist de la noche va a ir sumergiéndose de a poco en el resto del universo babasónico con "Sin mi diablo" de Infame, "Capricho" de Anoche y "Los calientes" de Jessico, en un viaje sonoro con momentos hipnóticos, como el contrapunto entre la guitarra de Roger y el bajo de Tuta en "Su turno", los timbales de Carca en "Deléctrico" o la guitarra de Mariano Roger en "Valle de Valium", la melodía de la armónica atravesada por el bajo en "Posesión del tercer tipo", una canción de Trance Zomba que hacía años que no tocaban en vivo, o la banda convertiéndose en terciopelo con "Putita".

Dárgelos, mientras tanto, entra en pequeños trances a lo largo de las canciones y, en esos breves estallidos, puede ser liviano, sexy o arrebatado, como si los personajes lo poseyeran sólo algunos compases, con una banda que empuja sus delirios hacia lugares inesperados, creando dimensiones paralelas que el pueda habitar. En "Pijamas", una chica que está subida a los hombres de alguien se levanta la remera y se queda mostrando las tetas durante el resto de la canción, pero no es que el líder de Babasónicos vaya a impresionarse por eso.

Los planos saturados en blanco y negro de las cámaras hacen de todo esto un show histórico que estamos viendo acá mismo y, a la vez, recordando en las pantallas. Dárgelos anuncia que este es el final antes de "Fiesta popular" y, cuando el público le responde con una maraña de gritos sobre todo femeninos, él les pide:

-Demuéstrenmelo todo ahora...
Dárgelos mira a su público, que ahora grita más fuerte.
-¿Eso es todo? –les pregunta.
Y todos vuelven a gritar más fuerte y Dárgelos se da por satisfecho.
-Es mucho.

Por Juan Morris

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