Sonido brutal: la nueva escena irlandesa que reconstruye el rock con sus escombros
¿Qué tienen en común grupos como Fontaines D.C., The Murder Capital o Girl Band? Además de haberse formado los tres en Dublin, Irlanda, y de haber compartido varios recitales, son parte de una escena relativamente nueva que, a bordo del postpunk, devino en un sonido que parece respirar su propio aire. Para intentar explicarlo podemos cruzar el charco -en este caso, el Mar Irlandés- y navegar hacia Bristol, Inglaterra, para echar mano a la obra de otra banda que tranquilamente podría sumarse a esta misma escena, IDLES. Los liderados por el frenético galés Joe Talbot editaron su primer disco en 2017 y lo bautizaron Brutalism.
En castellano, brutalismo, es el estilo arquitectónico que tuvo su auge entre los 50’ y los 70’, y se caracterizó por sus edificios imponentes de geometría rígida con el hormigón armado como principal elemento. El origen del término brutalismo se asocia a los arquitectos urbanistas británicos Alison y Peter Smithson, y fue popularizado por el historiador de la arquitectura Reyner Banham. El nombre viene de "béton brut" (hormigón en bruto), y su mentor fue el famoso arquitecto suizo Le Corbusier. Se utilizó principalmente en proyectos gubernamentales, universidades, centros comerciales y edificios de departamentos de gran altura. En pleno microcentro porteño se puede apreciar el brutalismo en su esplendor en la casa central del ex Banco de Londres y América del Sur (actualmente, la casa matriz del Banco Hipotecario) o en la Biblioteca Nacional, obras del arquitecto argentino Clorindo Testa, si se quiere, uno de los referentes locales de este estilo. Pero la popularidad del brutalismo duró apenas dos décadas, sobre todo en los países comunistas europeos como la Unión Soviética, Bulgaria, Yugoslavia y Checoslovaquia. La frialdad de sus molduras, el gris del hormigón armado y la asociación de este estilo con las ideologías socialistas utópicas fueron esmerilando su imagen. A tal punto que en Reino Unido se mandaron a demoler varios estos edificios de concreto.
Entonces: ¿Qué tiene que ver todo esto con la música de IDLES, Fontaines D.C., The Murder Capital o Girl Band? Dejando afuera las ideas endilgadas al estilo brutalista, podemos valernos de su concepto más puro para intentar explicar cuál es el elemento en común entre estos grupos. El brutalismo se caracteriza principalmente por sus superficies ásperas y sin terminar, por sus formas geométricas duras y por sus materiales de aspecto pesado.
En "Boys in the better land", el hit del primer disco de Fontaines D.C., Dogrel (2019), las guitarras repetitivas de Carlos O'Connell y Conor Curley, junto a la base rítmica constante de Tom Coll, conforman los cimientos perfectos para la monótona y a la vez imponente voz de Grian Chatten. Es algo que ocurre también en "A Hero’s Death", la canción que le da nombre al segundo disco de la banda, uno de los lanzamientos más destacados y mejor conceptuados por los críticos este año. Suena como si al brillo neoyorquino de The Strokes se le apagaran todas las luces de golpe y Times Square se transformara en una calle olvidada de la vieja Europa Oriental. Los edificios brutalistas constan de líneas rectas y ventanas pequeñas en las que se cuela apenas un tímido rayo de sol. En "Don’t cling to life", una de las mejores canciones del álbum debut de The Murder Capital, When I have fears (2019), esas líneas son trazadas por el bajo de Gabriel Paschal Blake, que suena como un martillo neumático, mientras el cantante James McGovern transmite una sensación de asfixia que se hace explícita en el estribillo: "No te aferres a la vida, no te aferres a la vida/ No hay nada al otro lado", algo que podría haber cantado Ian Curtis hace 40 años. En la escena compuesta por bandas de chicos muy jóvenes aparecen rasgos críticos hacia la gentrificación de zonas semi rurales, los estilos deshumanizados de vida impuestos por la tecnología y cierto pesimismo acerca del famoso estado de bienestar europeo.
En "Feeling Fades", otro de los grandes momentos del disco de The Murder Capital, la voz de McGovern es el elemento principal desde el cual se empieza a moldear la canción, como ocurre con el hormigón armado en los edificios brutalistas. Y lo brutal, en su acepción más rotunda, llega sobre el final, cuando todo explota en ruido para terminar desmoronándose a pedazos.
"Áspero" e "incompleto", dos adjetivos que sirven para explicar la arquitectura brutalista, fueron utilizados por la revista NME en un artículo publicado en diciembre de 2018 para catalogar de alguna manera esta nueva ola postpunk –así la denominaron- proveniente de Irlanda. A Fontaines D.C. la pusieron al frente, como una suerte de mascarón de proa de esta escena, aunque todavía no había salido su primer LP y ya eran la gran cosa por venir. Completaron con Just Mustard (vale la pena escuchar su disco Wednesday, de 2018) y Silverbacks (este año editaron Fad, su primer álbum, con gran recepción de la crítica). Inhaler, la banda de Elijah Hewson, uno de los cuatro hijos del cantante de U2, Bono reconoció las influencias de estas bandas brutalistas antes que de la banda de su padre.
El artículo de NME va a fondo y destaca la "evidente confianza en uno mismo en las nuevas perspectivas musicales de Irlanda […], a la manera de las mejores bandas jóvenes de punk". Incluso se anima a afirmar que esa pequeña isla del noroeste europeo es "el nuevo hogar del punk". Más allá de las afirmaciones, lo interesante es que en el camino aparecen otras bandas que sirven para explicar este fenómeno incipiente: los mencionados IDLES, que acaban de editar su tercer álbum, Ultra Mono y que eran uno de los grupos más interesantes para ver en el suspendido Lollapalooza; los ingleses Shame, que reaparecieron en las últimas semanas con un nuevo single luego de dos años; y Girl Band, los más ruidosos de esta camada.
A esta altura queda claro que Dublin no es solo el rock de estadios de U2, o el shoegaze de culto de My Bloody Valentine. Sin ir más lejos, con Girl Band se abre un nuevo espectro sonoro que propicia el surgimiento de bandas como Fontaines D.C. o The Murder Capital. Pero volviendo a hablar en términos del brutalismo, Girl Band es sin duda alguna la más cruda y pesada de todas, la más áspera y dura, todo hormigón armado. Su primer álbum, Holding hands with Jamie (2015), comienza con "Umbongo", una canción que arranca como si un trompito de hormigón si hubiese vuelto loco. Los gritos desgarradores del cantante Dara Kiely atormentan los oídos durante todo el disco, mientras el guitarrista Alan Duggan, el bajista Daniel Fox y el baterista Adam Faulkner se encargan de masacrar sus instrumentos al estilo de los primeros Nirvana. El sonido de Girl Band es tan noise como industrial, tanto que pareciera que hubiesen grabado el disco en un edificio a punto de ser demolido. Con esa urgencia y con ese eco típico de habitación enorme y vacía. Un escenario imaginario que podemos suponer similar al estudio T.J. Davidson, donde ensayaba Joy Division en Manchester, y donde rodaron el videoclip de su clásico "Love Will Tear Us Apart".
Hace algunas semanas, Girl Band editó su disco en vivo Live at Vicar Street, uno de los venues clave de la escena musical de Dublin. Hay que escucharlo para percibir toda esa brutalidad en directo y también para experimentar la respuesta de su público, que termina de completar todo lo que la banda deja deliberadamente incompleto en sus canciones. Incompleto, una vez más, como lucen los monolíticos edificios brutalistas. Hay algunos puntos en común con los inicios del grunge americano, allá por los inicios de los 90, aunque parecen menos envueltos en el marketing y conceptualmente más concretos.
Utilizar las ideas del brutalismo arquitectónico como pretexto para explicar una escena que está viva, en plena expansión y en constante definición sonora y estética puede ser arriesgado. Pero no es más que un atajo para agrupar a diferentes bandas que tienen muchos puntos en común, más allá de lo geográfico. Probablemente no sean los únicos y seguramente en este momento estén surgiendo nuevas ramificaciones, sonidos y canciones para completar estas líneas. O incluso refutarlas. Pero lo que no admite discusión es que algo interesante está pasando en Dublin. Y que cualquier excusa es válida para descubrir nueva música.